Capítulo 1- Decepciones

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Hoy el cielo era de un azul cargado de esperanzas. Hoy el cielo parecía sonreírme con el sol.

El sol me guiñaba un ojo y me decía que hoy sería un dia completamente nuevo, tal vez para poder demonstrar que yo era especial, o talvez yo me sentía así.

Salí de la terraza y me adentre a mi cuarto, azul como el mar y negro como la sociedad, sucia y sin corazón.

Mi ropa indicaba mi gusto musical y mi aspecto desaliñado indicaba que era el ser más insignificante de mi instituto.

Me desvesti y entré al servicio para pesarme, como cada mañana.

Esa bascula me odiaba, porque cada día marcaba 68 kg sin bajar ni una grama.

Suspire para quitar un molestoso mechón de pelo pelirrojo de mi vista.

-Un día más- Susurré, y sonreí.

Salí y me vestí rápidamente con una ropa cómoda.

Un pantalón de deporte y una sudadera, negros como mi autoestima.

Desayune rápidamente una barrita de cereal y saliendo por la puerta me despedí de mi paz mañanera, ahora empezaría mi vida de verdad.

Cogí el autobús amarillo escolar, como cada día, estaba repleto de gente, alumnos y profesores sin coche o con poca vida social.

Subí los escalones de uno en uno, y al no tropezarme agradecí al Sol y a su sonrisa, que me prometió un dia mejor.

Caminé hasta el último asiento, y me puse mis cascos para poder no escuchar sus consecutivas burlas matutinas.

-Mira, ahi tenemos a la gordita- Susurró un chaval que creo que ni conocía, pero el por lo visto si me conocía a mí.

Ignoré sin ser ignorante como me enseñó mi difunto padre, y cambié de canción, a una más metalera.

Mago de oz- hasta que el cuerpo aguante.

"Pero que ironía, porque mi cuerpo ya no aguantaba más"

Cuando el motorista pitó indicando que ya habíamos llegado, me levanté y caminé lentamente hasta la puerta, donde me empujaron por la escalerilla.

Tropecé y cuando esperaba estamparme con la cara en el suelo, unos brazos me sujetaron.

Ethan...

es tan hermoso, sus ojos verdes me cautivan, me dan esperanzas de que algun dia el me quiera como yo lo quiero a él...

- Tened cuidado chicos- habló él con una sonrisa maliciosa- ¿No veis que el sobrepeso no le permite tener equilibrio?

Esperanzas rotas, por sus palabras, por sus actos, por su persona.

-Gracias sol, me ayudaste mucho hoy, eh!- ironizé.

Seguí mi camino cabizbaja para no tropezarme con ninguna piedra, persona, animal o simplesmente nada.

Entrar a clase fue un alivio cuando vi a mí mejor amiga al fondo de clase saludandome con una mano.

Ella era preciosa, tenía un pelo negro azabache que le llegaba por la cintura, unos ojos azules tan profundos y unos labios tan rojos, su cuerpo era una guitarra esculpida por el mismísimo Dios.

-El tuyo es una bombona de butano- Me susurró mi conciencia.

Que ahora se dignaba a aparecer.

Realmente, yo soy la página rota del libro de la vida.

Hasta las estrellas lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora