Un viernes cualquiera

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El aire huele a viernes y eso es algo que hace distinguir a los solteros de los casados, a los emparejados de los disolutos. Sin duda los viernes tienen ciertas particularidades. Puedes ver que cuando se acercan, el mundo de algunos apunta a descanso, el de otros se aproxima a la actividad. No es solamente que los viernes sean distintos, también provoca que las hormonas se pongan a tono.

Quedaba poco para el cierre de las oficinas. Un día más que marcaba el final de la semana y acercaba a las criaturas de la noche su momento de desarrollar todas sus aptitudes para iniciar una nueva caza. Este viernes es un tanto especial, el capullo del jefe ha organizado una cena por los buenos resultados de ventas del mes pasado. La oficina al completo acudirá, eso son 23 personas, hombres y mujeres, que pronto se habrán engalanado con sus mejores "trapitos".

- Este olor a pachuli me está poniendo enfermo - dice Javier mirando mientras guiña el ojo a Tomás. Javier es el típico ligón. Su éxito con las mujeres es algo fuera de lo común. Los tíos de la oficina se preguntan qué les da para que una a una, todas las solteras de la oficina (y alguna no tan soltera) y otras del mismo edificio, hayan ido cayendo en sus fauces (o al menos es lo que él asegura). Será por su toque "macho alfa" o será que las droga directamente, pero el caso es que como follador, no tiene igual. Será instinto, serán los genes o sabe Dios lo que será...

- Tú estás siempre enfermo - le responde Tomás en su tono más irónico. - Supongo que te habrás lavado bien la polla hoy.

- Hoy y siempre. Deberías saber, mi querido Tomás, que la polla, como utensilio de aplacar ansiedades femeninas, debe estar siempre en perfecto estado de revista. Tengo comprobado que las mujeres reaccionan al instante ante una bonita herramienta, limpia, con una buena poda, erguida y brillante. En mi caso, mi rabo es el aparato que ellas necesitan para sentirse felices. Además, soy guapo, pero eso es lo de menos.- en realidad, cuando Javier habla así, no es que piense como un animal, simplemente la compañía de otros hombres le hace hablar de esa forma. O bueno, sí, es un animal.

- No lo pongo en duda, el caso es que no se si cuando hablas con ellas lo haces con la herramienta fuera de los pantalones y por eso les entra el furor uterino. Hasta donde yo se, para que te vean la polla primero te la tienes que sacar y para eso, en mi pueblo al menos, primero te la tienes que llevar al pajar - responde Tomás. Es el típico cuarentón salido, con gafas de pastas un tanto pasadas de moda, una incipiente barriguita y una cara más bien redonda. Las mujeres no suelen mirarle como hombre, sino como "amigo" o herramienta de distracción. Siempre ocurrente, su humor hace que se rodee de muchos amigos. En cambio, con las mujeres es un auténtico desastre.

- Yo lo que soy es un conquistador, solamente les doy lo que ellas necesitan, veneno. Lo demás viene solo. Un día te enseño... ¿Qué te apuestas a que esta noche acabo acompañando a Rita a su casa? - La seguridad de Javier es total, pero claro, su apariencia, su voz grave, su natural simpatía, su juventud, que ronda los 30, incluso su moto están pensados para generar descontroles hormonales en las hembras.

- He visto el escote que lleva hoy Rita y no creo que te vaya a poner demasiado impedimento, especialmente a partir del tercer cubata. Ya he visto que te has puesto tu mejor camisa, pecho lobo. Me reiré mucho viendo cómo la cazas. No voy a apostar contigo, la apuesta estaría perdida y yo sólo apuesto a caballo ganador. Por cierto, potro, ¿has pensado cómo la vas a montar a esta? - Ambos ríen a carcajadas mientras el resto del personal se relaja unos con otros, hablando sobre lo que van a hacer esta noche.

