Capítulo único

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Para Rin Kamelot, del evento SlashDrabbles

Siento que sea tan pre-Slash xD

° ° °

—Esta despertando –dijo una voz conocida, envejecida aún más por la preocupación. La luz de la estancia parpadeó. Thorin movió los parpados muy lentamente, apenas entreabriendo los ojos, buscando el movimiento de la llama que había hecho temblar las sombras. Alguien dijo algo, y hubo un correteo de pasos cerca de él.

Finalmente, reconoció ante sí la enorme nariz, y larga barba de Balin, quien le miraba con los ojos extrañamente vidriosos. Se hallaba recostado en una cama, a su alrededor vio las caras de otros enanos que parecían no caber de emoción. Estaba vivo, había sobrevivido a la bestia, y sin embargo, no estaba feliz.

No eran las heridas lo que le molestaban, sino lo que en las siguientes horas, luego de que se acabaran los elogios y muestras de solidaridad para con el rey, se le había informado. Había insistido en saber que era lo que había sucedido con detalle, a pesar que los que le rodeaban tenían sus reservas de darle tales noticias en su estado, pero al final, cedieron. Mucho se había sacrificado en las faldas de la montaña solitaria, tanto para enanos, elfos y hombres.

Guardó silencio, mientras las palabras se fundían con sus propios recuerdos, pidió estar solo, orden que fue acatada sin objeciones. Dwalin y Balin, únicos miembros de la compañía en el lugar, le lanzaron miradas de entendimiento, y cerraron las anchas puertas tras de si. En el silencio de la soledad, Thorin pudo lamentarse amargamente. Aquello no había sido como la batalla de Moria, aquí habían ganado más de lo que habían perdido, ¿No era así? Sin embargo, Thorin sabía que se engañaba al pensar eso. Por causa suya, y de su debilidad, una masacre se había dado lugar a las afueras de Erebor, su gente había muerto, y esta vez no fue por causa del dragón. El dolor era demasiado grande, incluso los hijos de su hermana, sus amados sobrinos, habían debido perecer por su ceguera. El rey bajo la montaña había perdido a su heredero, y el mismo casi muere condenando el legado de Durin.

Y ahora estaba ahí, postrado, sin poder hacer mucho más que escuchar y enfadarse. Odiaba eso, odiaba convalecer cuando debía estar en el frente, organizando la reconstrucción de su hogar, ayudando a darles un final digno a los muertos en las catacumbas, muy al fondo en las cámaras de la montaña. Su primo, Dwain y Balin le habían debido relevar en esas labores. Ni todo el oro del mundo no podría borrar sus errores.

No supo cuánto tiempo pasó, pero al final, su estado y las emociones le sumieron en el sueño de nuevo, uno plagado de intranquilidad y fantasmas del pasado. Vio la ciudad del valle quemarse, y transfigurarse en la ciudad del lago, escuchó los lamentos, los gritos de su padre perdido, y las voces de los muertos haciendo eco en la pregunta que él se había hecho ya tantas veces: ¿Por qué? Una mano extrañamente pequeña le movió, haciéndole despertar con un leve sobresalto. Esta vez alguien muy diferente se encontraba con él.

–Señor Bolsón... –dijo casi sin voz, agrandando los ojos cuando reconoció al hobbit. De pie a un lado de la cama, Bilbo le sonrió, moviéndose nerviosamente.

–Balin me dejo entrar, y bueno yo..., solo quería devolverte esto —se rebuscó entre las ropas, que le venían grandes, y sacó un pequeño paquete envuelto en un lienzo. Apartó la tela para dejar ver un halo de luz lechosa: la joya del rey, el Arkstone—. Bardo me la regresó luego de que todo acabó. Creí que debía ser yo quien te la devolviera —dejó con cuidado la resplandeciente joya junto a Thorin.

Antes de que pudiese enderezarse, el enano tomó su muñeca con brusquedad, impidiéndole apartarse. Por un momento, el mediano pensó que la maldición había vuelto, que de nuevo el mal del dragón había tomado la mente del enano al ver la joya. De manera brusca, Thorin lo jalo hacia sí, abrazándolo sin importarle que prácticamente le había hecho desplomarse sobre la cama.

–Gracias —musitó, en un tono de gratitud que le costó inclusive a él reconocer. Bilbo se sintió contrariado un segundo, sin embargo no tardo en devolverle el abrazo. Thorin sabía que había dicho todo lo que se debía decir allá en el rio, en el momento en que había creído con certeza que moriría, pero el hobbit lo sorprendía cada vez más con su bondad y desinterés. Había aprendido más de él en ese viaje que hicieran desde La comarca, que en los sesenta años que duró su exilio, rumiando su rencor y odio por lo ocurrido.

–No, no, Thorin —comenzó Bilbo, soltándolo con cuidado y quedando sentado al borde del lecho—, no tienes nada que...

–Tengo que —le interrumpió, apretándole la mano que aun sostenía entre las suyas—. Has hecho más por mí de lo que mis errores me hacen merecedor.

–Si es por la piedra...

–La piedra del arca es una reliquia invaluable de mi pueblo, y es la menor de las cosas por las que tienes mi eterna gratitud —soltó el enano con voz ronca.

Bilbo abrió y cerró la boca sin decir nada, algo sorprendido. Thorin sonrió, el mediano siempre lograba arrancarle una sonrisa sincera sin proponérselo, inclusive en esa situación. Volvió a apretar la mano que aún sostenía—. Sé que extrañas tu hogar, créeme que lo entiendo. Sin embargo, me harías un honor el quedarte, a mí y al resto de los enanos, al menos para la celebración y... —la voz se le quebró, y carraspeo, guardando silencio. Bilbo pudo completar la frase sin esfuerzo, lo entendía a la perfección. Asintió, aún tenían que darle un último adiós a los únicos dos miembros de la compañía que no habían sobrevivido a la aventura. Además, no podía irse, no al escuchar la petición de Thorin dicha de esa manera. Si podía hacer algo por él, aunque sea brindarle su compañía, lo haría.

–Me quedaré.


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⏰ Última actualización: Jul 11, 2016 ⏰

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