Réquiem por las almas rotas

510 67 14
                                    

Ok, esto es algo que había considerado escribir desde hace tiempo, pero pensé en su momento que era innecesario, ahora lo medité mejor y... Heme aquí, de nuevo.

Esto es la contraparte de las "Elegías de lo que dejamos", así que vayan preparando el playlist más triste que tengan...

Sin más les dejo leer en paz.

.

.

Lentamente y con pereza abrió los ojos, encontrandose con un blanco inmaculado a su alrededor, tan blanco que bien podría estar hecho de luz, pura y magnífica.

Probablemente creyó estar en un sueño, pues no parecía sorprendido por tan inusual situación. No sería la primera vez que soñaba ese tipo de cosas, de estar en un mundo sin ruido, sin tipos queriendo provocarle ni la violencia que eso traía, sólo paz, sólo él.

¿Solo?

Sí, estaba solo. ¿Y Tom? ¿Dónde estaba Kasuka? ¿Qué hay de Celty y Shinra? ¿Y la pequeña Akane?

Y se dio cuenta, no era como sus sueños de una vida tranquila, rodeado de las personas con las que había logrado hacer lazos, de personas que le apreciaban y no le temían a él y su fuerza inhumana.

Faltaban los campos verdes hasta donde se pudiera ver, y todas esas pequeñas cosas que él amaba, como los constantes intentos de Shinra por demostrarle a todos su amor por Celty, y la forma en que ella se removía apenada para después darle unos golpes o apresarlo con sus sombras. Faltaban Kasuka con su habitual rostro poco expresivo pero en el que Shizuo podía leer infinidad de emociones, y la pequeña Akane-chan corriendo hacia él para abrazarle y decirle lo mucho que le admira y que espera ser lo suficientemente fuerte para un día matarle.

Ella era pequeña, y débil pero siempre iba hacía él sin temer el ser lastimada, le prometió ser quien le mate pero siempre le recibía con un abrazo, y él le correspondía con sus manos paseandose por su oscuro cabello, veía en sus ojos de infante total confianza y nada de miedo hacia su persona.

Ella era pequeña. Débil... Y sin temerle, justo como...

Shizuo...

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz llamándole.

Shizuo...

—Mmh... —fue todo lo que dio por respuesta, no con enojo sino con indiferencia, pereza.

—Shizuo, ¿Sabes dónde estás? —dijo aquella voz cálida y ¿familiar?

Él pensó entonces, no estaba seguro de que fuera un sueño así que respondió con simpleza -No.

—Ya veo, ¿Puedes decirme que es lo último que recuerdas?

¿Lo último que recuerda?

Acababa de terminar de cobrar deudas junto a Tom, últimamente los deudores no le ponían muchos peros a hora de pagar, desde el incidente de hace casi tres años ya nadie se atrevía a desafiarle, no habiendo visto de lo que era capaz cuando dejaba de reprimir su furia. Y él estaba agradecido por ello, eso hacía su trabajo más fácil, aunque también le ponía de mal humor el recordarlo.

De no ser por Vorona y Simón se habría convertido en un monstruo.

Ahora su vida era pacífica, desde que Izaya desapareciera los disturbios en Ikebukuro habían disminuido. Ya eran pocas las veces que tenía que hacer uso de su fuerza, muy pocas en verdad. Y eso le gustaba, el vivir sin tener que estar alerta todo el tiempo, el estar relajado.

Réquiem por las almas rotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora