El aire tibio del atardecer recorría su rostro, estaba sentado, había caminado sin rumbo por horas, exhausto de sus pensamientos. Una gota de lluvia calló sobre su mano, el la contempló atónito, miró el cielo, ya había anochecido, se estremeció por el frío, se levantó y empezó a caminar nuevamente, pensaba en ir a su casa, pero sus pies no le comprendían, pues, se hallaba corriendo, sin sentido, las calles vacías, sentía el viento en su cara, la lluvia, todo le parecía fantástico, estaba empapado y al darse cuenta, se sintió feliz. Le recordaba a su niñez, le recordaba a su madre, entonces miró el cielo, y sonrió, fue entonces cuando vió lo que parecía ser un espejismo, una silueta perfecta, dando vueltas en círculos, abrazando la lluvia, estaba solo ella, y solo el.
Ella no se había dado cuenta de su presencia, el la contemplaba, cada movimiento le parecía fascinante, ella era perfecta, estaba empapada, como el. El no movía ningún musculo, la contemplaba de una manera escalofriante, la deseaba, fué cuando ella se dió cuenta de que la estaba observando, se quedó mirándolo fijamente, fué una eternidad, entonces ella se fué corriendo, corría espantada, el corrió tras ella, como un lunático, no podía perderle, no podía vivir sin ella, cuando la alcanzó la tomó del brazo y la besó.
La lluvia recorría cada parte de ellos, se miraron, se encendió el deseo, al llegar al departamento empapados, ella lo arrastró hacia el dormitorio, sus cuerpos se fundían, los llevaba el deseo, se iban desprendiendo de sus prendas mojadas y entonces se contemplaron desnudos, el nunca vió algo tan perfecto, entonces la llevó sobre el y ella lentamente recorría su cuello con sus labios, se miraron y fué cuando comenzaron a sentir en su interior algo nuevo, el placer era tal que se asustaron, al acabar ambos, se quedaron mirando el techo de la habitación, exhaustos, respiraban rápidamente y se miraron, fué entonces cuando el le habló por primera vez:
- Te amo - le dijo. Ella sonrió, acarició su rostro como si fuera a desvanecerse, se acercó, el podía escuchar sus latidos.
- Será mejor que te vistas y vayas a casa - dijo casi ingenuamente.
- Tu no puedes dejarme, no puedes - dijo gritando - yo no puedo vivir sin ti. El comenzó a desesperarse y la agarró fuertemente de las muñecas, ella hizo una mueca de dolor,
- Ámame, vamos dime que me amas - comenzó a enfurecerse. - respiró profundamente y la soltó. - Lo siento - le dijo.
Se vistió y ella se puso un traje de seda, por el cual se traslucía su perfecta figura, al llegar al umbral de la puerta, la miró, ella lo besó, el la tomó y ella rodeó sus caderas con sus piernas, comenzaron a dar vueltas y el cerró la puerta, no dejaron de besarse ningún segundo, se tiraron sobre la alfombra y comenzaron a hacerlo nuevamente. Sus cuerpos de fundían y al acabar nuevamente, se miraron, el se levantó, se vistió y se fué, ella se quedó impactada por su frialdad, después de todo, ¿el aun la amaba?, abrió la puerta y salió solo con el traje de seda a buscarlo, corría empapada por la lluvia y lo abrazó por la espalda, el se dió vuelta sorprendido.
- ¿Aún me amas verdad? - dijo esperanzada.
- No te amo, no te amo en lo absoluto - le dijo con odio, la empujó y siguió caminando.
La lluvia cesó, la noche aun era joven, se sentó en la misma banca a ahogarse en sus pensamientos, miró el cielo y entonces... la vió, era perfecta, estaba chapoteando en los charcos de agua, y se reía fuertemente, la contempló obsesionado y entonces ella lo miró(...)