"Mírate, Alek, eres pura grasa, un maldito obeso. Me das asco." se decía Aleksànder, de dieciséis años frente a un espejo.
No comía hace semanas.
Su estómago rugía, tenía pequeños mareos, su piel era demasiado blanca y su autoestima estaba tres metros bajo el subsuelo.
