El Toque Dorado

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La Historia de Baco y el rey Midas

En un enorme y suculento banquete organizado en el palacio del Rey Midas, Baco, el alegre dios del vino, levantó su copa.

_Brindo por ti, rey Midas_ dijo_ , y puesto que has sido tan hospitalario conmigo, pídeme lo que quieras, que te lo concederé-

_ ¡Qué gran idea!_ respondió Midas_ ¿Lo qué yo quiera?

_Así es, lo que quieras_ dijo Baco.

_¿Cualquier cosa?

_ ¡Sí! ¡Sí!

_ Ah, muy bien_ dijo el rey, riendo para sus adentros_ Por supuesto que sólo deseo una cosa: ¡Que lo que yo toque se convierta en oro!_ Midas miró de reojo a Baco porque no podía creer que éste pudiera obsequiarle algo así.

_Amigo mío, tú ya tienes todo el oro que un hombre pueda desear_ dijo Baco, decepcionado mientras se servía otra copa de vino y miraba de reojo a alguna de las muchachas que llenaban su jarra en forma de pingüino.

_ ¡Oh, no!, ¡No lo tengo!_ dijo Midas_ ¡Uno nunca tiene suficiente oro!

_Bueno, si eso es lo que quieres, creo que tendré que concedértelo_ dijo Baco mientras se subía los pantalones y se disponía a irse. Y cuando pudo disponerse a pesar de un elevado nivel etílico en su sangre, Midas le hacía un ademán al mejor estilo Pito Catalán, con la mano tocó una rama que colgaba de un roble, y la rama se convirtió en oro.

El rey dio un grito de alegría, y luego exclamó dirigiéndose a Baco: _ ¡Mi deseo se ha vuelto realidad! ¡Gracias!.

El dios se dio vuelta, se despidió con la mano y tropezándose en los escalones se retiró y siguió su camino.

Midas, entusiasmado, miró a su alrededor e inclinándose tomó una piedra del suelo, ¡y la piedra se convirtió en una almendra de oro! Empujo la arena con el pie, y efectivamente la misma se transformó en granos de oro!

El rey, echando la cabeza hacia atrás, gritó: _¡Soy el hombre más rico del mundo!

Corrió luego hacia sus campos, tocándolo todo. Y todo, absolutamente todo, se iba haciendo oro: El cabello del maíz de sus plantaciones, las manzanas que tomaba de los árboles, las columnas de su mansión

Cuando los sirvientes lo oyeron gritar acudieron de inmediato, para saber el motivo de semejante alboroto, y se encontraron a su rey, quien paseaba dando brincos y alaridos cual una gallina alborotada, mientras todo lo que su cuerpo tocase se convirtiese en oro. Todos reían y aplaudían viendo a Midas que, al lavarse las manos en la fuente, transformaba el agua en fulgurante rocío dorado.

Por último, exhausto pero pletórico de alegría, pidió su comida. Los sirvientes le sirvieron un enorme banquete que le colocaron enfrente, sobre el prado.

_ ¡Oh, que hambre tengo!_ dijo mientras ensartaba un trozo de carne y se lo llevaba a la boca.

Entonces, el rey midas se dio cuenta de repente que su deseo no era tan maravilloso como había pensado; por lo pronto, al morder la carne, ésta se había convertido en oro.

Midas se rió desconcertado y tomó un pedazo de pan. Pero tan pronto como sus manos lo tocaron, también se transformó en duro guijarro de oro Al sentirse debilitado por el temor, buscó un jarro de agua pero ¡ay! Lo único que sus labios pudieron tocar fue el frío y duro metal. Hasta el agua se había convertido en oro.

El rey Midas se cubrió la cabeza y gimió porque se dio cuenta de que su gran deseo iba a matarlo. Perecería de hambre o de sed

_ ¡Baco!_ profirió levantando las manos al cielo_ ¡He sido un codicioso loco! ¡Deshaz mi deseo! ¡Libérame de mi toque de oro! ¡Ayúdame, Baco!

Llorando, el rey se levantó de su silla y cayó de rodillas. Golpeó el piso convirtiendo en oro hasta las más pequeña astilla. Los sirvientes sentían pena por él, pero no se atrevían a acercarse por temor por temor a quedar ellos petrificados en oro, a si sea por accidente.

Mientras todos se lamentaban, Baco, tambaleando y con una nueva damajuana de vino, apareció de pronto en el jardín, ahora dorado, del palacio. El alegre dios permaneció vacilante un momento en frente del lloroso monarca, y luego dijo

_Levántate, Midas

El rey Midas se puso de pie con dificultad, y le imploró misericordia a Baco para que este revirtiese dicho deseo

_Fuiste codicioso y necio, amigo mío, tu ambición sin límites te ha llevado a este lamentable estado

Fue entonces que maldijo el nombre del dios que concedió su excéntrico deseo, aduciendo que este le tendió una trampa para castigarlo. Y a si fue que el dios del vino, enfurecido por tamaña acusación le dijo al rey Midas_ Tu has tendido tu propia trampa y ahora por tu desidia pagaras con tu vida_ y luego se fue como quien se va de una fiesta apurado.

El rey Midas permaneció recluido en uno de los balcones del palacio, pensando en la manera de lograr que el dios deshiciera el hechizo, fue entonces que cuando supo como convencerlo llevo su dedo índice a la frente para rascarse por una picazón en su pelo cuando este, o sea el mismo se convirtiera en un estatua humana totalmente de oro.

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