También tu

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-Dee, ya basta

- Es que, tendrías que haber visto su cara, fue tan, tan..- otra carcajada. desde que había empezado a contar la anécdota no dejaba de reír, e incluso desde antes de contarla. A Emily, al principio, le había parecido divertida, pero ahora, después de casi quince minutos, se estaba volviendo un poco molesto.

Como ya era costumbre, estaban en la playa. Desde aquella noche, su relación había avanzado. Solían estar juntos, sin molestarse por la presencia del otro, sobre todo Emily. De vez en cuando, se juntaban con los amigos de Dee por las noches o simplemente paseaban por la pequeña ciudad, sin destino alguno y sin horarios, era la mejor forma de pasar el tiempo. Ahora conocían mucho más el uno del otro, pero aun así Emily sentía que el joven no le contaba todo.

Dee se encontraba recostado sobre las piernas de la chica, mientras seguía riendo. Esta levantó una mano y le tapó la cara. El chico de a poco fue calmándose y apartó con sus dos manos la de la joven. Mientras jugaba con la mano de ella, la muchacha no pudo evitar ver cicatrices en su muñeca izquierda. Inconscientemente tomó su mano y levantó la manga del buzo, mientras que las observaba se dió cuenta que no eran cicatrices normales. Estas tenían un color blanco y casi no lograban verse, lo que significaba que eran viejas, pero si pasabas la mano sobre ellas podías notarlas claramente. Sin embargo, lo más importante era que habían sido hechas a propósito. Mientras Emily pasaba su mano, se dio cuenta que Dee ya no reía, solo tenía su rostro volteado al mar y estaba perdido en, lo que a su parecer eran, recuerdos.

- Sabes-comenzó tomándola por sorpresa, ya que no esperaba que hablara- hace ya cuatro años que no pensaba en aquello. Cuando tenía 13 mi padre solo se dedicaba a golpearme. Su escusa para hacerlo era, simplemente, porque no era lo que él quería. Al igual que tu no era el mejor en el colegio, no tenía amigos y si a eso le sumas un padre drogadicto, alcohólico y con problemas de agresividad, tranquilamente podrías pensar que no tienes motivo por el cual vivir - Dee no apartaba su vista del mar, su ojos estaban más oscuros de lo normal y lo que Emily podía ver en ellos, solo era melancolía y furia - Mis días eran una rutina, en la cual me levantaba por golpes, escapaba al colegio, seguían golpeándome, por ser un inadaptado o, simplemente, me ignoraban. Terminaban las horas de clases y divagaba por la calle hasta que era tarde y me veía obligado a volver a casa. Allí, nuevamente, era golpeado o debía soportar los gritos de mi padre hacia mi madre. Finalmente me dormía con el latido de la sangre punzando en cada golpe. Al día siguiente me levantaba, dándole comienzo a mi tortura nuevamente - Giró su rostro y tomó su muñeca, mientras observaba las cicatrices en ella - Cansado de esto, creí que era mejor abandonar la pesadilla y acabar con mi vida. Así fue como comencé a lastimarme. Jamás hicieron efecto. Solo amortiguaban el dolor de los otros golpes y provocaban, aún más, el llanto en mi madre- Emily simplemente no creía que una persona como Dee hubiese pasado por aquello. Era realmente extraño que él, que la había sacado de una situación similar, que siempre se mostraba alegre y parecía no guardar resentimiento a nada, vivió aun peor de lo que ella había vivido- como los cortes no surtían efecto, un día simplemente tomé la pistola que mi padre escondía e intenté matarme. Conté hasta tres, apreté el gatillo pero la bala jamás me tocó - Hizo una pausa, respiró y prosiguío- Sin que me diera cuenta, mi madre había entrado y apartado la pistola de mi cabeza. Debido a esto y cansada de la agresión de mi padre, arruinando nuestras vidas, simplemente decidimos escapar de él. Nos mudamos a casa de unos amigos de mi mamá, en la ciudad. Desde entonces, jamás he vuelto a ver a mi madre llorar y ese fue uno de los motivos por los que comencé de nuevo. No volví a ser el chico solitario y tímido que era. En fin, soy lo que conoces. Lo importante es eso, lo que soy ahora, no lo que fui - Luego de pronunciar esto vio a Emily a los ojos y sonrió como lo hacia siempre, con esa sonrisa de niño; como si con ella pudiese borrar el pasado, dejando solo lo bueno de este. Comenzó a levantarse mientras decía- Ya es tarde, deberíamos volver a casa.

- Dee...

-Ven, vamos- le dijo para impedir que dijese algo más. Hablar de aquello, de alguna forma hizo que perdiera su espíritu rebosante de felicidad y permaneciera callado durante todo el viaje.

De camino a casa, Emily no paraba de pensar en lo que ahora sabía del joven. Se sentía estúpida por no haberlo sabido antes y pensar que él nunca podría comprenderla. Ahora, caía en la cuenta de que el había sufrido tanto como ella o, incluso, más.

EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora