Capítulo 2

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Desde que tengo algo de memoria constante, descubrí que mi vida no iba a ser nada fácil, y con un toque sombrío y de acción. Con tal nombre y tales maldiciones, tendría que vérmelas difícil ante un mundo que no comprende nada y todo lo que está bien lo toman como mal y pues lo malo sigue siendo malo, pero solo cuando es conveniente.

Al cumplir 6 años de edad supuestamente ya debería haber entrado a la primaria, pero por miedo de mis padres a qué pasará alguno de los problemas que han ido tras de mí desde que nací, prefirieron darme ellos la educación en casa.
Mi madre es una excelente maestra y mi padre es un buen empresario, aunque sigo sin saber bien en donde trabajan. La vida nos tiene tantos misterios ocultos y más de la gente más cercana.

Según mi madre nunca había tenido un estudiante tan maravilloso, y perfecto como yo, aunque tengo la gran duda existencial de si mentía para hacerme sentir bien o lo decía de verdad. Siempre me la pasaba encerrado en la casa, viendo como otros niños se divertían jugando a quién sabe que en la calle, mientras que yo vivía encerrado en una jaula sin precedentes, divirtiéndome con lo que me traían a casa y se me hacía nuevo y fabuloso.
Todos los maleficios que me perseguían terminaron de realizar apariciones cuando cumplí los 9 años. Mis padres emocionados de la vida y más felices que nunca, o más bien, la primera vez que los veía felices, me dijeron que saldríamos a la ciudad, a comprar lo que yo quisiera sin pasarme de la raya.

El mundo era completamente distinto a como lo veía en la televisión. Más colorido y alegre de lo que uno podía imaginar, aunque solo haya sido durante pocos años.
Había muchas cosas que no había visto en la calle cuando los niños salían a jugar, cosas que mis padres decían que eran malas si no sabias usarlas, aunque a mí me daba igual. Yo quería saber cómo funcionaban aquellas cosas.

La gente les decía juguetes, pero para mí eran plásticos moldeados, y se veían raros, porque tenían distintas formas y colores. ¡Podían moverse solos! Cuando por fin me logre acercar a uno y sentirlo, sentí calor en mi mano, y sin darle importancia toque el juguete. Al rozarlo se empezó a deformar, asustado salí corriendo a donde mis padres. Ellos preocupados me sacaron de allí para llevarme a otro lado sin que nadie lo notara. Las personas que pasaban junto a mí se me quedaban viendo raro, como si fuera algo que nunca hubieran visto.

En casa nunca hubo espejos grandes o cerca del suelo, siempre estaban a una altura donde yo no pudiera verme, no tenía idea de porque, pero supongo que era para que dejara de preocuparme por una simple imagen. Mi madre me decía mucho:
- Eres muy guapo Drac, no tienes porque verte en un espejo, ellos te destrozan la vida porque nada más buscan hacerte impresionar a la gente que no conoces. Se tú mismo y no le des importancia a los espejos, lo que tú pienses de ti es lo que más importa.

Desde la vez que me lo dijo siempre lo recuerdo. Yo tenía en cuenta que era distinto, por todo lo que me decían o cómo me trataban. Nunca había visto una familia que no fuera la mía, por lo que yo no sabía si estaba bien como actuábamos o si estaba mal.

No tardó mucho para que la vida diera un giro drástico, los niños crecen muy rápido. Claro ejemplo soy yo, pero supongo que no era normal que de la noche a la mañana hubiera crecido 10 centímetros. Mis padres no se percataron de ello, pero yo sabía que algo se veía distinto. Las cosas tenían un nuevo ángulo de vista y simplemente podía tomar cosas que antes no estaban a mi alcance.

Y por fin, en uno de esos descubrimientos, me percaté de que podía ver el espejo, podía ver mi cabeza asomarse por el espejo cuando antes solo se veía un pedazo de mi cabello.
Al verme solo pude gritar. Ya tenía en mente porque la gente se me quedaba viendo de tal manera. Mis ojos eran de color amarillo mezclado con rojo, intensos. Y mi cabello también estaba algo raro, tenía pequeños mechones azules por doquier aunque también rojos y la mejor o peor parte, mis orejas eran algo...puntiagudas.

