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Estoy muy borracha, es verdad, pero un lado de mi aun piensa.

El guardia de seguridad ahora me lleva de un brazo y mis pies casi no tocan el suelo. De todos mis días de locura nunca me habían hechado de una disco.
Cuando llegamos al final del pasillo y el guardia abre la puerta me preparo para caer de rodillas en el sucio pavimento, pero en vez de tirarme en la fría noche, entro de forma torpe en una habitación con alfombra. Al medio hay un escritorio con una silla demasiado acolchada para mi gusto.En las paredes hay estanterias con carpetas y algunas repisas con luces que contienen botellas de alcohol.¿Acaso estoy en una oficina? ¿Dentro de una disco? ¿Me han llevado a hablar con un gerente o algo así? .
-Toma asiento, creo que lo necesitas-me dice una voz detrás de la silla.
Y eso hago, me siento en la primera silla que alcanzan mis manos y recorro la morada habitación con la mirada.
-Asi que, dime, ¿Siempre que sales de fiesta terminas bailando sobre el bar?-me pregunta mientras se pone de pie para rodear la silla y quedar a un costado del escritorio.
Es más joven de lo que esperaba, unos 27 quizás, tiene el cabello rubio y rizado, y por alguna razón mi mirada se centra en un pequeño lunar que tiene en la mejilla izquierda.
Se quita los lentes cuadrados que tiene puestos y se frota los ojos con frustración ante la falta de respuestas por mi parte.
Nunca me había sentido tan intimidada.
-Mira, entiendo que en estos momentos estas demasiado borracha como para entender,pero te lo diré de forma simple y espero que lo recuerdes por la mañana-me dice mientras se encorva para que su mirada quede al mismo nivel que la mía-No quiero volver a verte en este lugar, desde ahora tienes prohibida la entrada a mi club.
-¿Qué?- respondo, aunque parece más un sollozo, Dios, esta vez si que bebí demasiado.
-Lo que oiste, ahora puedes retirarte, tu y tu amiga.
Me levanto con indignación y me doy media vuelta para salir con toda la dignidad que una borracha en mi estado puede tener, y justo cuando voy saliendo por la puerta uno de mis malditos tacones decide que es buen momento para romperse, haciendo que me caiga torpemente.
-Yo que tu me los quitaria-me dice desde su oficina alzando la voz. Y ahora la parte borracha de mi se apodera de mi mente, me quito los tacones, me giro para enseñarle el dedo del medio y me voy.

Bajo ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora