Parte 1

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Cada año, regresamos a aquel pueblo en las vacaciones de verano, nunca me ha agradado la idea de regresar a Gifford, por diversos motivos, pero siempre ha sido así, debo ir a ver a mi padre, ya que ese es su pueblo natal, y jamás le agradó la idea de dejarlo.

Yo en cambio, vivo en la ciudad de Florence con mi tía, y estudio la universidad en esa ciudad (Gifford no cuenta con universidades).

Y también regresaba aquel condado, ya que debía de ir a un campamento, y este año no es la excepción.

De hecho, hoy mi tía y yo regresamos al pueblo...


—Bien Alonso, es hora de ir a Gifford, ve por tus maletas, iremos a tomar el tren—comentó mi tía

Mi tía, cuyo nombre era Lucy, siempre estaba al pendiente de mí, me cuidaba como si fuera su hijo, y yo la quería, y la consideraba como mi segunda madre.

Pero nadie será como mi madre biológica, nadie podrá tomar su lugar, ella dejó un gran vació en mi corazón y en mi alma, cuando ella nos dejó.

Éramos una pequeña familia, pero muy unida, y esta, estaba conformada por: Mi madre Teresa, mi padre Eduardo, y yo, Alonso.

Pero todo eso cambió cuando mi madre murió, mi padre y yo quedamos devastados con la noticia.

Y desde ese entonces, la familia se separó.

Mi padre es un escritor muy reconocido, ya que sus obras literarias han llegado a las mejores librerías de las ciudades de Carolina del Sur, cuando se enteró de la muerte de mi madre, se encerró en su oficina, y nunca sale de ahí, dice que siempre está en aquella habitación, porque escribe un libro dedicado a mi madre, y desde entonces, mi padre me restó importancia.

Al ver esto, Lucy, tomó medidas extremas y decidió llevarme a la ciudad de donde ella proviene.

Ella me alejó de aquel pueblo y de mi padre, parte de mi vida también, ya que ahí, en ese condado, yo crecí.

Pero conforme pasó el tiempo, me agrado la estancia en la ciudad, había más cosas que hacer, había población, no como aquel pueblo que apenas se distingue en los mapas.

Así que, detestaba la idea de volver a Gifford, y más al saber que iré a ver de nuevo a mi padre, le tome cierto rencor ya que, él nunca da señales de vida, le importa más un libro que su propia familia.

Le daba más importancia a unas hojas en blanco, que a su propio hijo.

Vaya padre, ejemplo a seguir, notese mi sarcasmo.

—Ya voy Lucy—le comente a mi tía mientras arrastraba las maletas

—Alonso, las maletas no son tan pesadas, como para que las andes arrastrando—comentó Lucy enojada

Yo solo bufé, y levanté las maletas y mi tía sonrió victoriosamente.

Salimos de la casa, y tomamos un taxi, para ir a la estación del tren.

Aunque suene extraño, en Florence, había trenes, y todavía se usaban para transportar a las personas a su destino.

No viajamos en avión, ya que en Gifford, no hay aeropuerto, pero si contaban con estación de tren.

Así que por lógica, tomaríamos el tren.

—Que tengan un buen viaje—nos comentó con una sonrisa el taxista

—Gracias—le comentó Lucy al taxista con una sonrisa mientras salíamos del auto amarillo

Caminamos con nuestras maletas en mano, y nos dirigimos hacia el respectivo tren que nos llevaría a nuestro destino: El pueblo de Gifford.

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