Nada sale nunca como se planeó.
Esta es la segunda ley universal según Beca Mitchell, precedida por la Ley de Murphy que tanto aplica en su día a día, y seguida de la más obvia de todas: los libros son siempre mejores que las películas.
(Que conste que, que sea incapaz de estar durante dos horas seguidas prestando atención al argumento de una película, no tiene influencia alguna sobre esta última ley universal. Está segura de que debe existir algún estudio realizado por una universidad americana de la que nadie ha oído hablar en su vida que respalde su opinión).
Un día de mucho aburrimiento, descubrió que su segunda ley responde al nombre de "Ley de Seay". Y que, por fortuna o por desgracia, dependiendo de cómo lo vea cada uno, Beca no es la única en sufrirla.
La vida da tantas vueltas que es imposible predecir todos los obstáculos que te va a poner en cada momento. De modo que, Beca dejó de intentarlo directamente. Una mañana se despertó y se dio cuenta de que, hiciera lo que hiciera, no tenía poder alguno para cambiar el destino, así que mejor dejarle campar a sus anchas.
Nunca planeó que sus padres se divorciaran cuando ella tenía siete años. Nunca planeó no ser capaz de conectar con nadie durante su tiempo en el instituto y ganarse reputación de borde, rara y maleducada. Nunca planeó que su madre enfermara y Beca no tuviera más remedio que irse a vivir con ese padre que se había olvidado – convenientemente – de su existencia durante casi diez años. Nunca planeó no poder seguir su sueño de triunfar en L.A. por tener que ir a la universidad.
Era siempre lo mismo. Mismos hechos que escapaban fuera de su control y dirigían su vida a caminos por los que la propia Beca nunca se habría visto andando, o había jurado no andar nunca.
Sin saber muy bien cómo había ocurrido, la DJ se encontró un día al mando de nueve chicas de su misma edad, en un grupo de a cappella, y con un diploma de graduada en la Universidad de Barden enmarcado en un cuadro. Cuatro trofeos, a cada cual más grande, en una estantería en el salón con su correspondiente foto en grupo de las Bellas en diversos estados de felicidad y euforia. Diez semi-hermanas – contando con Aubrey – y una mejor amiga, un padre que estaba intentándolo de verdad y una brujastra que no era tan bruja al final. Una demo que iba de productor musical a productor musical para su positiva valoración, una jugosa oferta de trabajo en una discográfica con renombre y un jefe que se había propuesto ser su mentor a pesar de haber empezado con un poco de mal pie. Una pareja estable y el dinero para pagar la mitad de la fianza del alquiler de un piso en Atlanta al que planeaban mudarse juntos para ver cómo se les daba eso de cohabitar dentro de las mismas cuatro paredes.
Ah, espera. Borra eso último.
Porque nada sale nunca como se planeó.
La verdad es que Beca sabía lo que se avecinaba desde el momento en el que la luz se encendió en su habitación compartida con Chloe y dejó de besar a su mejor amiga para ver a su novio salir corriendo por el pasillo del hotel. Había que ser estúpido para no prever lo que ocurrió minutos después.
Lógicamente, la DJ salió corriendo detrás de Jesse para tratar de pararle y explicarle lo que había visto. No pensaba disculparse, soltar el típico cliché de "no es lo que crees" o "no significa nada", porque no era lo que el Treble creía, pero sí significaba algo. De ahí la necesidad que tenía Beca de explicarse, porque era complicado y simple al mismo tiempo. Así que corrió por los pasillos de su hotel en Copenhague, dando tumbos por culpa de las cantidades ingentes de alcohol que había consumido durante su celebración por ser las campeonas del mundo de a cappella. Tropezó con gente, se disculpó en balbuceos, paró para asegurarse de no vomitar y por fin alcanzó a Jesse en la habitación que el Treble compartía con Benji, justo en el ala contraria a donde estaban las de las Bellas.
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How many more shots (until you're rolling?)
FanficCuatro veces que Beca y Chloe se besaron borrachas, y una en la que el alcohol no tuvo nada que ver.