Capítulo 3

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Eran las ocho de la noche en un Viernes que, gracias al cielo, el señor Joe nos había dado libre. Recibí una llamada que me obligó a dejar de mirar el progama que estaba viendo en la televisión. Al revisar, caí en la cuenta de que era Selena. 

—¡Hola! ¿Quieres salir hoy?—dijo emocionada y de muy buen ánimo.

—No lo cr...-

—¡Mejor ni siquiera digas nada! Saldremos Gray, saldremos y no acepto un "no" como respuesta.

—Bien, como digas... Nos vemos en el club ¿no?

—No, claro que no. Yo te llevaré en mi auto, Ashley. Te paso a buscar a las ocho y media, y así tendrás tiempo de vestirte como nunca. Debemos hacer que sea la noche de nuestras vidas—suspiró feliz—¡Lo será!

Colgué y reí débilmente, porque al fin haría algo que despeharía mi mente. Era bueno. 

Al instante, reaccioné y fui trotando a mi habitación para buscar algo que ponerme. Abrí el ropero y comencé a sacar toda mi ropa.

Todo lo que tenía era negro y gris, leggins, camisetas, chaquetas de cuero... Nada servía para una fiesta. Pero entonces pensé muy bien, y sí, algo tenía. No era nada novedoso, pero en fin no tenía otra opción. Opté por un vestido corto ajustado muy oscuro que tenía hacía un año y medio, y una chaqueta de cuero roja realmente radiante, que me la dejé abierta junto con tacones también negros y aretes circulares plateados. Demasiado clásico, no era gran cosa; pero estaba siendo fiel a mi estilo. Después de todo no había sido tan difícil elegir, como creía en un principio.

Para maquillarme, sólo elegí un labial, base y rímel negros también. ¡Pero estaba olvidando un detalle! Mis lentes negros estilo hipster que siempre llevaba conmigo.

Al finalizar todo, caminé un poco por la sala para practicar mi forma de caminar. Luego, miré mi reloj y faltaba cada vez menos para salir, así que aproveché para enviarle un mensaje de texto a Selena.

ESTOY LISTA!

VOY A BUSCART, respondió.

A las ocho en punto, media hora antes del horario pactado durante nuestra llamada, su auto estacionó justo en frente de mi casa y ella, simplemente tocó la bocina dos o tres veces sin ni siquiera bajar de su Fiat Spider azul.

Bajé rápidamente los escalones, pero cuidadosamente tratando de no caerme. Salí y parada en la entrada la saludé con la mano sonriendo, para luego acercarme y subir en el asiento del acompañante. 

—¡Hola otra vez!—Sonrió.

—Y bien, ¿a dónde vamos?

—¡A un club!—dijo poniendo en marcha el motor—Club #21—. Aclaró.

—¿Dónde es? 

—A diez calles de aquí; no tan lejos—respondió, aunque estaba más concentrada en manejar. 

En ese silencio, me puse a observar lo que traía puesto*. Traía unos shorts blancos y tacones color crema. Además, llevaba en un top también blanco con brillos y lentejuelas grises. Nada loco, pero totalmente ella. 

Cuando llegamos, preguntaron qué edad teníamos y nos indicaron que era para mayores de veintiuno.

—Sí, ella tiene veintitrés—me señaló la morena, hablando por mí—. Y yo tengo veintidós. 

Gruñó. Supuse que era porque lamentaba no tener personas de menor edad para para sacar a golpes de allí, seguramente amaba hacer eso y era su razón para trabajar en Club #21.

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