Tengo una pequeña creencia de porque me veían así. Los niños tenían el cabello de un solo color, todos sin exención y sus orejas eran ovaladas. Y desde ahí entendí que yo no era como todos los demás niños. Nunca lo sería, teniendo en cuenta que nunca tendría una vida normal y no sabia si eso era bueno o malo.
Porque cuando uno es todavía niño, tiene inocencia que es lo que hace que los niños no distingan la línea entre el bien y el mal, solo lo descubren con el tiempo, cuando ya es demasiado tiempo para saber que están en el lado erróneo y ya no podrán hacer nada para remediarlo.

Tarde algo de tiempo en reaccionar y en convencerme de que tenía que enfrentarme al mundo tal y como es, porque sino, que sería de mí en el futuro, en mi futuro.

A mis 12 años convencí a mis padres de que me dejaran tomar la educación como realmente debería tomarla, con otras personas y empezó a formar parte de la sociedad que tanto me han ocultado, o más bien, de la que me he ocultado por miedo.
Ambos se miraron extrañados de lo que escuchaban, pero llegaron a la conclusión de que todavía hay cosas que no entiendo de la sociedad. Yo no quería escucharles porque solo me hacían creer en mentiras y más mentiras. Vivía dentro de las mentiras sin saberlo.

Yo tendría que esforzarme en conseguir su aprobación para dejarme vivir dentro de la sociedad ajena a mis padres, un mundo extraño y nuevo.

Solo unos cuantos meses antes de que se iniciaran las clases, logre convencer a mis padres de que me metieran en una escuela pública, la local, porque ellos habían acudido a esa secundaria.
Mi madre me dijo que me quedara en casa mientras ellos iban y hablaban con la directora. Pasaron por lo menos 2 horas cuando regresaron con una cara de satisfacción. Fui admitido.
Los siguientes meses estuve preparándome mentalmente para entrar a aquel nuevo mundo, lleno de misterios que tendría que desvelar con mis ojos. Aunque simplemente no sabia como ocultaría aquellas anomalías de mi cuerpo; mi cabello, los ojos, las orejas y por último, los dientes. Los dientes fue algo que me sucedió hace poco, un día desperté y mis colmillos habían crecido magistralmente. Ese día mis padres pensaron que iba a comérmelos. Yo solo me reía ante su actitudes les seguía el juego, pero me descubrieron y regañaron.

Así pasaron los días, ideando planes para que no me descubrieran anomalías dentro de la escuela, día tras día, plan tras plan, siempre fallidos o erróneos.
Solo una semana antes de entrar a la escuela se me ocurrió hacer lo que mi madre llama disfrazarse. Me dijo que no dolería, que de hecho me haría cosquillas. Tomo un contenedor de algo y me lo empezó a echar en el cabello, pronto mi cabello era de un solo color.

Me compro algo y me dijo que abriera los ojos y no parpadeara, me puso como plástico y al verme en el espejo tenía unos ojos verdes. Me quedé impresionado con lo que hizo, siempre estaba llena de sorpresas. Igual me puso algo en las orejas, dejándolas redondas como las suyas, que eran hermosas. Los dos no sabíamos qué hacer con los dientes, así que procuro que no hablara mucho con la gente.

Al día siguiente todo había desaparecido, como si aquella transformación nunca hubiera tenido lugar alguno en casa. Tanto mi madre como yo nos sorprendió aquello, era algo totalmente anormal (como yo).
No sabía qué haría al entrar a la escuela, solo faltaban 4 días. Ya tenía todo preparado; útiles y una mochila. Lo único que me preocupaba era la reacción de los demás ante observar un monstruo.

Al despertar el glorioso día, seguía viéndome tal y como era, un chico de 12 años totalmente diferente a las personas que me rodean. Pero no fue así como todo sucedió.
Al baje mis padres se espantaron al ver a un desconocido en su casa. Los mire extrañados.
- ¿Por qué me miran de tal mala manera? Si soy su hijo tan horrible como siempre.- dije.
-Drac, ¿eres tú?- preguntó mi madre.
- Pues si, ¿quién más podría ser?
- Digamos que no te ves como todos los días.- dijo mi padre.

Al verme en uno de los espejos (no les conté, pero crecí un poco más) me veía completamente distinto, como un chico normal, o bueno, con aspecto normal.
Al salir a la calle, veía que realmente era distinto a lo que veía en la televisión o lo que escuchaba en la radio. Había muchos chicos por doquier. Mis padres, al ser la primera vez que iba a la secundaria, me acompañaron hasta el edificio, temiendo que me perdiese o que tomará un camino erróneo.

Creo que llegue al lugar equivocado.

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2016 ⏰

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