Martes.

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No podía quedarme encerrada como quería, tenía que volver a la realidad, a la universidad e intentar encontrar una manera de repararme, lastima que la unica manera conocida hasta la actualidad estaba enterrada tres metros bajo tierra en plena descomposición, y saber eso me dolía.

Jace había sido un pilar durante aquel tiempo, me vio llorar a las 5 a.m, me voy sonreír en los bailes de preparatoria, y me saco de un montón de males porque créanme que si no lo hubiese conocido no estaría escribiendo esto, creo que ni siquiera estaría respirando, pero ahora puedo decir y declarar libremente que me siento inútil, ya que en su ultimo instante yo no pude hacer nada mas que gritar su nombre y correr a su lado, y he de admitir que estaba mas ocupada viendo si me contestaba como para llamar una ambulancia al menos antes de que me dejará, y si, me siento inútil, idiota, inservible. "El ahora esta en un lugar mejor" me dijo su madre, Elizabeth, cuando en la salida del cementerio, luego me abrazo y sonrió haciéndome sentir peor, queriendo volver el tiempo atrás para que yo sea quien recibiera el impacto y no su hijo, porque el si se merecía la vida, el se merecía todo lo bueno.

Pero es increíble con que rapidez suceden las peores cosas, es como si estuvieran esperando los mejores momentos para decidir suceder, y eso nos jode a todos, aunque no nos demos cuenta en un principio. Un momento estas tan feliz y al siguiente podrías estar llorando, gritando o intentando tirarte desde el quinto piso (y no me digas que no es asi, que ya lo he vivido todo) Las palabras de apoyo no sirven en estos casos, porque una vez que pasan las cosas la desconfianza se apodera de uno aislándolo de todo sentimiento seguro, asi que esos "todo ira bien" o "estarás bien" se sienten con una pizca de falsedad en cada letra.

Fue todavía peor en el momento en que crucé la puerta de la universidad, haciéndome dueña de todas aquellas miradas inyectadas en curiosidad, aquellos cuchicheos, aquellas miradas hostiles, y aquellas malditas palabras de apoyo, nunca faltan, siempre están, en todas partes, momento y lugar. Lo unico que podía hacer era aceptarlas, poner mi mejor sonrisa y salir huyendo hacía la clase de Literatura del Sr. Clifford, cosa que no hice y salí corriendo directo a los baños con las lagrimas a punto de salir. 

Al llegar a mi destino, me encerré en uno de los cubículos y fue entonces donde las lágrimas salieron por montones. Odiaba llorar, asi como también odiaba parecer débil, lo detestaba y lo sigo haciendo. Se escucharon varios susurros y luego un timbrazo, dando comienzo a las clases pero yo no iba a salir de allí, no tenia ganas, ni tampoco quería que me vieran asi, iba a salir de aquello sola. Tal vez.

Al salir horas después con los ojos en parte rojos igual que la punta de mi nariz, me dirigí a la cafetería. Sabía que sus amigos no se iban a sentar conmigo, yo no era de su grupo, eso se había visto esta mañana, y tampoco tenía con quien sentarme, asi que mejor que nada, sola. Pero al poco tiempo en que tome asiento, se me acercó un chico de mi clase, no lo conocía pero un asi me sonreía.

-Hola-dijo, tomando asiento delante mío- soy Matt.

-Hola...-pude apenas hablar en un susurro, aun sorprendida ante tal atrevimiento.

-Créeme, lamento lo de Jace -y aquí vamos de vuelta- era una gran persona.

-Disculpa...Matt, pero no quiero hablar de esto y menos con alguien que acabo de conocer-logré decir sin apartar la mirada de mis apuntes.

-No hay problema-sonrió con toda sinceridad- pero estoy para lo que necesites-dicho eso, se levanto y simplemente se fue, dejándome allí en silencio.

Cabe aclarar que me resultaba conocido de algún lugar, y no, no era de la clase de Literatura del Sr. Clifford. Era de otra parte, aquella simpatía era familiar, su sonrisa...pero creo que es mejor no darle vueltas a ese asunto, ya era hora de volver a casa.

Asi es, falté a toda las clases pero no me perjudicaba, a los estudiantes de Literatura no y eso era una gran ventaja en momentos de crisis. Volví en silencio a mi hogar, caminando claramente en aquel dia de invierno, y los auriculares puestos a un volumen razonable cuando una bocina me sorprendió haciéndome dar media vuelta.

Y ahí estaba Matt, otra vez, dentro de un Toyota color gris, el cual me hacia recordar vagamente la noche del accidente.

-¿Te llevo?

-N-no, gracias-intente sonreír pero probablemente haya salido una mueca- vivo cerca.

-Anda, vamos.

-Matt, en serio, puedo ir sola.

-Como digas, Rogers-dijo, bajándose del auto.

-¿Qué haces?

-Te acompaño.

Y allí me di cuenta, ante su actitud tan insistente, de donde lo conocía. Era mi compañero de preescolar, Matthew Anderson, el niño al que alguna que otra vez le mordí el cachete. Cualquiera al que le sucediese esto probablemente diría "ha pasado mucho tiempo" o "¿Como has estado en estos años?" Pero yo no, asi que sin decir otra palabra simplemente lo abracé.

-¿Madsie?- dijo, devolviéndome el abrazo y llamándome por aquel tonto apodo que me había puesto de niña.

Yo solo pude asentir y sonreír. Y por un minuto me olvide de Jace, me olvide del viernes y fui feliz, pero sabia en lo mas profundo que no sería por mucho tiempo.


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⏰ Última actualización: Jun 15, 2016 ⏰

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