Era el año 1682 y las relaciones entre los distintos países del continente europeo estaban más tensas que nunca. Esto era debido a los intentos fallidos de numerosos países de Europa por hacerse con el control del nuevo continente que desde su descubrimiento a finales del siglo XV había sido parte de la corona de España. Debido a una astuta jugada de los Reyes Católicos, España había incorporado a sus dominios los territorios del Sacro Imperio y parte de los Estados Pontificios por lo que las relaciones entre ésta y el Papa se habían ido deteriorando. Además de todo esto la, la Iglesia Católica se había fragmentado dando como resultado el nacimiento de dos nuevas religiones: Protestantes y Anglicanos. Las batallas entre España, Francia e Inglaterra eran bastante frecuentes trayendo como consecuencia la pérdida de miles de hombres y del deterioro de la economía de estos países a causa de destinar tanto dinero a la guerra. España compensaba las pérdidas con la llegada de numerosas riquezas y de alimentos procedentes de las americas, sin embargo, Francia e Inglaterra se mantenía a flote a duras penas. Las escasas cosechas de los campesinos no eran suficientes para alimentar a todo un país por lo que las calles de estos países se iban llenando de mendigos y enfermos que lenta y dolorosamente iban muriendo ante la pasividad de burgueses nobles y reyes. Gracias a dios esta situación a penas me había salpicado ya que había tenido la suerte de obtener una pequeña fortuna con la construcción de un gran edificio en pleno centro de Londres llamado "El Goliat" y gracias al cual había obtenido también gran fama y prestigio a nivel nacional. Esperaba convertirme algún día en el sucesor de Miguelangel. Con el dinero recaudado pude comprarme una bonita casa situada cerca de mi obra maestra. La vivienda contaba con un pequeño jardín trasero donde tenía un pequeño huerto de tomates. En cuanto al interior, la casa contaba con un amplio recibidor adornado con dos candelabros a los lados bañados en oro además de un enorme perchero de madera de roble donde solía colgar mi capa de viaje. A pocos metros de la entrada se encontraba una gran puerta blanca que resaltaba sobre la pared marrón y por la que se accedía al salón (bastante grande la verdad) en el que había una gran chimenea que se encontraba la mayor parte del tiempo encendida, incluso en verano. Cerca de ésta, en un hueco rectangular de la pared, había apilados varios troncos. En frente de la chimenea se encontraban dos sillones orejones tapizados en piel marrón que resaltaban sobre la alfombra verde que cubría el trayecto desde la chimenea hasta los sillones. A un lado de la estancia se hallaba un gran cuadro pintado al óleo. En la pintura aparecía retratado mi tío el general Ronchister. Mi tío era un adinerado hombre que vivía sólo a las afueras de Londres en un gran castillo de piedra. Su tatarabuelo había sido propietarios de más de cien feudos. Además llegó a ser uno de los señores feudales que más vasallos tenía a su disposición de toda Inglaterra. El general Ronchister tenía una hija llamada Elisabeth que tras no poder seguir soportando las sanguinarias costumbres medievales de su padre se fugó de casa a los quince años.
En mis tiempos libres solía entretenerme dando largos paseas por las orillas del Támesis con mi fiel pastor alemán Filly. Él y mi joven criado Marcos eran la única compañía que tenía en mi solitaria vida ya que no tenía mucho contacto con mis parientes. Por así decirlo, odio a toda mi familia. Excepto mi difunto abuelo "Billy El Cojo". Desde que era pequeño, y hasta su muerte, mi abuelo me había contado grandes historias de cuando él era joven. Casi todas ellas trataban de la batalla de Lepanto y, según me decía, el había sido el hombre que inutilizó la mano del famoso escritor español Cervantes. Siempre me contaba esto seguido de las palabras: "para que sepas que no fui el único que perdió una extremidad allí". Mi vida siempre había sido tranquila y sin emociones.
Todo cambió una noche en la que el sonido de un puño golpeando mi puerta y los fuertes ladridos de Filly hicieron que despertara sobresaltado de un profundo sueño. Me puse un batín, prendí una vela y bajé por las escaleras para ver quien era el que estaba llamando a mi puerta a altas horas de la noche. Para cuando llegué Marcos ya había abierto la puerta y sujetaba con fuerza a Filly para que no se abalanzase al individuo que había de pie afuera. Debido a la penumbra del exterior no pude distinguir quien era. Por lo q bajé al recibidor y con mano temblorosa alumbré hacia afuera. Entonces el rostro del individuo se iluminó dejándome ver una inmaculada cara que lucía una gran sonrisa y me miraba con unos grandes y azules ojos. En ese preciso instante supe quien era mi extraño visitante nocturno. Era mi prima Elisabeth. La había visto sólo un par de veces antes de fugarse y quedar borrada del mapa pero su bella cara y, sobre todo sus azulados ojos, habían quedado grabados en mi memoria. Vestía un largo vestido pardo aterciopelado de manga larga con varios volantes rojos de adorno. Llevaba un gran sombrero de tela de color blanco del que salían varias plumas esmeraldas. Detrás suyo había un hombre pequeño que llevaba una capa de viaje negra que le llegaba hasta los talones. Cargaba en sus brazos una gran cantidad de maletas y cajas. Sin siquiera pedir permiso, mi prima entró en la entrada y le hizo señas al hombre que le acompañaba para que entrase también. Cuando el hombre hubo entrado dejó todas las cosas en el suelo dando un largo resoplido pues sus brazos ya estaban cansados de sostener tal cantidad de cosas. Elisabeth me miró y haciendo aún mas grande su sonrisa dijo:
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Mi Prima Elisabeth
Misterio / SuspensoUn corto de misterio y acción que espero os guste.