4. Mi futuro.

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El día de mi boda llegó.

Mis padres estaban casi más nerviosos que yo. Llevaban deseando ver cómo me casaba prácticamente desde que nací.

Dawon. Dawon estaba preciosa. Siempre había pensado que era la mujer más hermosa que había visto nunca, pero esa tarde lo comprobé, cuando la vi vestida de aquel blanco que, en comparación con su brillo, parecía negro.

Cuando sus manos cogieron las mías, en el altar, me sentí preparado para casarme. Haría feliz a aquella mujer durante el resto de mi vida. Lo haría, estaba seguro de que lo haría.

Hasta que vi una cabellera pelirroja entre los asientos.

Nuestros ojos se cruzaron y cuando lo hicieron, vi el horror en ellos. No tenía ni idea de qué hacía Chanyeol allí sentado, viendo cómo me casaba, pero el simple hecho de haber mirado sus ojos en ese momento, hizo que mi ánimo decayera.

Y entonces, por primera vez en años, me sentí realmente perdido.

De repente estaba solo en aquella iglesia, mirando a un cúmulo de sillas vacías que no me transmitían nada.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que olvidé escuchar todo lo que el cura decía.

Dawon apretó mi mano cuando vio que el cura se dirigía a mí y me preguntaba si la aceptaba como futura esposa.

Miré a mi novia, a mi chica, a mi pequeña. Vi en sus ojos una vida por delante, una familia preciosa y una casa idílica.

—Sí, quiero.

Pero cuando el cura se dirigió a ella, y le preguntó exactamente lo mismo pero refiriéndose a mí, esta se quedó callada.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y no entendí por qué. Me miró con tristeza, pero a la vez que con ternura. Como vio que yo no reaccionaba, cogió mis manos y las llevó a sus mejillas. Las presionó contra ellas y gracias a eso, sus lágrimas salieron.

Era lo mismo que hubiera hecho Chanyeol.

—No puedo casarme con este hombre —dijo ella, mirando al cura. Una gran exclamación se oyó por toda la sala—. Porque este hombre sólo me hará feliz si está con otra persona.

Mi garganta estaba tan seca que era incapaz de decir nada. Los traicioneros de mis ojos buscaron a Chanyeol con la mirada, y lo encontré de pie, junto a alguna gente más que estaba de pie, mirándonos, completamente confuso.

—¿Qué estás diciendo, Dawon? —le susurré, cogiendo sus manos.

—Baekhyun, tu felicidad no está conmigo. Así que, si no vas ahora mismo junto a la persona que de verdad amas, nunca te lo perdonaré.

—Dawon, ¿de qué estás hablando? Te amo a ti.

—Chanyeol —susurró en mi oído—, ve con Chanyeol.

—¿Cómo sabes...?

Se separó de mí y apoyó la frente en mi pecho. Sus lágrimas caían sin cesar, pero lloraba de la forma más discreta y silenciosa posible.

—Porque yo siempre supe.

Me miró una última vez y con sólo ver su sonrisa supe que Chanyeol y ella eran familia.

—Siento mucho —elevó la voz Dawon, dirigiéndose a todo el mundo— las molestias. Todos esperaban una boda de ensueño, no les culpo. Yo también, a decir verdad. Pero, ¿saben una cosa? Amo a dos hombres en mi vida: uno es este que ven aquí, vestido de una forma ridícula, con un traje que es más grande que él; y el otro es mi primo Chanyeol, que está sentado en el lado de mi familia. Y por esa misma razón, porque amo a estos dos hombres, soy incapaz de separarlos.

Chanyeol y yo nos miramos, y luego miramos a Dawon. Su rostro era tan brillante y amable como el de él. ¿Cómo no me había dado cuenta antes de que eran familia?

—Y ahora, Baekhyun —concluyó ella, dedicándome su mejor sonrisa, envuelta en unas inevitables lágrimas, mezcla de felicidad y tristeza—, hazme feliz.

Acaricié su mejilla y le di un beso en la frente. Ella era demasiado increíble.

Mis pies se movieron solos. Corrían hacia la persona que estaba corriendo también hacia mí. Corrían hacia mi salvación.

Los brazos de Chanyeol me envolvieron en un fuerte y cálido abrazo, que nuevamente logró que dejara de tener miedo, de sentirme solo. Entre sus brazos ya no estaba perdido.

—¿Ya no tienes miedo? —susurró en mi oreja.

Me separé un poco de él y besé sus húmedos labios con ternura.

Los gritos de indignación y asco del cura, y de alguna gente en general, pasaron totalmente de largo para nosotros. El único grito al que hicimos caso, fue al de Dawon, a quien le bastó gritar "¡Corred!" para que Chanyeol me cogiera en brazos y me sacara de aquella iglesia.

ChanBaek ➼ IKEADonde viven las historias. Descúbrelo ahora