Tú nos muestras tu brillar

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Título: CANCIÓN PARA PETER

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU, Post Civil War (semi AU)

Parejas: Stony, Superfamily

Derechos: Soy tan pobre.

Advertencias: Estas historias fueron publicadas en mi rincón de demencia que poseo en Facebook, y que recopilo aquí para quienes deseen leerlas en formato fanfic. Tiene variantes respecto a Civil War, entre otros elementos.

Gracias por leerme.


TÚ NOS MUESTRAS TU BRILLAR


Todo estaba bien ahora, o al menos eso le daba la sensación a Peter, bien acurrucado junto a Tony quien dormía cual tronco porque estaba recuperándose de su pelea con los malos. Quién sabe qué tanto había hecho pero había terminado como esas carnes que ponen en las máquinas para ablandarlas. Pero Natasha y sus amigos llegaron para rescatarles y acabar con sus captores como los superhéroes que eran. Los habían llevado en la gran nave con la amiga de su papi, la doctora Helen Cho con quien estaban, en un cuarto de tres paredes blancas y una de cristal que dejaba ver otras paredes de cristal donde había monitores que cuidaban de ellos, según le explicó Viernes, siempre a su lado. Peter solamente había terminado con raspones nada serios, Tony era el que había estado grave más la bonita doctora tenía máquinas muy sorprendentes que lo estaban curando, así que pronto despertaría y quizá podrían volver a su casita en el valle perdido.

Natasha le había regalado un tsum tsum –así dijo que se llamaban- de color rojo con amarillo con una cara chistosa que abrazó contra su pecho cuando se sentó en la orilla de la camilla, observando a su papi dormir apenas si con su pecho subiendo y bajando. Había sido toda una aventura, pero no le gustó que Tony terminara así. Peter levantó su mirada al ver aparecer por un costado de aquel pasillo de paredes de cristal a un hombre. Únicamente había visto en todo ese tiempo a la doctora y a Natasha, a nadie más, así que le sorprendió mucho ver un rostro nuevo. Era alto y muy fuerte, con sus cabellos rubios muy cortos y ojos azules igualitos a los suyos. A la mejor el hombre creyó que estaban durmiendo los dos porque pareció sorprendido cuando se dio cuenta que Peter le miraba desde la camilla. Estuvieron así unos minutos, viéndose fijamente hasta que Peter apretó una sonrisa, levantando una mano para saludarle sin hablar. Siempre había que ser educado, recordó las lecciones de su papi cuando jugaba con él. Aquel hombre se quedó serio, apenas si levantando su mano correspondiendo a su saludo antes de hacer una cara que se le antojó como si fuese a llorar de un momento a otro. Viernes le preguntó si se sentía incómodo o deseaba que ese visitante se retirara. Peter negó, mirando a Tony unos segundos antes de bajar de la camilla e ir a la puerta de cristal que pidió a su pececito parlanchín que abriera, quería conocer al hombre de rostro triste que hizo otra cara, como de susto cuando vio lo que estaba haciendo.

-Hola –Peter saludó abrazando su tsum tsum, mirándole con ojos grandes, parecía un gigante desde su pequeña altura.

-Peter...

Le reconoció por la voz, era Steve del armario de Narnia.

-Steve –dijo, parpadeando mucho. Había tantas cosas que pudieran ser importantes en un momento como ése, pero a Peter solamente le interesó una- ¿Cuál es tu nombre de superhéroe?

Tal vez la pregunta no fue la correcta porque Steve echó a llorar, llevándose una mano a su boca como si con ello pudiera esconder sus lágrimas. Peter le miró de arriba abajo, no entendió muy bien el por qué estaba así, pero sabía que hay cosas que duelen como para dejar libre un llanto como ése, así que se acercó con una sonrisa y sus bracitos abiertos para darle a entender que iba a abrazarle, porque los abrazos eran buenos, siempre aliviaban. La experiencia de Peter así se lo recordaba. Steve cayó de rodillas, atrapándole de pronto entre sus muy gruesos y fuertes brazos que de pronto perdió el suelo, siendo mecido suavemente como si quisiera adormilarle con un par de besos en sus cabellos que luego fueron acariciados.

-No llores, Steve –murmuró como pudo Peter, estrujado entre el pecho del hombre y su tsum tsum.

Definitivamente Steve entendía de otra manera las cosas porque solamente lloró más, contra su cabeza y hombro sin soltarle ni un centímetro. Le dejó hacer, mirando hacia el techo blanco de aquel pasillo tan elegante y silencioso salvo los sollozos de Steve ahogados en su cabeza. Aunque los adultos suelen ufanarse de saberlo todo, mejor que los niños, Peter era capaz de entender sus enredadas ideas, lo que luego no decían con palabras por miedo a muchas tonterías. Peter sabía de alguna manera, tenía un excelente Pepe Grillo en su interior.

-Tú eres mi otro papá, ¿verdad?

Ya lo había pensado desde hacía tiempo, antes de encontrar la llave del armario de Narnia pero se le había olvidado la idea siendo sinceros, por culpa de las tareas y la estampida de ovejas gordas que rodearon la casa y que hubo que ir guiando con muchísima paciencia hasta los corrales de la Señora McGraham, quien muy apenada les cocinó el mejor pastel de durazno que Peter hubiera probado en su vida. Pero lo recordó, haciendo memoria de los padres de los demás niños, las conversaciones de éstos como de las maestras. No todas las familias tenían mamá y papá, algunas ni siquiera tenían padres, sino abuelos, tíos e incluso personas que no eran familiares pero se convertían en uno. Así que dos más dos eran cuatro, por eso la carta, por eso Tony jamás invitaba a nadie, ni a la mujer más hermosa del pueblo, por eso la estrella en el plato, el teléfono viejo con Steve del otro lado.

-Perdóname –escuchó la voz quebrada de Steve en su oído.

Bueno, podría enojarse un poquito pero, la verdad, toda aquella aventura le había dejado muy cansado como para hacer un berrinche así. Y además tenía una cosquilla dentro de su cuerpo que le producía alegría porque se daba cuenta que él SÍ era hijo de un superhéroe y SÍ había estado oculto a la vista de los malos que cuando fueron a secuestrarles como los villanos que eran, pues entonces fue rescatado por los amigos de Natasha y Steve. La niña tonta de las coletas, tan presumida, nunca tendría una experiencia como la suya ni viajaría nunca en una nave de ciencia ficción con un pececito llamado Viernes cuidándole. Peter suspiró, haciendo lo posible por abrazar con fuerza a Steve, lo mejor que pudo.

-Tu voz suena mejor en persona. Ya no te vayas. Quédate con nosotros, si quieres yo hablo con mi papi. Él siempre me escucha. ¿Te quedarás?

-Sí, Peter. Para siempre.

Fue todo lo que necesitó él para ponerse a llorar, pero de felicidad.


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