Capítulo 4: 光 (Luz) Parte 2

266 37 10
                                    


[ ● ]

recording... 00:00:01


El traqueteo del tren les movía los cuerpos de un lado a otro en el vagón de mercancías. Las reses, más tranquilas, balaban de vez en cuando en el anexo.

Yifan miró a los ojos a ese nuevo desconocido, bien vestido y maqueado, la imagen de una buena vida salvo por la oscuridad que albergaba en ese momento en los ojos y que le confería un aura fiera a ese rostro tan joven. A sus pies, una oveja sangraba por el cuello roto y pintaba de rojo el suelo demadera.

—Esperaba no encontrarme con ninguno de vosotros, pero sois una plaga.

—No soy un descarriado —masculló Yifan con los dientes todavía expuestos a pesar de que intentaba controlarse y ahogar el ansia por morderle cuello.

—Pero estás al borde de la locura, puedo sentirlo —siguió, clavando los ojos en los de él—. Tan desesperado por alimentarte.

—No sabes nada de mí.

—No. Pero a la locura sólo caen los débiles de voluntad. Debería de acabar con tu existencia y ahorrarte el tránsito.

—Muy considerado —replicó, más con un gruñido que con voz humana.

La mirada de Luhan se suavizó por un momento.

—No le deseo a nadie ese camino, al igual que no le deseo a nadie esta forma de vida. Ni que muera gente inocente porque alguien no sabe controlarse.

—Eres diferente a ella —dijo de repente al pasarle por la mente la imagen de la mujer que le había arrancado parte de la vida.

El chico frunció las cejas y la mirada volvió a oscurecerse.

—¿A quién te refieres?

—Tú también eres un jefe de clan. Emanas esa aura.

El olor, pensó. Era una de las cosas que le había enseñado Cecil durante aquellos largos viajes. No todos podían distinguirlo pero Yifan sí. Notaba que aquel muchacho era diferente.

—No soy ningún jefe.

—Nos gusta tanto engañarnos a nosotros mismos.

—Habla por ti, Yifan.

—Como quieras —replicó desesperado por alimentarse. Ninguna res le saciaría lo suficiente, pero sí la persona que tenía delante de él.

Intentó soltarse otra vez del agarre mental pero no pudo moverse ni un centímetro. Probó después a buscar las ligaduras del poder del joven pero se encontró con una maraña de hilos que le cubrían por completo, como una telaraña. Tiró de uno de ellos con la mente y consiguió que temblase de manera leve.

—¿Qué estás haciendo?

Las ataduras se tensaron de nuevo.

Notó entonces algo extraño. Como si algo estuviera hurgando en el interior de su cuerpo. No era la bestia ni el hambre sino algo diferente que se centraba en la mente. Abría y cerraba puertas con rapidez, como si estuviera buscando algo. Se sentía invadido por esa fuerza e intentó rechazarla pero era demasiado fuerte. Viajaba por recuerdos que Yifan intentaba encerrar de nuevo en los cajones correspondientes. Vio aCecil y su mirada siempre tan serena. La vio a ella y la sonrisa que le dedicaba antes de echarse encima de él. Vio a su padre con el rostro enrojecido y aquella expresión de confusión en la cara antesde caer al suelo muerto. También vio a su madre, alta, sana, que cogía de la mano a un Yifan de seis años. Muerta, en aquella cama que se había convertido en una tumba.

[kray] Tinta rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora