-2- ¡CLARO QUE NO ME GUSTA!

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-¡No te comas todos los espaguetis!- entro corriendo en la cocina, deslizándome con los calcetines y casi cayendo encima suya- ¡Los necesito para mañana!-

-¿Ya has olvidado que no se debe gritar?- contesta, metiendo un gran plato de comida en el microondas-

-No me escuchas cuando hablo- respondo- déjame espaguetis para desayunar-.

-No te escucho cuando gritas- enciende el microondas y me mira fijamente- yo hago mañana el desayuno-.

-Mañana no estarás aquí, no pienso dejar que te quedes- gruño, sentándome en la mesa de la cocina- te ayudaré a buscar otro sitio de alquiler-

-No quiero otro sitio de alquiler- dice, sentándose enfrente mía, sus ojos marrones empiezan a tornarse azules, y ahí es cuando capta toda mi atención- quiero esa habitación, por el decorado con el que viene- sonríe, y empiezo a perderme en su sonrisa- además... Me queda cerca de mi trabajo- sus labios se mueven de forma calmada, como si saboreara las palabras, me pregunto como...

Me sobresalta el microondas, que pita mientras él se levanta. Agito mi cabeza. ¿En qué estoy pensando? yo no quiero que se quede, es.. es...es... ¿Por qué no quiero que se quede?

Mi cabeza da vueltas

-¿Cuánto llevas sin dormir?- pregunta, sentándose con el plato de comida delante-

-Eh... ¿Tres días? Quizá 4...- ¿por qué le estoy contando mis problemas?- ¿cómo lo has...-

-Aunque te pongas maquillaje sigo viendo tus ojeras- contesta, y me doy cuenta que tiene razón, todavía conservo el maquillaje de la Uni- adelante, necesitas comer también. Si tienes tanto miedo de comer como de dormirte entonces no te preocupes- acerca el plato hasta enfrente mía y me pone el tenedor en la mano. El tomate resbala por los espaguetis, tiñéndolos. Levanto mi cabeza hasta sus ojos, que ya son completamente azules-

-Pero...- una lágrima cae por mi mejilla, y empiezo a notar como uno de los nudos de tensión que tenía se suelta- por eso...- enrollo un poco de comida en el tenedor y empiezo a comer. El sonríe.

-¿Pero por eso qué?-dice, con voz calmada-.

-Por eso te odio- digo con la boca llena, las lágrimas embotan mis ojos- porque... porque siempre sabes...- las lágrimas bañan mis mejillas, mientras sigo comiendo-

-Me odias por qué siempre consigo sacarte de la rutina- termina él por mi, poniendo una de sus palmas en mi mejilla. Otro nudo se rompe, y empiezo a sollozar más fuerte- Me odias porqué sé lo que necesitas-.

Le odio, con toda mi alma, no quiero verlo nunca mas.

Pero tampoco quiero que se vaya, y menos de mi vida.

Agh, que mierda, yo soy la que mando.

¿Vas en serio? SipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora