Me escocía la garganta pero no iba a parar de fumar,
lo que había visto me aterraba,
era la cruel verdad.
Las caladas me calmaban pero a su vez me alteraban y acababa -como siempre- dormida en él sofá con el cigarro aún a medio acabar.
D
Me escocía la garganta pero no iba a parar de fumar,
lo que había visto me aterraba,
era la cruel verdad.
Las caladas me calmaban pero a su vez me alteraban y acababa -como siempre- dormida en él sofá con el cigarro aún a medio acabar.