Fiebre

135 17 1
                                    

Cray observó el vestido desgarrado, la piel blanca pura con una ligera capa de sudor que la hacía ver sedosa, el sostén rojo e incitante y sus manos aún manchadas con sangre.

Un chasquido de sus dedos y había desaparecido la impureza que perturbaba esa perfecta imagen frente a él. Dio un paso hacia ella, otro, antes de planteárselo conscientemente, la tenía arrinconada.

Annel estaba prácticamente encaramada en el escritorio, en su afán instintivo de huida. Agitada, inspiró, sintiendo un sofocante rubor extendiéndose, mareándola con una hirviente fiebre... dejándose llevar por su olor.

Cray se permitió hacer lo mismo -y saltándose lo del sonrojo- puso sus manos en la mesa, encerrándola entre sus brazos, pero sin tocarla.

— ¿Sabes que hueles a caramelo y a vodka? Puedo saborearte, casi puedo emborracharme — Cray dijo lo primero que se le vino a la mente, con la voz ronca.

Ella dio un respingo cuando acarició su mejilla con su nariz, bajando hasta la tela del sujetador que cubría sus pechos dadivosos. Annel lo empujó suavemente con la muñeca, un rechazo débil, prácticamente fingido, temblando de anticipación ante la sensación de cosquilleo que se extendió por todo su cuerpo, pidiendo más de ese contacto.

— No, no hagas eso — Musitó con la respiración acelerada.

— Debo hacerlo Annel... por ti, voy a volverme loco, no es muy cómodo desearte así. Hasta el punto en que duele, de verdad duele y ha dolido por tanto tiempo que ya nada más tiene sentido — Dijo Cray, acercándose a ella de nuevo.

Annel sintió su aliento caliente y fresco a la vez, sobre esos labios febriles que pedían un sorbo de él.

— Duele — Hizo eco, embriagada y sintiendo también el dolor de la necesidad por todo su cuerpo.

Cray sonrió y ampliamente. Con pasión ciega, besó los labios de Annel mientras sus manos se deslizaban por los pedazos de piel expuestos... Sus brazos, su cuello, su abdomen, acarició sus pechos sobre el sujetador.

Su sabor debía ser lo que las leyendas humanas describían como la ambrosía de los dioses.

— No... no deseo esto — Mintió Annel, temblando y tratando con más fuerza de salir de sus brazos, cuando notó el leve brillo de una cadena en el cuello de Cray.

Inclinó su cabeza hacia un lado para obtener una mejor visión de ella y no con poca sorpresa notó que eran un par de alas hermosas, pero no cualquier tipo de alas, alas blancas con un complicado pero elegante intrincado.

— ¿Alas Alba? — Se le escapó la pregunta de forma automática, alzó una ceja para darle énfasis a su interrogante, dándose cuenta de que no le tenía miedo — ¿No te parece que eres algo cínico Nigrum? — Comentó irritada.

Las alas... No podía acceder a ellas hasta alcanzar los 100 años, por lo que no tenía ni idea de qué color dominaría en ella, después de todo era el primer híbrido de la historia.

Cuando escapó casi podía evocar las alas blancas, creyéndose tan ajena a los Nigrum, ya no estaba tan segura.

Cray suspiró pasando una mano por su propio cabello, sintiéndose algo avergonzado por ese tonto amuleto que lo había acompañado y confortado durante su búsqueda.

"Debería inventarme alguna historia", pensó.

Sin embargo, terminó diciendo la verdad.

— Es tuya — Respondió, sorprendiendo a Annel.

— No, no es mía... ¡La recordaría! — Refutó Annel — Solo solía recibir regalos de papá y él no me enviaba cosas tan... inocuas — recordó con ironía.

Oscuro Deseo CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora