Prólogo.

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Evolución. Una simple palabra que acarrea imaginables consecuencias.
La evolución hace que los seres vivos cambian, se transformen para adaptarse al mundo hostil en el que se está convertido nuestro planeta. La temperatura global ha aumentado causando la extinción de numerosas especies vegetales y animales y, como consecuencia, el ser humano también está en extinción. Somos el cáncer de la Tierra y esta está en su fase terminal. Apenas hay alimentos y no nos queda agua potable y, en esta situación es donde entra en juego la evolución. ¿Recordáis aquel viejo dicho que dice "tan difícil cómo encontrar la aguja en el pajar"? Pues bien, la evolución es esa pequeña chispa que hace arder todo el pajar dejando intacta la aguja. Los sujetos que evolucionan sobreviven y los que no, sucumben y parecen ante la selección natural. Así de simple.

Los seres humanos igual que la mayoría de los animales, usamos un pequeño porcentaje de nuestro cerebro, apenas unas pocas conexiones de todas las que podrían realizarse. Algo tan sencillo como la aparición de un nuevo componente químico en nuestro torrente sanguíneo hace que las conexiones en el neuroespacio se estimulen, algo así como un chute de adrenalina en nuestro cerebro. Esta nueva sustancia es la methanpheryna y los humanos que la poseen tienen un fuerte desarrollo de su capacidad cerebral, es decir, piensan tres veces más rápido que un ser humano normal y sus sentidos están ultra desarrollados. Estos nuevos sujetos evolutivos se denominan Alfas, por estar en la cúspide de la cadena evolutiva, y ellos habrían sido la cura de la humanidad e incluso la cura del planeta. Pero el ser humano es desconfiado y teme todo aquello que no puede controlar, todo aquello que rompe la continuidad de lo normal es malo y debe ser aniquilado.

Ese fue el detonante de la Tercera Guerra Mundial, mucho más mortífera y letal que los anteriores conflictos bélicos que la humanidad ha creado. Bombas atómicas y armas biológicas, alfas contra humanos; el 60% de la población mundial murió, los alfas fueron diezmados y aquellos que no escaparon se encuentran en laboratorio siendo conejillos de indias. No existen ciudades ni países, después de la guerra solo queda destrucción, resentimiento, hambre.

Los militares fundaron un Estado denominado Arché, allí residen la gran minoría de seres humanos que aún quedan en el planeta y son adiestrados para odiar a los alfas; los cazan, los encierran, los torturan, los matan.

Me llamo Allice y vienen a cazarme.

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