- ¡Haley!
- ¿Qué pasa? - respondí molesta. Odio que no llamen a la puerta. - ¿No puedes llam...?- En ese momento me agarró la muñeca y me levantó de golpe de mi silla. Me asusté. Mi madre no es el tipo de persona que haría eso.
- Deprisa. Es urgente. - Parecía preocupada. Al ver que no hice más que mirarla frustrada insistió - Hal, ¡Vamos! - Si, así me llamaba la gente. El nombre completo lo tenía prácticamente en desuso.
-Mamá, ¿qué pasa? ¿Qué es esto?
- Estás en peligro. - Giró la cabeza mirando hacia al pasillo y volvió a mirarme. Me agarró las manos con fuerza. Estaba nerviosa. - En grave peligro.
- Oye, me estás asustando - respondí soltando sus manos con un brusco gesto.-¿Me puedes decir que está pasando? - Exigí.
Oí un ruido en el salón. Me sobresalté.
- Lo llevas tú. Tu piel. Sigue a quien te marque.
-¡No me aclaras nada!- Me estaba empezando a enfadar- ¡Solo me estás confundiendo más!
- ¡Silencio! - susurró. Paseo la mirada por mi rostro, como si fuera la última vez que fuera a verlo. - Te quiero.
- Mamá... - dije en una voz casi inaudible
En ese momento mi madre abrió la puerta del armario de golpe y me lanzó al interior de este. Cerró con un portazo. Se alejó corriendo por el pasillo.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla.