CAPITULO 48
Castillo usa la llave en su mano para abrir la puerta.
—¿Por qué el ala médica tiene que estar bloqueada? —le pregunto.
Se gira hacia mí. No es muy alto, me doy cuenta por primera vez.
—Si hubieras sabido dónde encontrarlo, ¿hubieras esperado pacientemente detrás de esta puerta?
Miro hacia el suelo. No respondo. Espero no estar ruborizándome.
Trata de ser alentador.
—Sanarse es un proceso delicado. No puede ser interrumpido o influenciado por emociones erráticas. Somos afortunados al tener dos sanadores entre nosotros, unos gemelos, de hecho. Pero lo más fascinante es que cada uno se enfoca en un elemento diferente; uno en las incapacidades físicas y el otro en lo mental. Las dos facetas deben ser usadas, de otra manera la curación estaría incompleta, débil, insuficiente. —Gira el pomo de la puerta—. Pero creo que Adam está a salvo para verte.
Entro y mis sentidos casi de inmediato son asaltados por la esencia de jazmín. Busco en el espacio flores pero no encuentro ninguna. Me pregunto si es un perfume. Es intoxicante.
—Estaré justo afuera —me dice Castillo.
La habitación está llena de una larga hilera de camas, simplemente hechas. Todas, las 20 o algo así, están vacías excepto por la de Adam. Hay una puerta al final de la habitación que probablemente lleva a otro lugar, pero estoy muy nerviosa para ser curiosa en este momento.
Saco una silla extra y trato de ser tan silenciosa como puedo. No quiero despertarlo. Sólo quiero saber que está bien. Sujeto y suelto mis manos. Soy demasiado consciente de mi corazón agitado. Sé que probablemente no debería tocarlo pero no puedo detenerme. Cubro mi mano con la suya. Sus dedos están calientes. Sus ojos se mueven sólo por un momento. No se abren. Él toma una repentina respiración y yo me congelo.
Casi colapso en lágrimas.
—¿Qué estás haciendo?
Mi cuello se alza bruscamente con el sonido de la voz de pánico de Castillo. Dejo caer la mano de Adam. Me alejo de la cama con los ojos muy abiertos, preocupada.
—¿Qué quieres decir?
—¿Por qué estás… simplemente… puedes tocarlo? —Nunca pensé que vería a Castillo tan perplejo, tan confundido. Casi pierde su compostura, un brazo medio extendido en un intento por detenerme.
—Por supuesto que puedo to... —me detengo. Trato de mantenerme calmada—. ¿Kenji no te lo dijo?
—¿Este jovencito tiene inmunidad por tu toque? —Las palabras de Castillo son susurradas, atónito.
—Sí. —Miro de él hacia Adam, todavía suena dormido. También Warner.
—Eso es… increíble.
—¿Lo es?
—Mucho. —Los ojos de Castillo están brillantes, tan impaciente—. Ciertamente no es una coincidencia. No hay coincidencias en esta clase de situaciones. —Hace una pausa. Camina.
—Fascinante. Tantas posibilidades, tantas teorías… —Ya ni siquiera está hablándome. Su mente está trabajando demasiado rápido para seguirle el paso.
Toma una profunda respiración. Parece recordar que sigo en la habitación.
—Mis disculpas. Por favor, continúa. Las chicas saldrán pronto, están asistiendo a James en el momento. Debo reportar esta información tan rápido como sea posible.