La marisquería está sumamente animada, mucha gente se agolpa en la barra consumiendo vino blanco y cerveza principalmente esperando su turno para ocupar las mesas reservadas. Los camareros van y vienen en un frenesí de platos y fuentes a rebosar de marisco. Centollos, gambas, nécoras, bueyes... Deliciosas viandas para una noche que promete.

Ya han llegado unos cuantos, entre otros el jefe, Don Ángel, que es un cincuentón gilipollas especialista en tocar los cojones. Lo peor de todo es que se cree guapo y como su debilidad son las las jovencitas, siempre se rodea de secretarias jóvenes e inútiles que, casualmente, acaban por prosperar en la empresa antes que otros y otras que se lo curran más.

- Cualquier día de estos monto una fiestecita de estas en mi yate - le comenta Don Ángel a Susi. Es una novata, apenas lleva un mes y la pobre está siendo la que recibe las babas de Don Ángel. No se puede ser más cerdo.

- Pero Don Ángel, ¿usted tiene yate? - le sigue el rollo, claramente.

- Claro que sí, me ha costado una pasta pero digo yo que tanto esfuerzo tiene que servir para algo, ¿no? Es un capricho que tenía desde que era joven. Ahora me lo puedo permitir. Pero llámame de tú Susi, aquí soy Ángel, por favor, ¡que no soy tan viejo!

-Cuando eras joven los dinosaurios poblaban la tierra, asqueroso. Podrías ser mi tatarabuelo - piensa Susi mientras trata, con todos los sentidos, de sonreir. - Es la costumbre Don Ángel, perdón, Ángel - acaba por decir. - Me mareo en los barcos - trata de excusarse y poner distancia, pero no será tan fácil. Don Ángel no solamente es un patético cerdo, también es un capullo acosador y la pobre Susi, seguramente, acabe por descubrirlo pronto, muy pronto...

Mientras tanto se desarrolla tan patética escena, Javier y Tomás ya se encuentran enfrascados en la discusión de saber si Susi será sometida al imperio de la podedumbre de Don Ángel o si saldrá victoriosa de ésta sin ser fulminantemente despedida. El tema de conversación, no puede estar más animado.

- Pues yo creo que ya va puesto de viagra - comenta Tomás.

- Sí, pero antes de follársela tendrá que quitarse el braguero, ¿no crees? - dice Javier sin perder de vista un culito que tiene justo enfrente mientras inhala los perfumes de la mujer que, acompañada por el que debe ser su marido, se empeña en rozarse tanto. Tal vez no sea roce, sino las apreturas del lugar que cada vez está más petado.

Una vez más, se abre la puerta del local. Es Rita, despampanante, con su metro setenta y cinco más diez de tacón, su melena pelirroja y su piel lechosa, tersa y sin ninguna arruga pese a los casi cuarenta tacos que ya tiene. Lleva un vestido corto, enseñando muslo que la verdad, le queda de puta madre. Tras ella aparece, cediéndole el paso, un tipo extraño.

La primera impresión de Javier al ver al individuo ese es de asco, la de Tomás,de admiración.

- ¡Mira! ¿Has visto que Rita ha venido acompañada? - dice Tomás.

- ¡Joder y tanto, viene en compañía de un troll! - comenta Javier en su tono más gracioso.

- El tipo no es que sea un portento, pero tampoco es un troll. Tranquilo, debe ser su hermano mayor, no creo que te suponga un impedimento esta noche. - Tomás le da alas.

- No se... ¿No decía que no tenía novio? - se pregunta Javier..

- Lo mismo es un follamigo, lo mejor sería que le preguntaras a él. - Se ríe Tomás.

No le falta razón a Tomás, pese a su poca habilidad con las mujeres (o ninguna), el individuo grandote y desgarbado que acompaña a Rita esta noche es un tío que ella conoció jugueteando en una conocida red social de ligue hace apenas una semana. Su aspecto no es precisamente el de un dandy, pero el caso es que quien acompaña a Rita esta noche es ese tipejo y eso hace que Javier se inquiete un poco.

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Y éste es el inicio de una historia, una lucha, una guerra: la de los hombres con sus propios monstruos.

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