Capítulo 4

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Pasaron las semanas y la recuperación de Amelia era algo notable. Melisa y John no podían estar más agradecidos ya que sus tres hijos se encontraban juntos y la felicidad volvía a reinar en su hogar.

Luego de que Amelia despertara y de que la madre de James cayera en coma, todo había cambiado para este par. Entre James y los hermanos Roussel se había creado un lazo de amistad que crecía cada día más. James solía visitar a los Roussel cada vez que podía, y este a su vez había sido recibido con mucha hospitalidad por toda la familia.

Todos en la familia Roussel querían mucho a James, ya que lo consideraban una especie de niño milagroso porque estuvo con Amelia tan solo unos minutos y ella despertó.

Por su parte, Malcom no podía estar más que satisfecho con esta nueva amistad, ni a él mismo se le hubiera ocurrido una mejor manera para deshacerse de James. Así podría desahogar sus penas en solitario, sin nada más que una botella de whisky.

James y Benjamín pasaban sus tardes metidos en diferentes videojuegos, pasando desde el reino de Azeroth1 combatiendo orcos2, hasta el reino de Hyrule3 para detener a Ganondorf4.

Aunque no en su totalidad, esto ayudaba a James a alejar su mente de la cama de hospital en la que se encontraba su madre.

Amelia, siendo ajena a todas las consolas que tenía su hermano, decidió que solo le quedaba su cámara para pasar el rato, y no es que se quejara de ello. Su jardín le parecía un lugar infinito donde se podía encontrar cosas, ya sean insectos, flores, el cielo... Cualquier cosa que pudiera captar su atención.

Estaba muy atenta en su nuevo objetivo, una pequeña mariquita que volaba de flor en flor, de hoja en hoja. Cuando el animalillo se detuvo en la parte frontal del tallo, Amelia sostuvo la cámara con mucho cuidado, contuvo la respiración para no espantarla, puso su dedo índice en el botón de la cámara y...

—¡BUU!

Amelia saltó con un grito ahogado, mientras a su espalda resonaba una fuerte risa.

—Jajajaaj. Ese grito ha sido épico.

—¡JAMES! —exclamó Amelia, enfurruñada—. Acabo de perder lo que iba a ser mi foto perfecta, todo por tu culpa.

—Mmm —James observó el lugar, intrigado—. Pues yo veo todo igual a como estaba hace diez segundos. ¿No será idea tuya?

Amelia buscaba a su objetivo perdido mientras James le seguía el paso.

—Era una mariquita —dijo resignada mientras se sentaba en el suelo—. Pero ahora no la volveré a encontrar. Este lugar es muy grande, puede estar en cualquier parte.

—Puedo ayudarte a conseguir esa foto perfecta —James extendió su mano hacia ella—. ¿Me prestas la cámara? —Amelia miró su mano con recelo, apretando su camara contra el pecho. James se acuclilló a su lado—. Oh, vamos. Tu misma lo dijiste, este lugar es muy grande para que lo encuentres tú sola.

A sabiendas de quien llevaba la razón, Amelia extendió su camara hacia él. La atrajo hacia ella otra vez, mirándolo con desconfianza.

—Está bien. Pero eso si te advierto, tienes que cuidarla.

James resopló.

—Hecho.

Mientras Amelia estaba ocupada buscando insectos por los arbustos y sus alrededores, James buscaba cerca del estante y la piscina.

Luego del accidente, Amelia había creado una fobia extrema por las profundidades. Nadie podía hacerla aproximarse a la orilla de la playa o de una piscina. John y Melisa decidieron que no la presionarían, ya había pasado por mucho.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2016 ⏰

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