-¿Dónde, hermano? -La voz de Carlo demostraba su cansancio. Habían subido ya 58 de los 121 pisos que conformaban el Metro. Era una estación que comunicaba al Dom con las demás Naves-Hogares. Los hermanos estaban ya muy lejos de casa, en la nave XF-09, la Casa del Caribe.
-Creo que...lo ví en el piso 14 -Dijo inocentemente su hermano menor, que estaba sentado en sus hombros. <<Genial, ahora tendré que subir más...>> -Pensó Carlo.
Soltó un suspiro, sostuvo con fuerza las piernas de Émile, para que no se cayese en el camino.
-Subamos -Dijo, finalmente, antes de proseguir.
Tanta gente yendo de un lugar a otro, hablando, esperando, el ruido que generaban los trenes-balas al llegar y salir de sus andenes, la gente subiendo y bajando de ellos...Todo, hasta el aire caliente, ponía nervioso a Carlo.
Tras media hora de subir, subir y subir pisos, llegaron al número 14.
-Bien, ya llegamos... -Dijo, aliviado, el mayor.- ¿Dónde lo viste, Émile?
Tras unos segundos, que gastó el hermano menor para refrescar su memoria, llegó a una conclusión:
-Ya no me acuerdo. Lo siento, hermanito... -Dijo con pena. Sabía lo que ocurriría ahora, y quería impedirlo.
-¡¿Que ya no te acuerdas?!- Le gritó Carlo. Acto seguido, lo bajó de sus hombros. Estaba hecho una fiera- ¡¿Sabes cuánto cuesta un Vox en la Tienda de Empeños?!
-Hermanito, perdóname...-Su voz era suave y tierna, y lo acompañaba con una cara de no haber roto ni un plato. Pero sabía cupanto costaba un Vox. Esos almacenadores de grabaciones eran todos propiedad del Dom, y, con seguridad, contenían información muy valiosa. Y era dinero lo que necesitaban.
-Vamos a separarnos, y buscaremos la puta grabadora -La ira lo dominaba.
Buscaron, y buscaron, entre los pies de quienes se quedaban a esperar, detrás de las papeleras, de los letreros, carteles y publicidad, como quien pierde unas gafas que, sin ellas, no podrá ver con claridad. Buscaron, desesperándose cada vez más. Finalmente, la encontraron en un hueco del suelo, cerca de una muchedumbre.
Era un poco diferente a lo que ellos habían imaginado. Émile sólo vió cómo un objeto, blanco y puro como la neve, caía del bolsillo de un funcionario del Dom, distinguibles por su vestimenta: Vestían con una gabardina y boina negras. Ambas mangas tenían grabadas un escudo con la imágen del Sol, y en la boina estaba grabado la figura de la Luna. Carlo creía que el Vox era un objeto de un tamaño algo mayor que la palma de una mano, con el mismo grabado del astro rey, con un mecanismo muy complejo de numerosos botones. Ninguno de los dos habían visto personalmente este aparato, hasta ahora.
El Vox era un simple y delgado paralelepípedo, que caía perfectamente en la palma de la mano de Émile, con sus ya recíen cumplidos 8 años. Sí, era blanco como la nieve, pero las esquinas eran anaranjadas, y, si era iluminado directamente, eran visibles todos los colores del arcoiris en su blanca superficie. Además, sólo tenía un botón. Al parecer, funcionaba con tecnología táctil.
Cuando Émile lo encontró, ambos hermanos, en especial el mayor, saltaron y chillaron de alegría. Al fín les era posible pagar la prótesis biomecánica de su madre. Era por ella que a Carlo le incomodaba el Metro: Su madre cayó accidentalmente en el carril de uno de los trenes, y si bien la electricidad de los carriles no resultó ser mortal, le inutilizó ambas estremidades inferiores.
ESTÁS LEYENDO
El Vox y otras historias...
Sci-fi"El Vox y otras historias..." es una colección de historias cortas que ocurre en el mismo universo de "Sólo otra historia del futuro", con una visión especial de los aspectos sociales, tecnológicos y políticos que caracterizan este nuevo mundo espa...