CAPITULO 4

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Mis ojos no podían dar crédito a lo que estaban mirando, y esa flama que tenían hace ya un par de horas volvió a flotar en la inmensidad de estos, despertando en mí, el deseo de tenerlo en mis brazos.

Sin darme cuenta mis pies avanzaron a donde se encontraba Santiago, mientras caminaba al encuentro con el chico aquél, varios hombres me asediaban al ir pasando junto a ellos, pero yo solo llevaba un objetivo y un solo propósito, encontrar al chico que habían captado mis ojos.

Caminé por toda la sala llena de mesas, me abría paso entre las personas, subí las escaleras para llegar al segundo piso, donde se encontraba o creía que se encontraba Santiago.

Al llegar al segundo piso, encontré a Ramiro y a Sofía amigos de fiesta, son una pareja que conocí en el antro —muy buenas personas —pero en éste momento, no tenía ganas de platicar con ellos, lo único que quería, que deseaba, era encontrar al hombre de mis sueños, a ese hombre que había despertado en mí, ese deseo de enamorarme, enamorarme verdaderamente.

— Hola —saludaron.

— Hola —contesté sin ponerles atención.

— ¿Cómo estás? ¿Ya estas mejor? La otra noche no te veías muy bien, estabas muy alterada y nerviosa.

— Ah, si —buscaba insistente con la mirada.

— Ya estoy mejor, no se preocupen —seguí buscando.

— Nos vemos —me retiré.

Seguí en busca del chico, caminé por lo largo de toda sala del segundo piso y no encontré nada.

— No pudo haber sido un invento de mi imaginación.

—No, de mi imaginación no —renegué y le lancé una advertencia en mi mente.

<< No te metas >>

Estaba por darme por vencida, cuando volví a escuchar esa palabra que me derretía en voz de alguien conocido.

— Hola encanto —hablaron.

Desesperada, volteé hacia todos lados en busca de encontrar de qué parte de todo aquél enorme lugar provenía esa voz y, sobre todo, buscar al dueño de tan encantadora y seductora vocecilla.

Mi búsqueda fugaz no tuvo resultado, decepcionada y ya sin ánimos de seguir en aquella búsqueda incansable, decidí bajar a la planta baja y encontrarme con el hombre aquél que había dejado en la barra y recobrar el ofrecimiento tentador que había tenido hace un instante.

Estaba por bajar las escaleras, aún no bajaba ni el primer escalón, cuando escuché a la lejos una acalorada discusión entre un hombre y una mujer, la mujer se escuchaba desesperada y el hombre estaba molesto —verdaderamente molesto —me detuve en seco, pues las personas que se encontraban en la parte baja, se empezaron a levantar de sus asientos, la música cesó súbitamente y fue entonces que escuché con claridad aquella discusión.

— Eres un maldito —aventó al hombre.

— Tranquila.

— ¿Qué te pasa?

— ¿Qué me pasa?

— ¿Me preguntas que me pasa?

— ¿Es enserio?

— Olvídalo —el hombre se retiró.

— ¿Me dejarás hablando sola? -preguntó la chica, quedándose allí parada, viendo cómo se alejaba el hombre.

El hombre no hizo ningún gesto y continuó su caminar, ahora que lo veía desde el segundo piso de donde me quedé inmóvil, lo reconocí claramente, era el hombre que estaba platicando conmigo hace un momento en la barra.

Mis ojos se abrieron grandes al captar en la chica aquella que corría tras el hombre, esa chispa de furia y coraje en su rostro.

Corrió tan aprisa que lo alcanzó y le dio un golpe en la cabeza, el hombre, solo se detuvo, giró su cuerpo y en su rostro se enmarcaba el aborrecimiento y coraje, empuñó la mano —pero la dejó quieta allí abajo —su rostro se tornó duro y sus facciones detonaban un coraje excesivo. Se miraron iracundos por unos segundos. Y la chica continuó con su reclamo:

— Me traes a un antro según tú, para pasar un rato agradable, distraernos, bailar y tomar unos tragos ¿Y que es lo que haces? Me dejas allí sola, abandonada y tú te vienes a coquetear con otras mujeres ¿Qué crees que soy yo? ¿Tu burla? Ya estoy harta, pero ahorita pondré una solución a esto.

— Tranquila mujer —respondió el incauto con voz suave.

— ¿Me pides tranquilidad? Cuando cada noche vienes, te sales de casa y siempre llegas oliendo a perfume de mujer, uno distinto cada noche, y yo tengo que estar allí, esperándote y soportar que cada noche me engañes, me uses y me maltrates. Ya estoy harta —gritó.

— Vámonos, por favor —volvió a replicar.

— Al diablo contigo —gritó.

— ¿Dónde está? ¿Dónde está? —gritó desesperada la mujer y volteando para todos lados, como si estuviera buscando a alguien.

— ¿Dónde está quién?

— No te hagas, esa mujer con la que estabas hace un rato.

Mi corazón se aceleró completamente y sentí como el flujo sanguíneo bajó rápidamente por todo mi cuerpo, di tres pasos hacia atrás, pero sin perder visibilidad de lo que ocurría abajo.

La discusión se tornó cada vez más fuerte y violenta, se escuchaban gritos, alaridos y hasta los golpes llegaron.

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⏰ Última actualización: Jun 22, 2016 ⏰

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EL ORIGEN DE LAS ALMAS: LOS GUARDIANESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora