IX

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Allegra llegó a casa de los Richman ese domingo a las 9:00 a.m. con un enorme cesto que Boinet dejó en la puerta. Duncan acababa de salir de la ducha y, con el cabello aún mojado, le abrió la puerta. Ella pasó arrastrando la cesta, que parecía pesada, y él la alzó con un brazo.

—Qué traes aquí?

—Refuerzos.

—Piensas hacer trampa?

—Nunca dijiste que no podía traer un poco de ayuda.

Duncan fisgoneó dentro de la cesta y se ganó un manotazo de Allegra.

—Auch! Qué hay allí que no quieres que vea?

—No es tu problema. No te vas ya? No te vas a donde tus amigotes a perder el tiempo mientras yo hago de ama de casa?

—Ríndete, y di que no eres capaz. Me quedaré con los chicos todo el día y no hay problema.

—Jamás.

Duncan la miró con ojos entrecerrados. Ella parecía muy decidida. Se encogió de hombros y caminó hacia su habitación. Allegra notó que iba descalzo y recién bañado.

—Dónde está Kathleen?

—Se fue al hospital. Su turno iniciaba a las seis de la mañana.

—Ah... A qué horas vuelve?

—A las seis de la tarde. Tiene turno de doce horas.

—Vaya.

—Qué. Reconoces que no vas a poder sola?

—No, era sólo para asegurarme de que tendré la casa para mí sola.

—Ríndete, Allegra.

—Jamás.

Él la miró meneando la cabeza mientras se internaba en su habitación. Allegra aprovechó el momento para sacar de la cesta mil cosas. Electrodomésticos pequeños y abarrotes, los había saqueado de su propia cocina y comprado en una tienda de camino a casa de Duncan.

En ese momento, uno de los gemelos salió de su habitación restregándose uno de sus ojos y aún en pijama. Al verla abrió la boca sorprendido.

—Te casaste con mi hermano?

—No –contestó ella preguntándose cómo ese niño había sacado esa conclusión.

—Y por qué estás aquí?

—Porque hoy los voy a cuidar.

—Ah –el niño no parecía muy seguro. Tontos varones Richman, pensó Allegra, la creían incapaz. Pero ya aprenderían.

Encontró que ya Duncan había preparado el desayuno... cereales. Ya estaban blandos y esponjosos esperando a que los gemelos los tomaran, y cuando Paul, o Kevin, fue a tomarlo, ella se lo quitó de las manos.

—Tú necesitas comer algo más saludable.

—Pero tengo hambre.

—Dame dos minutos y te haré unas deliciosas tortillas.

El niño la miró un poco molesto, y salió de la cocina. Allegra se puso manos a la obra y empezó a batir huevos. Duncan vio a Paul sentarse en el suelo y buscar algo entre los videojuegos.

—Por qué no estás desayunando?

—Tu novia me quitó el tazón de cereales.

Duncan se asomó en la cocina y lo que encontró casi lo hizo reír. Allegra tenía el cabello recogido y envuelto en una pañoleta de colores vivos, delantal y guantes. Agitaba unos huevos en una taza y los depositaba con cuidado en una sartén caliente.

Ámame tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora