Corriendo por el bosque, María llegó a su lugar favorito, un pequeño prado que se ocultaba fácilmente entre los árboles alejando a los ojos curiosos, ella lo encontró por pura suerte en su décimo cumpleaños una mañana de primavera. En él solo había flores azules y un tronco caído que parecía haberse fusionado con el suelo al crecer las flores en el. La joven de cabellos largos y rostro dulce se sentó en aquel tronco, limpiando las piedras y las hojas de sus pies descalzos con su mano izquierda mientras que con la derecha sostenía aquel libro misterioso, un libro antiguo de autor desconocido que encontró en el viejo estudio de su abuelo, de tapas de cuero negro y letras rojas como la sangre. Una vez cómoda abrió el libro en la primera hoja donde solo había una frase escrita; "No lo leas."
Estas palabras estaban escritas una y otra vez en las siguientes cinco páginas, en tinta negra, con una caligrafía extraña y algo agresiva, como si hubieran sido escritas de manera apurada. Se dio cuenta fácilmente de que tales frases habían sido escritas por alguien ajeno al libro debido a que, al ignorar las advertencias, descubrió que un par de páginas más adelante todo estaba escrito en tinta roja y formal. Un poco desconfiada e incómoda, comenzó a leer.
"En estas páginas os traigo a mis más preciadas creaciones, para que así, todos vosotros conozcáis el grandísimo alcance de mi ilimitado poder y sepáis que os aguarda en las llamas infernales de mi hogar."
¿Esto lo escribió el autor? - Pensó la niña en su inocencia.
Pasando de página encontró el primer capítulo titulado "Ninfas del viento."
"Mis preciadas ninfas del viento son tan inofensivas como un ángel, fueron creadas para asustar a los incautos que se pierden en los bosques con sus soplidos de ventiscas y sus melodiosas risas.
Nunca dejan escapar a sus presas, así que nunca dejes de correr.
En apariencia física son como los seres humanos, con la diferencia de que su piel es demasiado pálida y que sus cabellos son de un precioso azul zafiro. Sus cuerpos están conectados con la naturaleza, por lo tanto raíces negras y finas salen desde las plantas de sus pies descalzos, subiendo por sus piernas, su torso y su cuello, acabando en las esquinas de sus ojos grises y en sus labios de un pálido azul. En vez de uñas poseen largas garras identificadoras para cualquier criatura de mi creación. Sus orejas son alargadas y finas, tan blancas como el resto de su cuerpo. Sus dientes son tan duros como el diamante y tan afilados como los colmillos de un león, ya que, a pesar de tener prohibido el asesinar a un ser humano, son carnívoras."
¡Son hermosas! - Pensó María, a quien le atraía tener una amistad con tal ser al que encontraba travieso y divertido. - Me pregunto si podré encontrar una, después de todo estoy en un bosque.
Y así, sin terminar de leer el capítulo, cerró el libro y, protegiéndolo con sus brazos, comenzó a buscar a las ninfas. Buscó detrás de cada arbusto y miró hasta debajo las rocas, estaba tan ensimismada en su tarea de encontrar al menos a una ninfa, que no se dio cuenta de que se había alejado demasiado del prado, internándose en el bosque y perdiéndose en el. La joven niña, sin una pizca de nerviosismo en su cuerpo, comenzó a caminar buscando el prado y, de paso, con los ojos bien abiertos por si veía alguna ninfa en el camino.
Lentamente las horas fueron pasando y María, ya un poco cansada, decidió recostarse en el suelo, haciendo un poco de ruido al aplastar las hojas secas que se habían caído de los grandes arboles que impedían el paso del viento.
¡Oscurecerá muy pronto! - Pensó alarmada, al ver que el poco cielo visible, era de color anaranjado. - ¿Cuanto tiempo llevo lejos de casa, en este bosque?
Cuando estaba parándose, lista para encontrar el camino a casa, una fuerte ventisca la empujo desde atrás, tirándola al suelo y logrando que se golpeara la nariz contra este, provocando su sangrado. Asustada, María se giro esperando encontrar una abominación de tamaño descomunal, pero al no encontrar nada mas que arboles y arbustos, se tranquilizo un poco y, entre llantos por el dolor en su nariz, comenzó a caminar hacia el libro de su abuelo, el cual había caído unos metros por delante al soltarlo en la caída. Una vez con el libro en sus manos, María comenzó a caminar lentamente, esperando encontrar el prado. En medio de su caminata empezó a escuchar voces susurrantes y el creciente rugido del viento, asustada, miro hacia todas partes, pero no llegó a ver nada antes de que un fuerte empujón en la espalda la devolviera al suelo. Esta vez sin ninguna herida comenzó a correr despavorida, negándose completamente a soltar el libro que acunaba entre sus brazos o, a parar de correr, a pesar de que sus pies estaban destrozados por las ramas partidas y los arbustos espinosos que abundaban en aquel bosque. Minutos después llegó al preciado prado y se detuvo unos segundos para apreciar el tan esperado milagro. Había comenzado a caminar hacia su casa cuando un golpe en la nuca provoco su caída y, así, con el olor de las azucenas que la rodeaban y el de la sangre saliendo de su frente, se quedo dormida, siendo el viento en su rostro lo ultimo que sintió.
Al día siguiente despertó en su cama, con los pies y las piernas vendadas hasta las rodillas. Segundos después se abrió la puerta revelando a su abuelo, quien entró enfurecido. Asustada, la niña empezó a llorar.
- ¿Estás enojado, abuelo? - Pregunto la niña susurrando entre hipidos. - ¿Por qué estoy vendada?
- ¿Que si estoy enojado? ¡Enojado no, lo siguiente! ¡¿Como te atreves a robarme, niña estúpida?!
- ¡Te juro que no quería robarte, abuelo! ¡Solo quería leer, sabes como es mi curiosidad! - Gritó la niña sin poder detener las lagrimas que corrían por sus mejillas.
- ¡Pues mira hasta donde te ha llevado tu curiosidad, insolente! - Su abuelo, lleno de rabia, tomó una tijera del tocador y cortó las vendas con agresividad, provocando quejidos de dolor en la pequeña. - ¡Mira! - Tomando el rostro de su nieta entre sus manos, la obligó a mirar sus piernas.
Gritos de miedo y asombro llenaron la habitación, la niña, completamente petrificada de la sorpresa, no podía creer lo que veía; marcas de garras ya tratadas y suturadas, seguramente por el curandero del pueblo, se encontraban en sus piernas de rodilla para abajo. Parecía que alguien - o algo - había querido arrancarle la piel a tiras para alimentarse con ella, casi consiguiéndolo.
¿Ninfas? - Pensó.
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Trilogía El Diablo: El libro. - Libro 1
ParanormaleUn libro de tantos años como paginas, que en sus capítulos alberga a las criaturas mas peligrosas y seductoras del mundo, las creaciones del mismísimo Satanás; desde hermosas mujeres aparentemente inofensivas, pasando por espíritus vengadores, hasta...