Capítulo 1: si la vida te da manzanas, cómelas porque de seguro estas gorda.

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El maldito despertador suena por quinta vez, así que me levanto de mala gana y lo lanzo por la ventana. Escucho que alguien grita segundos después, salgo a ver a la ventana y me doy cuenta que mi reloj volador aterrizó en la cabeza de un chico. El impacto hizo que se cayera de su bicicleta.

—¡Lo siento! —grito y me alejo rápidamente antes de que tenga tiempo de verme, aunque dudo de que este consciente.

Creo que soy demasiado violenta en las mañanas, ya que ese es mi despertador número trece en esta semana y apenas es miércoles. ¡Miércoles!

Y siempre que lo tiro, le termina cayendo a alguien; ya he golpeado a mi perro, a mi abuela e incluso a sus molestos e innumerables gatos. No logro entenderlo pero, siempre me levanto odiando a todo el mundo incluso a mí misma, lo cual no es raro. Las personas solo tienen que ver este horrible cuerpo de modelo que tengo para odiarme, es por eso que lo escondo debajo de ropa extra grande y polvorienta, que parece que robe de un vagabundo. Mi cuerpo y sus irresistibles curvas no son aptos para que los jóvenes lujuriosos de hoy en día lo vean, ¡sería un pecado! Además, odio mi cuerpo porque a pesar de sus proporciones definidas parezco una vaca sin forma. ¿Me explico? Es como ser Megan Fox pero, sentirse como una vaca mutante. Eso es algo que solo lo intelectuales entenderían porque obviamente es un pensamiento demasiado complicado para mentes inferiores.

Así que, dejando de lado eso, tomo lo primero que encuentro en mi armario y resulta ser un hermoso vestido Dolce and Gabbana. Decido combinarlo con mis leales converse para no verme demasiado pretenciosa, luego me aplico un poco de maquillaje, dejo mi hermoso y sedoso pelo suelto y, listo me veo bien sin tener que esforzarme demasiado.

Bajo rápidamente hasta la cocina en donde encuentro a mi abuela preparando un delicioso desayuno, pero no puedo darme el lujo de comer, por lo que tomo solamente una manzana.

—Adiós abue, te veo en la tarde.

—¿No comerás nada? Estaba preparándote el desayuno.

—No gracias abue, solo con esto basta—digo mostrándole la manzana que acabo de tomar— además todavía tengo que pasar al Starbucks de la esquina por mi capuchino de siempre.

—Pero querida...

—Pero nada abue, todos sabemos que los cafés de Starbucks son lo más genial que existe. ¡Osea Duh! Ubícate abue, necesitas actualizarte.

—Esta bien querida, diviértete pero, asegúrate de no regresar hasta que dejes de ser una perrr....

—¿Una qué?

—Una perfecta señorita.

—¡Ay gracias abue, lo sé!

Dejo la casa de mi abuela y me dirijo al prestigioso colegio al que asisto, aunque eso no significa que mi familia sea adinerada o algo por el estilo, simplemente me gané una beca. Ni siquiera tengo más familia además de mi abuela, siempre hemos sido solo ella y yo. Mis padres murieron en un accidente, así que desde ese entonces me he dedicado a intentar vengar su muerte. Algo muy dentro de mí me dice que todo fue parte de una gran conspiración en donde el gobierno está implicado de alguna forma.

Respiro profundamente intentando olvidar ese horrible tema por un momento y entro a Starbucks por mi pedido habitual.

Al llegar al colegio, siento la mirada pesada de todos, ellos me ven como a un bicho raro que no pertenece a su estatus socioeconómico. Es tan humillante ser la chica nueva, becada y pobre. A pesar de que apenas llevo una semana aquí, las personas ya me odian y no logro entender porque, ya que siempre he sido una buena persona. Mi extrema timidez y mis grandes lentes que parecen de botella tampoco me ayudan. Todos se encargan de molestarme por eso y se dedican a ponerme horribles apodos como la cuatro ojos, la jorobada, la pordiosera, etc. La única amiga que he logrado hacer es Amber, una hermosa pelirroja con un cuerpo envidiable y un gran sentido de la moda.

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⏰ Última actualización: Aug 27, 2016 ⏰

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