Capitulo 34

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CAPITULO 34

Adam y yo nos forzamos a apartarnos 1 metro la otra noche, pero de alguna manera, desperté en sus brazos. Él está respirando suave, constante y regularmente un zumbido caliente en el aire matutino. Parpadeo, mirando a través de la luz del día sólo para ser recibida por unos grandes ojos azules en un rostro de diez años de edad.

—¿Cómo es que lo puedes tocar?

James está de pie junto a nosotros con los brazos cruzados, de espalda al obstinado muchacho que recuerdo. No hay rastro de miedo, ni indicio de lágrimas que amenacen con extenderse por su cara. Es como si la noche anterior nunca hubiese ocurrido.

—¿Y bien?

Su impaciencia me asusta.

Salto lejos de la descubierta mitad superior de Adam con tanta rapidez que le despierto. Un poco.

Él llega a mí.

—¿Juliette...?

—¡Estás tocando a una chica!

Adam se sienta tan rápido que se enreda con las sábanas y vuelve a caer sobre los codos.

—Jesús, James...

—¡Estabas durmiendo junto a una chica!

Adam abre y cierra la boca varias veces. Me mira. Mira a su hermano. Cierra los ojos y finalmente suspira. Pasa la mano por su pelo matutino.

—No sé qué quieres que diga.

—Pensé que habías dicho que no podía tocar a nadie.

James me está mirando ahora, receloso.

—Y no puede hacerlo.

—¿Excepto a ti?

—Exacto. Excepto a mí.

(Y a Warner).

—Ella no puede tocar a nadie excepto a ti.

(Y a Warner).

—Correcto.

—Parece terriblemente conveniente.

James entorna los ojos.

Adam se ríe a carcajadas.

—¿Dónde aprendiste a hablar así?

James frunce el ceño.

—Benny lo dice que mucho. Dice que mis excusas son “terriblemente convenientes” —Hace comillas en el aire con dos dedos—. Dice que eso quiere decir que no te creo. Y no te creo.

Adam se pone de pie. Con los primeros filtros de la luz del alba a través de las pequeñas ventanas en un ángulo perfecto, el momento perfecto. Está bañado en oro, con los músculos tensos, los pantalones todavía un poco bajos en las caderas y tengo que esforzarme por pensar con claridad. Estoy sorprendida por mi propia falta de autocontrol, pero no estoy segura de que supiera cómo contener esos sentimientos. Adam hace que tenga hambre de cosas de las que nunca supe que podía tener.

Puedo ver como lleva un brazo sobre los hombros de su hermano antes de agacharse para encontrarse con su mirada.

—¿Puedo hablar contigo acerca de algo? —dice.

—¿En privado?

—¿Sólo tú y yo? —James me mira con el rabillo de sus ojos.

—Sí. Sólo tú y yo.

—Está bien.

Veo a los dos desaparecer en la habitación de James y me pregunto lo que Adam va a decirle. Me toma un momento darme cuenta de James debe sentirse amenazado por mi repentina aparición. Finalmente, ve a su hermano después de casi 6 meses sólo para que vuelva a casa con una chica extraña con locos poderes mágicos. Estuve a punto de reírme de la idea. Si sólo fuese la magia la que me hacía de esta manera.

No quiero que James piense que estoy alejando a Adam de él.

Me pongo de nuevo bajo las sábanas y espero. La mañana es fresca y enérgica, y mis pensamientos comienzan a vagar hacia Warner. Tengo que recordar que no estamos seguros. Todavía no, tal vez nunca. Tengo que recordar que nunca me acomode demasiado. Me incorporo. Llevo las rodillas a mi pecho y envuelvo mis brazos alrededor de los tobillos.

Me pregunto si Adam tiene un plan.

La puerta de James chilla abriéndose. Los dos hermanos salen con el más pequeño por delante. James se ve un poco de color rojo y apenas puede encontrar mis ojos.

Parece avergonzado y me pregunto si Adam lo castigó.

Mi corazón deja de funcionar por un momento.

Adam palmea a James en el hombro. Aprieta.

—¿Estás bien?

—Sé lo que es una novia...

—Nunca he dicho que no lo supieras...

—¿Así que tú eres su novia?

James se cruza de brazos, me mira.

Hay 400 bolas de algodón atoradas en mi tráquea. Miro a Adam, porque no sé qué más hacer.

—Oye, tal vez deberías estar preparándote para la escuela, ¿eh?

Adam abre el refrigerador y alcanza un nuevo paquete de papel de aluminio a James. Supongo que es su desayuno.

—No tengo que ir —protesta James—. No es como una escuela de verdad, nadie tiene que...

—Quiero que vayas —lo interrumpe Adam. Se vuelve de nuevo hacia su hermano con una pequeña sonrisa—. No te preocupes. Voy a estar aquí cuando vuelvas.

James duda.

—¿Me lo prometes?

—Sí. —Otra sonrisa. Asiente con la cabeza sobre él—. Ven aquí.

James corre hacia adelante y se aferra a Adam como si temiera que fuera a desaparecer. Adam coloca la comida envuelta con papel en el Automat y presiona un botón. Revuelve el pelo de James.

—Hay que cortarse el pelo, muchacho.

James arruga su nariz.

—Me gusta.

—Es un poco largo, ¿no te parece?

James baja la voz.

—Creo que su pelo es muy largo.

James y Adam miran fijamente hacia mí y me fundo en una Play-Doh roja. Me toco el pelo sin quererlo, de repente consciente de mí misma. Miro hacia abajo. Nunca he tenido una razón para cortarme el pelo. Ni siquiera he tenido las herramientas. Nadie me ofrece objetos punzantes.

Por casualidad, hecho un vistazo y veo que Adam sigue mirándome. James está mirando el Automat.

—Me gusta su pelo —dice Adam, y no estoy segura de a quién está hablando.

Puedo ver a los dos mientras Adam ayuda a su hermano a preparase para ir al colegio. James está tan lleno de vida, tan lleno de energía, tan emocionado por tener a su hermano alrededor. Esto me hace preguntarme lo que debe ser para un niño de 10 años, vivir por su cuenta. Lo que debe ser para todos los niños que viven en esta calle.

Tengo ganas de levantarme y cambiarme, pero no estoy segura de lo que debo hacer. No quiero ocupar el baño en caso de que James lo necesite, o si Adam lo necesita. No quiero ocupar más espacio del que ya tengo. Se siente tan privada, tan personal, la relación entre Adam y James. Es el tipo de vínculo que nunca he tenido, que nunca tendré. Pero estar con tanto amor ha conseguido descongelar mis partes congeladas en algo humano. Me siento humana. Como si tal vez pudiese ser parte de este mundo. Como si tal vez no hiciera falta que fuera un monstruo. Quizás no soy un monstruo.

Tal vez las cosas pueden cambiar.

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