Capítulo 2: La hora del rencuentro

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Un graznido ensordecedor despertó a Odile llegada la mañana. La luz se colaba entre las grietas del tronco de su viejo sauce.

- ¡Despierta, despierta! - el intenso graznido retumbaba en los finos oídos de Odile. - ¡Odile despierta!

- ¿Nevermore? ¿Qué ocurre? - se quejó mientras se frotaba los ojos. La chica se levantó de su lecho de hojas, todavía somnolienta.

Un cuervo negro como el carbón entro en el sauce y se posó en el hombro de su dueña, Odile. El pájaro portaba orgulloso un collar de rubí y sus ojos amarillos brillaban con picardía.

- Hoy es un día importante, ¿recuerdas? - graznó hinchando las plumas del pecho.

- No creo que tenga algo que hacer, más que quedarme aquí.

- ¡Eres una pesimista! ¡En mi vida había visto un cisne con la cabeza tan baja! - el cuervo abrió las alas, sorprendido.

- Y tú eres un pájaro irritante. Pesas demasiado, pósate ahí. - Odile señaló una pequeña rama y Nevermore voló obediente hacia ella. - Nunca he visto un cuervo tan... granuja y sinvergüenza.

- Gracias. - se mofó el ave. Odile pareció no hacerle caso.

- ¿Qué era eso tan importante que venías a decirme? No me digas ahora que me has despertado para nada...

- ¿No te acuerdas acaso? - exclamó Nevermore. - ¡Hoy es el día en que verás a tu padre en el Pantano de los Exiliados!

Odile abrió mucho los ojos, con expresión asustada y sorprendida a la par. ¡Se le había olvidado por completo! Hacía más de diez años que su padre no la veía, pero la chica tampoco pretendía volver a hablarle por el momento. Se juró que estaría preparada para el día en que debería reencontrarse con Rothbart, pero nadie le había recordado que el tiempo pasa volando, como una bandada de cisnes.

- No estoy preparada, Nevermore... tengo miedo de lo que pueda pasar y...

- ¡Anda ya! Has tenido diez años enteros para prepararte. ¿No iras a achantarte ahora, Odile?

Tras echarle una mirada fulminante al cuervo, Odile respiró hondo y se armó de valor. Escogió un vestido de tutú romántico negro con plumas doradas para la ocasión. Agarró con fuerza su tocado de perlas y lo enganchó entre su pelo. Por último, cogió una pequeña caja de zapatos de una repisa y de ella sacó su diamante rosa de la suerte, apretándolo fuertemente para sentirse segura. En el fondo de la caja descansaban unas zapatillas de punta del color del azabache con pequeñas incrustaciones de oro. Eran las puntas de un generación de mujeres cisnes entera. Odile se las ató alrededor de los tobillos con las cintas de raso, cosidas a mano con hilo dorado. Odile se sentía segura con su diamante rosa, pero aquellas puntas sin duda alguna la reconfortaban más que una simple joya; pues aquellas puntas habían pertenecido a su madre. Seguro que Rothbart se sentía orgulloso si veía a su hija portando las puntas de su ya difunta mujer.

- Estás preciosa, Cisne Negro. - dijo Nevermore, inclinando la cabeza a modo de reverencia.

- Eres muy exagerado...

- La hija del señor de las sombras se merece todos mis respetos. - replicó, mientras volaba al hombro derecho de Odile. - Debemos darnos prisa, tu padre espera impaciente.

La chica cisne cogió una bolsa donde guardó algunas provisiones para pasar el día fuera. Había muchas posibilidades de perderte de camino al Pantano de los Exiliados. Pero Odile sabía que las horrendas criaturas que lo habitaban solo se esconderían tras los podridos troncos al ver pasar a la hija del señor del mal.

Salieron por el hueco del viejo sauce y Odile decidió que la manera más rápida de llegar sería volando, así que se transformó en un cisne negro y emprendió el vuelo junto a Nevermore hacia el Pantano. Rothbart, el brujo cuervo, el más temido, les aguardaba en su dominio de oscuridad.

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2016 ⏰

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Cisne Negro: la historia jamás contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora