I - El Wonejo

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Érase una vez un huargo.

Como era común en los tiempos que corrían, no había presa de las que alimentarse esa noche. La enorme bestia negra caminaba sin rumbo por aquella tierra húmeda y fangosa. Los olores de las pequeñas presas que había seguido por un par de horas habían sido sustituidos por los olores del lodo y de la humedad imperante en la atmósfera. Las constantes lluvias eran cosa de todos los días en la tierra que llamaban "Bosque de las Luciérnagas".

Se dio cuenta entonces que se estaba volviendo viejo. Sus patas ya no eran las mismas que cuando era un joven cachorro deseoso por aventuras, cuando exploraba caminos que ninguno de los suyos eran capaces de cruzar y cuando cazaba bestias tan grandes que tardaba hasta semanas en tratar de roer sus huesos. Su olfato ya no captaba los olores más sutiles y perdía fácilmente el rastro a través de la lluvia. Ahora también comenzaba a fallarle la vista y no veía más allá de cierta distancia en la noche.

Por suerte había Luna llena, y se había envuelto de aquél vigor que el argénteo resplandor lunar traía consigo para los lupinos. Siguió caminando mientras sus tripas gruñían innecesantemente, recordándose que debía comer o moriría pronto de inanición. Odiaba la lluvia, también odiaba el fango mojado que se metía entre sus patas y le obligaba a moverse de manera lenta y torpe, tratando de no hundirse más.

Caminó y caminó por horas, y pronto los matices anaranjados surgieron en el tapiz oscuro de la noche para anunciar el amanecer. Pensaba que lo mejor era volver nuevamente a su refugio y moverse hacia otro territorio. Con suerte encontraría presas a las que cazar y su barriga estaría llena de nuevo, como en los tiempos de abundancia. ¿Pero cuánto tiempo había pasado de eso? Ya se había olvidado realmente del aspecto que tenía su viejo hogar, en el nacimiento del río y en la cascada que para los huargos era sagrada. La corrupción del Garou había llegado demasiado pronto a sus tierras y los recuerdos era mejor olvidarlos, el dolor era demasiado para soportarlo.

Comenzó a llover mucho más fuerte que antes, y la superficie se volvió más difícil para caminar. Estaba a punto de amanecer, pero en aquél bosque era normal que lloviese tanto durante las horas del día. Se había convertido en un cazador nocturno por necesidad, no porque le gustase cazar y competir con otros por presas escasas en la oscuridad.

Mucho después de que el sol hubiese salido, el lobo huargo intentaba regresar hacia el refugio improvisado que había hecho en una cueva. Allí estaba alejado de la lluvia, del fango y de otros animales. Era una posición elevada a la que se accedía a través de un pasadizo oculto tras un montón de helechos, delante de una pared de piedra negra aceitosa. Lo había conseguido por casualidad, cuando olfateó el cadáver de una pequeña osa con su prole, estaban famélicos. Se había dado un festín de carne magra y podrida esa noche, era suficiente para paliar el hambre al menos dos días.

Reconoció un árbol de hojas doradas que resplandecía con una curiosa y parpadeante luz propia, pero el huargo se había dado cuenta que en la noche se apagaba también, convirtiéndose en uno de los tantos árboles sin personalidad a su alrededor. De día anidaba un centenar de aves de diversos tamaños y colores, cantando al unísono melodías que desconocía y que por tanto, le irritaban. Estaba cerca de su refugio, pronto se secaría el pelaje e intentaría descansar, esperando a tener suerte y poder comer más temprano.

No tardó en ver la columna de roca negra aceitosa sobre la colina, sobresaliendo por encima de los árboles a su alrededor. Con el resplandor del sol era fácil distinguirla entre todos los colores brillantes de la naturaleza, pero en la noche era imposible a menos que fueses un animal acostumbrado a la oscuridad. Intentó dar un rodeo por la empinada colina para dar con un pequeño sendero de piedras, era más fácil ascender por los escalones que a través de la densa vegetación que conformaba una especie de muro natural hacia la cueva.

El HuargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora