Prólogo: Un viejo lobo de mar

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Dedico esta historia a la persona que mas me ha ayudado a inspirarme y me ha apoyado en todo momento: Bebuchi.

 ''La potencia no es nada sin carisma, aquel que se comporta como un necio solo a los necios persuade pero aparenta ser el diablo.''- BARBANEGRA

Una noche,  la resplandeciente luna llena iluminaba una vieja fragata en los muelles del pequeño puerto de Vaar. Un hombre con la cara rasgada por el hierro y unos ropajes de capitán muy maltrechos, en los que  faltaban botones y cuyos colores estaban ennegrecidos por la mugre,  bajó del barco lentamente y caminó con sus cansadas y viejas piernas hasta la posada más cercana. Tras un corto camino el viajero abrió la puerta de la posada observando y evaluando con la mirada su aspecto. Tras comprobar que no había nadie indeseado y que todo el mundo estaba demasiado borracho para reconocerlo,  se dirigió a la barra de madera que había sido maltratada por los golpes de los vasos y botellas. Una vez allí se dirigió con su voz ronca y dura al camarero diciéndole que le pusiera un vaso de ron, y mientras bebía iba murmurando palabras que no se debían entender: "-Cala de barfrost... donde homulogos caminan... donde los hombres desaparecen..." lo repetía una y otra vez-.  Después de una hora o más bebiendo lentamente y saboreando cada sorbo que hacía del liquido su cabeza pesada, y con sus cabellos grises y mugrientos cayó sobre la barra asustando así el camarero, que creyó que el hombre había muerto. Pero no era así, roncaba en un profundo sueño y de vez en cuando murmuraba algo ininteligible.

La mañana siguiente despertó sobresaltado por el ruido de unos platos al chocar contra el suelo,  y maldijo al camarero con mil blasfemias. Entonces el camarero le recordó que tenía que pagar por su consumición de la noche anterior,  pero el viejo lobo de mar le respondió con una blasfemia y se levantó en dirección a la puerta. El camarero sacó una pistola de chispa de debajo de la barra,  pero el viejo siguió caminando tranquilamente hacia la salida. En ese momento, el camarero pulsó el gallete y lo único que se oyó fue un simple "clic".

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