La joven María había cumplido dieciséis años y ya no era ninguna niña. Su abuelo, quien la había criado desde pequeña debido a la temprana muerte de sus padres, creía que ya era hora de ofrecer su mano a algún joven del pueblo, ya que, a pesar de las desagradables cicatrices que poseía en las piernas y en su brazo derecho, María no era fea, al contrario, era una joven preciosa de ojos verdes y cabello color chocolate, tenía finos rasgos y anchas caderas, lo que la convertía en buena para parir y eso, en buen partido para cualquier joven de alta cuna. Lo que nadie tenía en cuenta era que María seguía siendo aquella niña aventurera y rebelde que no quería terminar como su abuela, quien se casó en un matrimonio concertado con su desagradable abuelo y quien nunca fue feliz. La abuela de María, Christine, fue una mujer preciosa de noble corazón, quien vivió por y para su marido, dejando sus gustos e intereses para cambiarlos por la crianza de sus hijos.
Era una mula de cría. - Pensó María, quien se negaba a salir del estudio de su abuelo para conocer a uno de sus pretendientes, quizá su futuro marido.
Entre pensamiento y pensamiento, María terminó parada cara a cara con su reflejo, un poco aburrida comenzó a admirar su vestido, era de algodón y encaje, de color borgoña y diseños florales de color blanco, con una falda larga hasta el suelo y un corsé de color oscuro, casi negro, las mangas rojo oscuro, con detalles en encaje, que las costureras no habían podido arreglar eran tan largas que no podía ver sus dedos. Era el mejor vestido que había en todo el pueblo sin duda alguna, le perteneció alguna vez a su abuela, quien era muchísimo más alta que ella y quien -según su abuelo había dicho- en sus tiempos tuvo una amistad con quien actualmente era la costurera favorita de la mayoría de los nobles.
Las mangas son tan largas que no puedo ver mi cicatriz. - Pensó la joven con alegría, aquella cicatriz iba desde su pulgar hasta unos centímetros antes de llegar a su codo.
La joven María no tenía ningún recuerdo de cómo se había hecho esa cicatriz, de la misma manera en la que tampoco sabía como se había hecho las cicatrices que tenía en ambas piernas. Según su abuelo, fue un accidente de caza.
Cansada de admirar su reflejo y de escuchar los gritos de su abuelo llamándola desde el salón, decidió tomar un libro de la variada colección de su abuelo y sentarse a leer. Con pasos decididos fue hasta una repisa donde había libros de distintos colores y tamaños, tomando entre sus manos un libro pesado y viejo de color negro, "Samael" se leía en la portada, en letra cursiva de color roja. Curiosa, fue a sentarse en el sillón favorito de su abuelo, el cual era bastante cómodo y combinaba con su vestido al ser de terciopelo bordó. Una vez cómoda abrió el libro en una página aleatoria, llegando al capítulo cinco "Ignis"."Mis preciosas criaturas ignífugas, una de mis favoritas. Fueron creadas para la destrucción de todo lo que estuviera a su alcance, haciendo que cada objeto que entre en su mirada, comience a deshacerse lentamente. Físicamente su apariencia es infernal, no hay manera de describirlas, es como si tuvieras un trozo de infierno en tus manos y sintieras todo el dolor que habita en él en carne propia. Si tuvieras una de ellas delante no la verías, la confundirías con el fuego que hay a su alrededor, fuego que ella misma ha creado para lograr la destrucción absoluta de todo lo que llegue a tocarla. Todos los incendios del mundo son creados por ellas, y sin su existencia el fuego se extinguirá, ya que ambos son lo mismo y yo, al crear un ignis, cree una llama.
Mi hogar está lleno de ellas, para demostrar mi profundo orgullo y cariño les permito vagar por los oscuros rincones del infierno, donde siempre son bienvenidas.
Si tienes una delante lo sabrás, un olor inconfundible a quemado se meterá en tus fosas nasales sin dejarte respirar, tus ojos se pondrán rojizos ya que el humo que mis hijas expulsan de su piel es notablemente irritante.Sabrás que están ahí, pero nunca sabrás donde."
María detuvo su lectura al escuchar los gritos irritantes que emitía su abuelo llamándola desde el salón. Un poco molesta dejó el libro en la mesa que había a su derecha y se levantó para ir a ver por fin a su pretendiente.
Desearía ser una criatura ignífuga, así podría pasearme por un hogar tan cálido como el infierno. - Pensó mientras reía con atrevimiento. - ¡Además me encargaría de la mala gente, como mi futuro prometido!
Entre carcajadas, María salió del estudio y se dirigió lentamente hacia el salón, preguntándose cómo sería su pretendiente.
Al estar llegando al salón escuchó gritos desgarradores venir de allí, asustada, corrió desesperada y al entrar al salón la joven María quedó petrificada al ver como su pretendiente, al que nunca había visto, moría en las abrasadoras llamas que parecían llenar el salón.¿¡Qué has hecho María?! - Profirió su abuelo. - ¿¡Qué has hecho?!
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Trilogía El Diablo: El libro. - Libro 1
ParanormalUn libro de tantos años como paginas, que en sus capítulos alberga a las criaturas mas peligrosas y seductoras del mundo, las creaciones del mismísimo Satanás; desde hermosas mujeres aparentemente inofensivas, pasando por espíritus vengadores, hasta...