Alberto sale de trabajar y decide ir a casa a darse una ducha rápida. Trabajar en una biblioteca, en Madrid, en Julio, es igual a sudar como si hubiese salido del mismísimo infierno. Por suerte vive cerca del trabajo y no tarda mucho en llegar a casa, donde Winter y Elendil le esperan tumbados en el sofá.
Se sienta a atusarles un poco y en seguida se pone en marcha.
Cuando sale de la ducha se cambia de ropa y se pone una camisa de cuadros morada, amarilla y roja. Los colores de la República. Los colores en los que él cree fielmente. Se echa un vistazo en el espejo, con la esperanza de llegar medianamente presentable a su destino, y sale de casa.
Coge el metro hacia la estación Tirso de Molina y tiene la suerte de encontrar un asiento vacío. Se sienta y suspira, como intentando no pensar en lo que está haciendo con su vida. Y mientras intenta no pensar, su cabeza vaga a aquel momento en el que entró por primera vez en la tienda de música y le vio.
- Perdona, - le dijo a uno de los dependientes de la tienda, uno que llevaba un piercing en la ceja y una coleta larga y desmarañada. - estoy buscando un disco que tiene unas piezas de Chopin, pero no lo encuentro.
- ¿Qué tal si empezamos a buscar en la sección de música clásica? - le contestó el muchacho con tono amigable y sonriéndole. Los dos caminaron hacia la sección y allí el dependiente le señaló las dos secciones en las que podría estar lo que buscaba. - Estos de aquí están organizados por nacionalidad del compositor y esos de allí por periodos. No sé si te sirve de mucho o...
- Sí, está perfecto, gracias. - respondió Alberto con una sonrisa.
Vio como el chico de coleta y piercing se dirigía hacia una de las cajas y entonces le vio. Era alto, mucho más alto que su compañero, y delgado, muy delgado. Tenía el pelo castaño y llevaba gafas. Y en ese momento sonrió y Alberto sintió que se le paraba el corazón. Apartó la vista rápidamente y la dirigió hacia los discos de nuevo. Pero ya le daba igual si encontraba el disco o no. Lo único que ocupaba su mente era el chico de gafas.
Y desde ese momento iba todos los días, a la misma hora, a la tienda de música. Sabía que el chico estaría allí trabajando y había comprobado que la mejor sección para poder verle mejor era la de música clásica. No es que le gustase demasiado, ni siquiera era para él el disco que había querido comprar hacia unas semanas, pero haría cualquier cosa por ver al chico de gafas.
"Cualquier cosa menos hablarle" - le dice una voz en su cabeza, sacándole de su ensoñación. "Hoy le voy a hablar" - se responde a sí mismo. "No te lo crees ni tú" - le responde la voz. "Ya lo verás". En su cabeza suena convencido y la voz no le replica nada más. Llega a Tirso de Molina. Es el momento de dejarse de palabrerías y pasar a la acción.
Cuando entra en la tienda le ve en la caja, como siempre. Está concentrado leyendo un libro y Alberto sonríe al ver la imagen. Se dirige rápidamente hacia "su" sección, donde se coloca estratégicamente en el mejor lugar para verle. Disimula durante unos segundos tocando varios discos, como si realmente estuviese interesado en ellos. Cuando cree que ha pasado un tiempo prudencial, levanta la vista y se sorprende al ver que el chico le está mirando. Hace un ademán de saludarle con la cabeza, pero cuando quiere darse cuenta, el muchacho ha vuelto la vista al libro. Su cabeza le dice que deje de mirarle, que se va a pensar que es un raro, pero él no puede dejar de mirarle. No quiere. Y cuando el chico vuelve a levantar la cabeza y a mirarle, él sigue ahí, con sus ojos clavados en él. Esboza una tímida sonrisa, pero el chico de gafas vuelve a apartar la mirada, esta vez para atender a una chica.
Alberto suspira y vuelve la vista a los discos. Y de repente ve el disco que había estado buscando el primer día. Lo coge y lo mira detenidamente. Si no fuese por ese disco, jamás habría conocido al cajero guapo de la tienda de discos. Y en su mente se dibujan dos opciones: comprar el disco o no comprarle.
"Si lo compro - se dice a sí mismo - tendré una excusa para hablar con él, que era mi objetivo para hoy. Podré verle de cerca y comprobar como son sus ojos y escuchar su voz... Pero si lo compro... ya no tendré excusa para volver más a la tienda, al menos durante un tiempo..."
Tras meditarlo unos segundos vuelve a dejar lentamente el disco y se dirige hacia la zona de libros y biografías musicales; el segundo mejor sitio para ver al chico de gafas.
"Ya sabía yo que te ibas a rajar..." - le dice la voz en su cabeza. "No me rajo" - se contesta a sí mismo, enfadado. "Es más, voy a ir ahora mismo a comprar este libro" - añade, mientras coge el primer libro que pilla en la estantería. "Y voy a hablar con él".
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Punk Clásico
FanfictionÍñigo es más de música punk; Alberto es más de música clásica. AU (o no, nunca lo sabremos)