—Mira la hora —murmuraba fuera de sí la señora Hubach, mientras paseaba por el estudio de su marido con las manos temblando excesivamente.
—Tranquila, linda. Su última preocupación debe ser llegar a tiempo Re-recuerda, han estado separados por mucho tiempo —le respondió él. No tan confiado como su fachada reflejaba. Le era imposible imaginar en que problemas se habían metidos sus hijos, las calles de Venecia eran tranquilas y transitadas por las noches—. Ten en cuenta que... Amon y Damián son todos unos adultos, están en buenas manos.
Los herederos más grandes tenían una profesión. Incluso Damian estaba comprometido.
—¡Oh, y que puedo mencionar de nuestra pequeña Irene! Además, Lucifer es un muchacho muy responsable.
Ambas chicas habían sido enviadas a un prestigioso colegio en Alemania, con sus respectivos guardias, claro.
—Azezel, Lili y Alouqua deben estar más que felices— concluyó el padre, con una mezcla de orgullo y temor.
—Tú mismo has mencionado que tan importantes son nuestros hijos. Tenemos que enviar a más personas a buscarlos, yo misma iré. Mi tía Dora mencionó unos cazadores cerca de Cannaregio...
Un estruendo interrumpió la tormentosa charla de los señores. Varios gritos provenientes de la recepción provocaron que salieran disparados a investigar. Cuando llegaron una sirvienta se encontraba tirada en la alfombra, sangrando.
—¡Fey, Fey! -exclamo sorprendida, pero no aterrada la señora de la casa. Ya que como Fey, todos los sirvientes eran demonios "ojo negro". Criaturas capaces de sanar por si solas, pero a comparación con sus líderes, ellos tardaban más.
Un par de mucamas la asistieron sacándole una bala. Mientras tanto, los guardias se dirigieron a la enorme puerta de madera, ahora con varios agujeros por los disparos. Al abrirla no se encontraron con los responsables, en su lugar los ojos del señor de la casa y sus vasallos se llenaron de horror e ira.
—¿¡Qué ha pasado?! —preguntó la señora corriendo. Sin embargo, fue muy tarde para evitar que se topara con ese regalo.
Cabezas. Las siete cabezas de sus adorados hijos. Abandonadas a la intemperie, aun chorreando de sangre con los ojos vacíos. Todos los presentes pudieron oír los corazones de los padres dejar de latir. Los sacaron a la fuerza de la escena con la orden de limpiar. No querían hacer un escándalo y que los mortales se enredaran en ese. No obstante, toda la noche el llanto de la mujer hizo eco y ninguna criatura pudo dormir. Los lobos la acompañaron con su canto y la luna veló junto a su cama,
Entretanto, el señor Hubach pasó toda la noche pensando. Los demonios no pueden morir. En sí, solo son esencias, energías oscuras. El responsable del atroz asesinato solo se deshizo de los cuerpos. Sus hijos seguían ahí afuera, aun festejando. Y no había nada que podía hacer para hacerlos volver.
—Posesión, o reencarnación.
Las únicas dos formas de interactuar con el mundo terrenal. Sin embargo, aún eran muy jóvenes. Al querer alejarse del estilo de vida tradicional nunca les habían enseñado como controlar un cuerpo, como percibir olores a distancia... Como crear un cuerpo de la nada. Tan solo sabían cambiar el color de sus ojos.
—Instinto.
Una bestia siempre será salvaje aunque le pongas un collar. Ellos tendrían que salir de esa odisea. Solos.
Alouqua estaba consciente. Sabía lo que había sucedido. Se sentía sucia, desconcertada y destrozada en cuerpo; por otro lado, su corazón se sentía ligero y puro. Pero no podía reaccionar. Hace horas que las lágrimas dejaron de correr. Esa tarde, su reflejo sobre la superficie de una laguna le devolvía la mirada confundida.
¿Qué iba a hacer ahora? Mucho más importante, ¿qué pasaría con su dulce futuro? Aquel que planeó junto a sus niñeras, horneando galletas en una tarde soleada...
Con solo recordarlo chilló de desesperación. Se encogió de pies y manos, y esperó. No podía hacer otra cosa. Ya que la única alternativa era una que desconocía completamente. Renacer.
—A diferencia de los hombres, nosotros no medimos nuestra vida en años. Somos tan grandes y sabios gracias a las lecciones que vivimos durante cierto tiempo. Y el cascaron que usamos no tiene valor, puedes cambiar de rostro cuantas veces quieras. ¿Acaso no es maravilloso, mi amor?
—Sí, tía Judith.
Eran fantasmas, encadenados a la vida porque aún no había finalizado su aventura. Su cuerpo ya había empezado a ser devorado por los animales con la ayuda del tiempo, y no pudo detenerlos.
No había más elección. Lejos de todo y en medio de nada. Trató de mantener la conciencia para recordar su entorno. Las voces, las caras, los sonidos inquietantes. Sin embargo, su fortaleza disminuía apresuradamente. Luchaba con bravura por mantener la cordura. Mientras tanto, una sensación desconocida ahorcaba su corazón, y a lo largo de varios días los siete hermanos alimentaron puros y crudos sentimientos de ira, locura y desolación con recuerdos de felicidad.
Casi al límite, los hermanos decidieron salir de esa oscura zona boscosa y alejarse de las ciudades. Visitaron las costas. Paseaban por las colinas; todo para tranquilizar su corazón y acomodar sus ideas. Nostalgia, pasión y venganza. Tres cosas que desarrollaron durante un largo tiempo.
De pronto, su presencia pesaba más. No podían correr tan rápido ni saltar hasta las copas de los árboles. Entraron en pánico y sin más, cayeron agotados.
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Jugando a ser el Diablo
Misterio / SuspensoDespués de ser asesinados por misteriosas razones, los siete hermanos Hubach vuelven a casa reencarnados en cuerpos más frágiles e inestables. Sin embargo su felicidad termina cuando su propia familia los abandona, recelosos por sus nuevos rostros y...