1. Mi comienzo.

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Conocí a Chanyeol cuando yo tenía siete años.

Esa tarde de otoño, mis padres querían ir a comprar algunas cosas, y entre los destinos previstos estaba IKEA.

Yo nunca había soportado aquel sitio. Daba igual si no me separaba de mis padres, siempre me sentía inseguro. Era tan grande, tan imponente, y tenía cosas tan, tan aburridas.

Esa vez que fuimos, conseguí perderme. Era la primera vez que me perdía y estaba realmente asustado. No sabía qué hacer, mis padres no estaban por ningún lado, nadie parecía querer ayudarme. Era como si nadie se diera cuenta de que yo estaba perdido, solo y muerto de miedo.

Y entonces apareció él, de la nada.

Un hombre muy alto, con el pelo rojo chillón y un uniforme azul y amarillo muy gracioso en el que ponía IKEA.

—¿Estás solo? —me preguntó.

Yo asentí, temblando y con brotes de lágrima en los ojos.

Se agachó para estar a mi altura y envolvió mi tierna cara con sus grandes y cálidas manos. Presionó con los pulgares justo en las bolsas de mis ojos, provocando que mis lágrimas salieran. Pude ver su sonrisa a través de mis llorosos ojos, y juro que fue la sonrisa más hermosa que había visto en mi vida.

—No te las guardes, es mejor si las sueltas —me dijo, y como vio que bajaba la mirada, elevó mi barbilla con dos dedos y me hizo mirarlo a los ojos—; pero siempre con la cabeza bien alta.

Todo mi miedo, mi desesperación, mi incompetencia, todo; murió en ese mismo momento. Murió justo en el momento en el que en mi corazón nació algo indescriptible.

—Ven, sube. —dijo repentinamente, y me dio la espalda. Obedecí rápido.

Cuando se puso de pie, casi me di contra el techo. Aquel hombre era tan alto que estar en sus hombros era como tocar el cielo.

Se empezó a reír, como si fuera consciente de lo increíble que me parecía a mí aquella experiencia. Caminó por los pasillos trotando, corriendo, haciéndome reír, haciéndome cosquillas en las piernas; hasta que alguien gritó mi nombre.

Era mi madre, preocupada. Vino corriendo hacia mí desde otro pasillo y sólo cuando me tuvo entre sus brazos se tranquilizó.

—Muchas gracias por cuidar de mi niño... —le dijo a Chanyeol, agarrándole la mano y sacudiéndosela reiteradas veces.

—No es ningún problema, señora—contestó él. Me miró y se agachó una vez más para decirme una última cosa—. No tengas más miedo, ¿vale?

Mi madre me cogió de la mano y tiró de mí en dirección contraria. Me alejaba cada vez más y más de aquel hombre. Su cuerpo se hacía más pequeño, pero su sonrisa seguía intacta.

Esa fue la manera en la que conocí a Chanyeol, un trabajador más de IKEA, y el hombre que cambió mi vida para siempre.

ChanBaek ➼ IKEADonde viven las historias. Descúbrelo ahora