Nana

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Eres pequeña. Muy pequeña. Eres una mísera pelusa entre la multitud, pero eso no te hace débil. Todo el que te ve te adora, adora esos ojitos de cachorro que resultan preciosos al ojo humano. Te abrazan, te miman. Me advierten del deber que conlleva tenerte, incluso algunos han osado usar la palabra "lástima" a tu favor.

Eso en su opinión.

Para mí, para mí tú eres una heroína, una salvadora. Todo aquello que siempre quise pero nunca supe en qué forma. No sabía qué eras ni dónde estabas. No sabía que eras tan diminuta. Acostumbraba a soñar con cuentos de hadas, a buscar el amor verdadero, creyendo que eras una persona. Qué estúpida yo. Por eso nunca te pedí.

Nunca dije "quiero tener un perro", porque para mí eso no tenía valor. Quizá me hubiera precipitado a pedirte solo para tener un peluche viviente en mis brazos. Siempre rogué mi príncipe.

Y tú te has convertido en mi pequeña princesa. Una princesa que llora por las noches cuando está falta de comida, o de mimos. Una princesa que al verme entrar por la puerta corre hacia a mí moviendo enérgicamente la cola. Una princesa que sin rencor, prejuicios ni ninguno de esos típicos errores humanos, siempre va a querer que la quiera.

Vorágine de PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora