Nervios

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Distrito del Aire, 6 Mayo 2192.

Me desperté sobresaltada, como llevaba haciéndolo desde hace una semana, la fecha se acercaba y no podía hacer nada para remediarlo. En unos días medirían nuestras habilidades para asignarnos un distrito. Cada año por estas fechas el gobierno envía a cada distrito un grupo de funcionarios, para evaluar a los jóvenes de 17 años(momento en el cual nuestros poderes aparecen) y distribuirnos dependiendo del elemento que seamos capaces de controlar: fuego, agua, tierra o aire.

Yo pertenezco al distrito del aire, toda mi familia lo controla, a excepción de mi. Mis poderes no han aparecido aún y eso me pone muy nerviosa. Mama dice que no debo tener prisa, que aparecerán, que yo soy espacial, que estoy destinada a hacer algo grande. Yo no estoy tan segura, el momento de l evaluación se acerca; si mis poderes no aparecen acabaré con los desterrados, sin casa ni familia, robando un poco de comida que llevarme a la boca.

No quería seguir pensando en eso. Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina, donde se encontraban mi madre y mi hermano mayor, Finnick.

-Buenos días-dije sin ánimos.

-Buenos días Cariño, otra mala noche?-preguntó mi madre preocupada.

-Un poco. Sigo nerviosa porque mi poderes no han aparecido todavía. Queda menos de una semana para la evaluación y yo sigo aquí, igual que siempre.

Se acercó a mi y me abrazó, como solo mamá sabe hacerlo.

-Cielo, ya llegará tu momento. Confía en ti misma como yo lo hago, y todo saldrá bien. Estas destinada a algo grande, lo sé-dijo intentando animarme. Sabia que diría eso, siempre lo hace. El problema es que sus palabras ya no son suficientes para calmar mis nervios.

-Gracias Mamá-dije besándola cariñosamente en la frente.

Me senté en una de las sillas de la pequeña mesa de nuestra cocina junto a mi hermano, que empezó a empujarme juguetonamente, en un intento por cambiar mi cara de angustia.

Lo miré con cariño, y reparé en lo mucho que había cambiado. Estaba muy guapo, era rubio como papá, de ojos color avellana como mamá; se había dejado una pequeña barba, que le daba un aspecto de hombre mayor, aunque solo tuviera un año más que yo. Tenia un cuerpo musculoso debido a la cantidad de trabajo que realizaba cada día.

Los habitantes del aire no somos tan pobre como los de la tierra o los desterrados, pero no tenemos mucho más que lo justo para vivir, por lo que debemos trabajar muy duro para poder traer comida a casa.

El trabajo que desempeña cada uno se le es designado dependiendo del elemento que sea capaz de controlar.

Si tienes la suerte de controlar el fuego, te dejaran formarte y convertirte en alguien importante; ser médico, pertenecer al gobierno o incluso formar parte del ejército que nos protege.

Si controlas el agua, quizá te conviertas en un artista famoso o acabes dirigiendo tu propio negocio.

Los que controlamos aire o tierra no lo tenemos tan fácil. No se nos permite estudiar demasiado, ya que nuestras familias necesitan que llevemos dinero a casa.

Si controlas el aire, podrás recluirte en algún templo budista y enseñar a otros o tendrás que trabajar en alguna empresa textil o de enlatado.

Y finalmente si controlas la tierra, tendrás que trabajar en las minas o como ganadero o agricultor el resto de tu vida.

No me parece demasiado justo, que por el elemento que tu genética te permita controlar puedas vivir de una manera o de otra. A todos se nos deberían dar las mismas oportunidades, de triunfo o de fracaso, pero no es así. A nadie parece importarle esto, ya que todos acatan las normas sin protesta alguna, aunque estén sufriendo cada día.

Abandoné esos pensamientos. No me servirían de nada. Me concentre en acabar mi desayuno.

Cuando terminé, me preparé para ir a la escuela. Me vestí con las ropas de mi distrito, otra norma que me parecía absurda. Cada distrito tenia un tipo de ropa asignada: Los fuego vestían de rojo y negro, los agua de azul y morado, los tierra de marrón y verde; y nosotros, los aire, de blanco. El gobierno afirmaba que era una forma efectiva de distinción entre los distritos. Todo me parecía injusto en el mundo en el que vivía, pero nadie más parecía notarlo.

Me dirigí hacia la escuela intentando alejar esos pensamientos de mi cabeza. Cuando llegué nadie parecía notar mi presencia. Los aire no solemos llamar demasiado la atención, eso es algo que me gusta de mi distrito.

Las horas de clase pasaron rápidamente. Volví a casa y ayudé a mi madre a preparar la cena. Hice mis deberes y me acosté intentando conciliar el sueño. Así, fueron pasando mis rutinarios días.

Ya no me quedaban uñas que morder. Era 9 de Mayo y mañana seria el día decisivo, y yo seguía aquí, esperando por la aparición de mis inexistentes poderes...

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Tatatachan!! aquí está el primer capítulo de la historia 😊 Espero que os guste, lectores míos.

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Nos leemos pronto, besooss 😘😘










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