capítulo 6: Te quiero

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Cuando toqué la puerta, Evan abrió, me miró, se puso pálido, no pudo decirme nada, simplemente se acercó hasta mi y me abrazó, sentí que todo su cuerpo se depojaba de una gran preocupación, me sentí a salvo pero aterrada.
- ¿Quien fue? - Me pregunto al oído.
- No puedo decirlo - Dije, y empecé a llorar cuando todo el terror me inundó.
Evan me soltó, sin decir nada pasó por mi lado como el viento frío en invierno.
Se quedó parado en medio de la calle que era testigo fiel del silencio que se hacía cada vez más grave.
Se giro hacia mi y me miró con lágrimas en los ojos.
- ¿Que harías si la persona que quieres esta sufriendo y no te deja ayudarla? - Dijo, con mucha impotencia.
Mi corazón se quedó quieto, corrí a abrazarlo mi alma tomo el control de todo en mi, y sólo quería estar entre sus brazos, nada más quería sentirme a salvo, quería eso que solo él me daba.
Me abrazó con más fuerza que la primera vez, una fuerza que motiva al corazón a seguir latiendo.
Se separo de mi y mirándome a los ojos me dijo
- Necesito que me digas, quien fue él maldito idiota - Dijo, y aunque sus ojos suplicaban una respuesta, en mi corazón se batía a duelo toda mi conciencia, sabía que había sido afortunada de salir con vida de aquella situación, pero también sabía que necesitaba saber de Santiago, saber que estaba bien, estaba entre la espada y la pared.
- No voy decir nada - Respondí mirando al piso, mi corazón me decía que tuviera Fe, que callara.
Sólo recuerdo que Evan pasó por mi lado como una corriente hiriente, sin hablar entró a la casa.
Entre detrás de él, pero él no me hablaba, ni me miraba.
Sólo subi, entre a mi habitación, camine despacio hacia el baño y abrí la ducha, me metí debajo de ella sin sacarme la ropa, no podía creer lo vivido, no podía creerlo.

Cuando desperté a la mañana siguiente, me di cuenta que no tenía mi mochila, y me dolía en el alma no tener mi cuaderno para escribir.
Cuando baje las escaleras Evan no estaba, fui con cuidado hasta la escuela, con miedo de cualquier movimiento, Santiago no salía de mi mente.
Cuando llegué a la escuela, todos estaban hablando entre sí, me sentí sola al no tener con quién dialogar.
Camine hasta la biblioteca, quería refugiarme entre los altos estantes llenos de arte escrito, quería hacer de aquel lugar mi castillo, mi refugio.
Siempre que entraba a aquel lugar saludaba al bibliotecario que tenía pelo blanco, como su bigote, tenía una sonrisa tierna, y una calida mirada, me causaba gusto saludarle.
Me senté en el piso, entre los estantes, mire mis manos lastimadas, y no podía dejar de pensar en Santiago, no podía dejar de sentir una culpa enorme en mi, no podía.
Era hora de ir a clases, me tocaban las clases de Evan.
Fui la primera en entrar al salón, me senté del lado de la ventana, mirando hacia afuera.
Evan entró, estábamos solos, pero aún así no me miró, ni me habló.
Se sentó en su escritorio, y miraba sus libros, lo miraba esperando cruzar miradas, pero no fue así.
- Ambar ! - Escuche, era Santiago, salte de mi silla y lo abraze, mi corazón salto de la agonía a la paz.
Se sentó a mi lado.
- ¿Que pasó? - Pregunté impaciente
- Ambar, mi padre murió, cuando mi padre vio que no estabas él se enfureció y saco su arma empezó a disparar al aire, con los ojos llenó de enojo me apunto a mi, me miró y dijo "Eres debil", no puedo explicarte Ambar, lo que es sentirse hijo de un padre al que no conoces.
Detrás de él estaba Sebastian, uno de sus guardaespaldas, saco su arma sin hacer ruido alguno y le disparó a mi padre, callo delante de mi.
Sebastian prácticamente me crío era la mano derecha de mi padre y era quien más me cuidaba.
- ¿Y Sebastian? - Pregunté
- Cuando la policia llegó él se entregó, totalmente tranquilo, se acercó a mí y dijo "Cuidate hijo", vi a mi padre tendido en el suelo y no sentí nada, pero vi a quien estuvo conmigo siempre, esposado, llevado por la policía y mi corazón dejo de latir.
- Lo siento mucho - Dije
- Tarde o temprano iba a pasar esto, mi padre no era bueno, estoy destrozado pero sólo quiero seguir y dejar todo esto atrás.
- ¿A donde vas a ir? - Pregunté
- Con mis tíos, no vienen lejos de aquí - Respondió con la mirada cansada y el corazón destruido.
- Puedes contar conmigo - Dije y tome su mano.
- Todos me dicen "Siento mucho tu pérdida" lo único que perdí es mi fe en la humanidad.
- Lo siento mucho - Dije, aunque no había palabras que acompañarán su soledad.
- Te traje tus cosas - Dijo, metiendo su mano en su mochila y sacando mi pequeña mochila con mi cuaderno en ella.
- Gracias Santiago - Dije con dulzura
- Lo único que necesito es que no me dejes solo, eres en la única persona que confío - Dijo, soltando una lágrima.

Evan se acercó a nuestras mesa.
- Lamentó tu pérdida Santiago - Dijo y se volvió a su escritorio
- La clase termina aquí, lean sobre la revolución industrial para la próxima clase -

Todos se levantaron, hasta Santiago se había ido, y quedamos solos.
Me acerque al escritorio de Evan, mientras el leía.
- ¿No vas a hablarme?
- Que lindos se ven tu y Santiago - Dijo sin sacar la mirada de su libro.
- Es mi amigo - Respondí
- No me interesa Ambar
- Evan, te quiero - Dije, y me fui, no quería ver cómo me ignoraba entonces no mire hacia atrás.

A veces nuestros actos no se pueden borrar, y todo queda justamente como no lo deseábamos.
Me sentía estúpida, no sabia como arreglar las cosas, no sabía.






La chica del castillo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora