2. Mi problema.

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No volví a verlo, hasta que estuve apunto de casarme.

Dawon había sido mi novia por más de dos años. Habíamos ido a la Universidad juntos, compartido cientos y cientos de momentos únicos e inolvidables, creado lazos irrompibles.

Pero tan rápido como surgió nuestro deseo de vivir juntos, sentí que se había destrozado nuestro futuro.

Esta vez fue una mañana de primavera. Habían pasado tantos años que ya había dejado de pensar en volver a encontrarlo.

Fue cruzar dos pasillos y ver su reluciente pelo rojo acomodar cosas de un lado a otro. No había cambiado en nada. Su altura era la misma, su pelo, sus ojos, sus labios, incluso su sonrisa era la misma.

Dawon se dio cuenta de que lo estaba mirando.

-¿Es él? -me preguntó, sorprendiéndome.

-Creo que sí.

Mentí. No lo creía, estaba completamente seguro.

-Acércate a hablar con él. -me animó, empujándome suavemente.

-¿Cómo? Él no sabe quién soy.

-Pregúntale sobre algo. ¿Qué tal... esos muebles para el baño que estamos buscando?

-¿Debería? -pregunté yo, mordiéndome el labio. Me había puesto muy nervioso de repente.

Dawon apretó mi mano con fuerza y asintió decidida.

-Iré a buscar las cortinas mientras.

Se fue sin que pudiera decirle nada más, así que me giré para volver a ver a Chanyeol y allí seguía, cambiando cosas de sitio.

Me acerqué lentamente. Recordé sus palabras, que tan claramente escuchaba siempre en mi cabeza.

No tengas más miedo.

Pero la verdad es que me fue imposible hacerle caso en aquel momento. Estaba tan asustado como aquel día en que me perdí. Habían pasado quince años desde entonces. Yo había cambiado y crecido tanto, y él en cambio parecía el mismo.

-Perdone. -susurré.

Se giró hacia mí, sonriente y dejó de hacer lo que estaba haciendo.

-¿En qué puedo ayudarle?

-Yo... -Me parecía increíble estar hablando con él. Me pellizqué el brazo sutilmente para comprobar que no estaba soñando- Quería encontrar los muebles de baño.

Su cara cambió por completo y su simpático rostro dejó paso a un ceño fruncido.

-Pero las cosas de baño están en la otra punta.

Tragué saliva, más avergonzado que sorprendido.

-Está justo en el primer pasillo en la entrada. -me dijo. Yo asentí, pero sabía que me perdería si no iba con mi novia al lado.

-Muchas gracias y siento las molestias. -contesté.

Se interpuso en mi camino, como un niño pequeño cuando trata de ocultar algo.

-Espere -me dijo, y su sonrisa volvió al lugar del que nunca debió desaparecer-. Yo le acompaño.

Caminar al lado de él me hizo darme cuenta de que nunca supe cómo se llamaba, porque aquella vez, con siete años, poco me importaba ponerle nombre a las cosas.

Estiré un poco el cuello para mirar su uniforme y vi allí, en su pecho, con letras negras y gruesas, el nombre que llevaban mis sueños, mis composiciones, mi inspiración.

Chanyeol.

Con mis labios cerrados, susurré y saboreé su nombre. Me empapé de lo dulce y cálido que sonaba, lo familiar que resultaba. Por fin lograba calmar a mi yo de siete años, a mi yo que sólo quería volver a sentirse seguro.

Bastó saber su nombre para volver a creer en mí mismo.

Llegamos rápido al pasillo de la sección de baño.

-¿Qué clase de mueble está buscando? -me preguntó, pero yo no era capaz de responder. Mis ojos estaban fijos en los suyos. Le estaba pidiendo a gritos que me reconociera, que me acariciara la cara y que me subiera a sus hombros - ¿Señor? ¿Se encuentra bien?

-Sí, perdone. Buscaba uno para el lavabo. De tonos caoba a poder ser.

Asintió y se puso a ello tan rápido como se lo dije. Me guió hasta una zona en concreto y lo vi investigar entre los variados muebles que había allí.

Sus manos parecían un poco más robustas que hacía quince años. Debían de haberse desgastado con el trabajo, con el paso de los años. Pero no parecían inseguras, todo lo contrario. Eran esa seguridad y confianza las que parecían haber perdurado todo ese tiempo.

-Tenemos estos distintos tipos de mueble. Mire los tamaños y elija el que más se ajuste a sus necesidades.

Me agaché para mirar uno de ellos de cerca y lo contemplé con envidia. Deseaba poder montarlos igual que como allí se mostraban.

-Si no le convencen, podemos ir al almacén a mirar.

-No se preocupe -le dije, y sonreí agradecido-, estos se ven genial. Debería llamar a mi...

Fui a levantarme, pero tropecé con mi propio pie y casi caí al suelo. Casi, porque Chanyeol estuvo ahí para cogerme de la cintura y aferrarme a su cuerpo.

Mi corazón empezó a latir muy rápido y tuve miedo de que él pudiera sentirlo. Latía tan fuerte que creo que hacía eco en su pecho.

Nos separamos y él se disculpó, como si hubiera hecho algo malo. Un inaudible "gracias" consiguió salir de mis labios, pero es posible que rebotara contra el suelo, porque fui incapaz de levantar la cabeza.

Mi móvil sonó en ese momento.

-¿Dawon? Sí, estoy ya en el... -dejé un momento de hablar, pues su tono era más urgente que el mío - ¿Cómo vas a volver sola? ¿Tienes que ir ahora?

Me colgó la llamada después de darme unas cuantas explicaciones más y guardé el móvil.

Sus padres la habían llamado repentinamente y debía estar en casa en ese mismo momento. Me encargó mirar el resto de cosas que nos faltaba por mirar.

-¿Hay algún problema? -preguntó Chanyeol.

-Ah...

La verdad es que no sabía qué contestar. Una de dos, o me iba corriendo a buscar a Dawon, o me quedaba allí y buscaba el resto de cosas que necesitábamos para la casa.

Dawon me lo había pedido expresamente, así que entendí que me esperaba una mañana entera con Chanyeol, mi nuevo asistente personal en IKEA.

ChanBaek ➼ IKEADonde viven las historias. Descúbrelo ahora