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Entre por una ventana del castillo, mi forma triangular me facilitaba muchas cosas que no podía hacer en mi forma humana.

El pasillo estaba completamente solo, eso me daba a la oportunidad de regresar a mi forma. Por extraño que sonara, Bill me había pedido el favor de mantenerme como un humano dentro de su castillo, incluso me dijo por favor; trague saliva, recordaba a la perfección lo que había ocurrido ese día, uno de mis peores recuerdos con Bill.

-Regresaste.

"Hablando del rey de roma"

-Hey.- se quejó –Más respeto azulito. ¿Acaso quieres pasar una mala noche?- cuestiono con diversión.

-N-no.- negué aterrado –No quiero.

-Gallina.- mantuvo su expresión burlona, miro a la pared de ladrillos y después regresó la mirada a mí, sereno. -¿Algo fuera de lugar en Raromagedon?

Negué, bajando la mirada al suelo.

-...Tengo que admitir que me siento halagado por saber qué piensas en mi.- se rio –Extiende las manos que te daré unos regalos por ser tan lindo y fiel.- tendí las manos, temeroso de lo que pudiera darme. –Buen chico.- dejo algo en mis manos y las cerró pero mantuvo su mano sobre las mías. –Paseate por el lugar, le diré a los Geelful de tu dimensión que te he mandado a otra parte, anda o me arrepentiré.- separó su mano de mis puños cerrados con poca fuerza –No te atrevas a abrir las manos hasta que estés lo suficientemente lejos de mí.- su mirada se ennegreció –Shu.

Sin que me lo dijera dos veces, me retire de ahí. Salí por la ventana por donde había entrado.

Regresaría a ese encantador lugar que podía considerar mío, mío y de nadie más.

Egoísmo.

Estaba por poner un pie dentro de la verdosa área hasta que recordé que Bill me había puesto en la palma de las manos; no las había separado ni bajado en todo el transcurso de él "castillo" al lugar. Sentí un nudo en mi estómago, podía ser una trampa y no me arriesgaría a que aquel lugar tan lleno de vida estuviera en peligro, me aleje lo suficiente del lugar.

Abrí las manos.

-Ah...- parpadee incrédulo y moví de una mano a otra lo que Bill me había dejado -¿Pero qué? ¿Se está burlando de mí?...puede ser pero en realidad ¿Qué tan peligroso puede ser esto?- guarde en mi bolsillo lo que me dio y regrese.

Solté un pequeño suspiro de tranquilidad cuando me recosté en el pasto, con los pies cercas del agua. Pensar con la quietud del verdadero cielo estrellado me tranquilizaba, me hacía un bien excelente estar solo, me alegraba el corazón que nadie estuviera a ahí, solo para reírse con descaro de mí. Tal vez es eso lo que necesito, soledad y quietud, justo lo que tengo aquí.

-Jajaja...- reí con melancolía –Seguramente es eso lo que necesito, más sin embargo sé que no lo conseguiré atado a esos gemelos.

Escondí la mitad de mi rostro entre el verde pasto y comencé a llorar.

[...]

Abrí los ojos poco a poco, me ardían debido a que me había quedado dormido mientras lloraba, además de que enfrente de mí se encontraba algo que destellaba una luz casi enceguecedora.

Sentí como me empujaron con fuerza contra el pasto, una figura que no podía reconocer muy bien, tenía tapado su rostro con una bufanda y llevaba una sudadera de tono pálido con su respectiva capucha puesta, presiono con fuerza mi pecho para que no me levantara y después, con su mano libre, metió la mano a la bolsa de su sudadera.

-Yo...yo...- tartamudee con sorpresa. –Dis...

Antes de poder terminar mis palabras, clavaron en mi cuello algo.

-Ugh...- la sangre comenzó a gorgotear de mi garganta y poco después de mi boca.

El desconocido de alejo, tomó con firmeza la cosa que me había destellado, dejándome en completa oscuridad.

A.S

Una Humana en RaromagedonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora