Ángel de la Muerte

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La hora esperada llegó. Sin ningún terror se adentró en el punto de origen de toda esa locura. La escena era lo suficientemente escalofriante y terrorífica como para dejar traumatizado de por vida a cualquier ser humano. Hacía pocos minutos había iniciado una llovizna, que poco a poco fue tomando fuerza. El lugar seguía lleno de sangre. Por todos lados donde se pudiera ver había indicios, algunos más ligeros que otros, de una lucha desesperada contra la muerte. Pedazos de carne humana se mezclaba con la sangre, se veían signos de forcejeo, de tortura, y muchas otras cosas indescriptibles. Era una total y completa devastación, que sólo un loco sería capaz de efectuar. Pero ni aún siendo así, una sola persona podría lograr tal atrocidad. Tenía que existir una fuerza todavía mayor que pudiera contener tanto poder como para realizar tal carnicería. Y el detective conocía esa fuerza. Jamás la había usado, es cierto, aunque esto no implicaba que no supiera de su existencia. Sin embargo, no sólo sabía de ésta, si no que, además, había aprendido a controlarla y usarla a su favor.

Si la escena anteriormente descrita ya era aterradora de por sí, lo que ahora se podía apreciar se le debía multiplicar por cien o más. Al interior del templo no se escuchaban ruidos, ni siquiera la tormenta que caía violenta e incontroladamente sobre la superficie del lugar. Sólo se oían los pasos del joven, y las gotas de agua que aún resbalaban por su cuerpo. Además, estaba todo oculto bajo las tinieblas de la noche, apenas iluminado por las luces de las farolas exteriores. Nadie habría tenido el suficiente valor como para entrar y lograr salir de ahí sin perder la cabeza.

Y esto no era lo peor. Una sombra seguía a Konoe, sin efectuar ruido alguno.

El joven detuvo su andar en el centro del recinto. Casi se podía escuchar los lamentos de las personas que habían sido asesinados en ese punto. Era increíble pensar en que, hace tan sólo unas semanas, ese lugar rebosaba alegría y veneración. Ahora no estaba poblado más que por la oscuridad y el terror. Pero esto no parecía inmutar en lo más mínimo a Nobuyuki. La sombra se detuvo frente a él.

Ambos se observaban intensamente. El probable ejecutor de tan sangrienta hazaña fijaba su mirada en Konoe, examinando cada detalle del cuerpo del joven. Era como si quisiera comprobar que su vista no lo engañaba. El otro simplemente cerró los ojos con pesar. Estaba claro que ninguno de los dos iba a ceder ante las amenazas de su contrincante. La sombra fue quien habló primero.

-Decidiste venir. -El tono empleado habría conseguido ponerle los pelos de punta a cualquier persona normal.

-... -Nobuyuki no respondió, no veía la necesidad de hacerlo.

-Creí que no te atreverías a venir, ¿sabes?

-...

El lugar se sumergió en un silencio sepulcral. Konoe no le dirigiría la palabra, eso estaba claro. No lo haría, a menos que viera un motivo por el cual hablarle. Este hecho estaba logrando acabar con la paciencia del otro sujeto.

-Pensé que al menos tendrías los huevos para hablarme. -Dejó ir esa frase con cierto sarcasmo y burla en su voz.

-No veo el por qué de dirigirme a ti.

-... -Una extraña mueca se dibujó en su rostro, y una sonora carcajada hizo eco en las paredes del templo.

Nobuyuki lo miró extrañado. No entendía la razón de esa horrible risa.

-En serio, no podría sentir más lástima por ti. Tú no actúas como mi hermano. ¿Acaso estás olvidando todo lo que pasó?

-No, no lo he olvidado. Y jamás lo haré mientras tú sigas con vida.

Ahora era Nobuyuki quien expresaba en sus palabras seguridad y algo de... delirio. Porque no es y nunca será normal la mirada de profundo odio que el joven mantenía hacia aquel que afirmaba ser su hermano. Sin poder evitarlo, Konoe esbozó una diabólica sonrisa. Aún sujetaba con fuerza aquel objeto con forma de collar.

-Después de todo, ahora soy yo el que tiene el control sobre la situación. -Dijo fríamente.

Acto seguido, atacó de forma feroz a su gemelo, dejándolo tumbado en el suelo. Sólo estaba usando sus manos, no poseía ningún tipo de arma, ni blanca ni de fuego. Únicamente lo golpeaba con su fuerza. Pero no era cualquier tipo de fuerza. Parecía una descomunal, sin límite alguno. Era como si alguien más le estuviese brindando su ayuda. La sombra logró reincorporarse después de unos minutos, dirigiendo a Konoe sus palabras.

-¿Cómo es posible? -No terminaba de entender lo que acababa de suceder. -¿Cómo es que tú... ?

-Por esto. -Dijo señalando el pequeño relicario de ángel que colgaba de su mano. -Fuiste muy descuidado y confiado. Dejaste caer tu parte del collar. Sí, esa que te daba todas aquellas facultades demoníacas, ¿no es cierto? ¿O me dirás que tú solo provocaste todo esto?

-... -No respondió, no podía hacerlo. Le faltaba el aire, y no lograba recuperarse de tal brutal ataque.

-Si termino contigo aquí y ahora, el poder será mío. Todo lo que tú poseías quedará sellado acá.

-Pero... ¿Cómo sabías... que fui yo quien... te dejo esas notas?

-Porque supuse que querías lo mismo que yo. Después de todo, tú sabías del pacto, y te involucraste en él bajo tu voluntad. ¿O me dirás que no recuerdas todo el daño que provocamos juntos? Cuando asesinamos a papá, a mamá, al abuelo... y a nuestra hermana. ¿Lo olvidaste? -Habló de golpe, soltando todo lo que quería decir. Ya no era el mismo de antes. Ahora era un verdadero demonio de la destrucción.

Antes de que su hermano pudiera reaccionar, volvió a atacarlo. Esta vez el impacto fue letal. Lo supo en el mismo instante, pues sintió las costillas quebrarse bajo su puño. El otro sujeto cayó nuevamente al suelo, casi inconsciente.

-No te preocupes, hermano. Algún día nos volveremos a ver. Pero esta vez, será allá abajo. -Le susurró antes de irse caminando por donde llegó.

El relicario de ángel había adquirido un oscuro color metálico. Ahora el demonio en persona lo llevaba en el cuello. Eso ya no era un humano. Después de todo, ese collar estaba maldito por el mismísimo Diablo. Y quien lo portara sería su mensajero entre los vivos. Tendría la capacidad de esparcir las tinieblas y la desesperación a su antojo. Él ya no era Nobuyuki Konoe. Era el ángel de la muerte, enviado desde el infierno para traer destrucción a este corrupto mundo.

"El Relicario de la Muerte" (#FFA16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora