Resignación

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Resignación.

La brisa matutina golpeaba mi rostro, refrescándolo, mientras conducía mi auto rumbo a la ceremonia de graduación, hoy al fin concluiría mi vida como estudiante, después de tanto esfuerzos y sacrificios, a partir de ahora sería reconocido como médico. Mi vista puesta en la carretera, con una suave melodía de fondo, el cielo despejado, definitivamente hoy pintaba ser un día de los más gratificante, o eso quería creer, pero sé que, en mi cobardía, solo estaba engañándome, después de todo, no soy el único rumbo a una ceremonia importante, ¿verdad, Rukia?. Aprieto con fuerza el volante cuando ese pensamiento viene a mi mente, tanto que me había empeñado para no recordar eso precisamente el día de hoy.

Cuando desperté esta mañana, me dije a mi mismo que solo me enfocaría en mi gran día, pero porque, porque tenía que ser hoy, justo el día en el que tú te casarías, con alguien que no era yo. ¿Por qué Rukia? ¿Qué fue lo que nos pasó para terminar así, cuando ni siquiera pudimos empezar?

Mi celular comienza a sonar, sacándome de mis cavilaciones y me veo en la necesidad de estacionarme en un lado de la calle para poder contestar apropiadamente, pero me detengo indeciso al ver en la pantalla el nombre de Uryu, me hago una idea de que es lo que quiere, lleva diciéndome lo mismo desde hace 6 meses, desde que nos enteramos del día de tu ceremonia gracias a Inoue; sabiendo que no parará, me decido a contestar.

―Se puede saber, ¿dónde rayos estas Kurosaki?, deja de ser un cobarde y escudarte en tu estúpida e infantil indiferencia. ―Escucho su voz molesta y frunzo el ceño, detesto que diga eso, aunque sé que es verdad, pero me molesta que me recuerde que estoy siendo infantil, lo sé, maldita sea, claro que lo sé, pero tú tomaste una decisión y, por muy estúpido que suene, yo decidí respetarla, por mucho que me duela.

―Deja de fastidiar, Ishida, voy rumbo a la ceremonia de graduación y no digas más, te vuelvo a repetir que la decisión ya está tomada. ― ¿Por qué nadie podía entender que ya no había nada por hacer? Ambos nos rendimos hace un año.

―Una muy, pero muy estúpida e idiota decisión, igual que tú, dime ¿desde cuándo Ichigo Kurosaki es una nenita cobarde? ―Aprieto con fuerza el celular, sintiendo como balde de agua fría cada una de sus palabras, ¿cuántas veces me he dicho lo mismo? Dime Rukia, ¿por qué tomaste esa decisión? ¿Por qué te alejaste de mí y yo permití que lo hicieras? ¿Cuándo deje de luchar y me volví un cobarde?

Después de ayudar un poco con la reconstrucción de la Sociedad de Almas, tuve que regresar a casa a retomar mi vida, pero ya no era lo mismo, sentía que dejaba una parte de mí atrás, así que regresaba cada vez que podía. Se sentía extraño llevar una doble vida pero sabía que estaba haciendo lo correcto, en especial cuando se trataba de ti. En esencia seguíamos siendo los mismos, discutíamos por cualquier tontería, seguía burlándome de tus deformes dibujos y tú seguías aventándome cualquier cosa que tuvieras a tu alcance o me golpeabas a puño limpio, solo para después seguir conversar como si nada.

Pero sin darnos cuenta, sabíamos que algo estaba cambiando entre nosotros con el pasar de los años, en especial cuando ingrese a la Facultad de Medicina, ya que a pesar de que los horarios de escuela a veces no me dejaban ni respirar, siempre buscaba la forma de ir a la Sociedad de Almas para estar a tu lado, para asegurarme que estabas bien. Incluso mis días libres las pasaba ahí hasta el anochecer, cuando terminabas tu trabajo en el escuadrón y te acompañaba a la mansión, entre peleas absurdas y platicas casuales, entre risas y gritos.

O de igual forma, tú venías al Mundo Vivo para encargarte de los Hollows y hacer las labores domésticas de mi departamento cuando yo tenía mucho trabajo escolar, incluso me cocinabas, era reconfortante regresar de un pesado día y encontrarte en la cocina, con un mandil puesto y tarareando una canción cualquiera, siempre hacías que una sonrisa se formará en mis labios al dejarme tener esa visión de ti. Y de igual forma que en la Sociedad de Almas, en mis días libres nos la pasábamos conversando de nuestro día, sin dejar de lado nuestras típicas discusiones, al final, caíamos en los brazos del otro, rendidos en el sofá, aunque al principio nos despertábamos un poco avergonzados, poco a poco se convirtió en algo normal, lo sentíamos bien, como si así fuera la correcto, como si así debía de ser.

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