-Venga mi amor, despierta.- Su voz era dulce como la miel, suave como la brisa fresca del mar.
- Qué hora es abuela?-
-Faltan diez minutos para las ocho. Hoy tienes el bautizo de tu primo, recuerdas? -
Mierda! El bautizo! Me levanto rápido y doy un suave beso en la mejilla de mi abuela.
-Voy a ducharme, no quiero llegar tarde. - Le dediqué una amable sonrisa.
-No tardes.-
Los chorros de agua que caían por mi espalda me tranquilizaron. Me envolví en un albornoz de color azul turquesa y miré mi armario. Todo eran sudaderas y camisetas de deporte. Nunca vestia como una chica, simplemente, no me gustaba.
Al fin lo encontré. El vestido favorito de mi madre. Esa fue su herencia, y la verdad, lo aprecio.
Apliqué a mi rostro un poco de maquillaje ya que la ocasión lo requeria. Cuando estuve lista, salí de casa, direccion a la iglesia.