Cosas que nunca te dije.

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Admito que me gustaba todo de ti.
Me gustaba tu sonrisa.
Me gustaba entrelazar nuestras manos.
Me gustaba darte abrazos.
Me gustaba hablar contigo.
Me gustaba desvelarme contigo.
Me gustaba jugar contigo.
Me gustaba ver tus muecas.
Me gustaba cuando ayudabas a los demás.
Me gustaba escucharte quejar.
Me gustaba que me prepararas comida.
Me gustaba verte estudiar.
Me gustaba cuando usabas tus lentes.
Me gustaba dormir a tu lado.
Me gustaba aprender contigo.
Me gustaba cuando me peinabas.
Me gustaba escuchar tu risa.
Me gustaba cuando me dedicabas canciones.
Me gustaba caminar contigo.
Me gustaba ver tus ojos.
Me gustaba irme a dormir con tus mensajes.
Me gustaba verte cocinar.
Me gustaba escuchar tu voz.
Me gustaba verte serio.
Me gustaba recargarme en ti.
Me gustaba verte a lo lejos.
Me gustaba cuando me defendias.
Me gustaba escuchar como hablabas de mi con tus amigos.
Me gustaba despertar con tus mensajes.
Me gustaba sentir tus manos en mi cintura.
Me gustaba sentir tus labios en los míos.
En pocas palabras me gustaba todo en ti, y aún a pesar de todo te fuiste y dejaste todas las ilusiones en mi.

Anoche quise escribirte, pero ya era tarde.
Pasaba de la medianoche y yo me debatía si debía mandarte un mensaje o no. Me reí por las noches en las que no lo pensé y simplemente lo hice. Pero las cambiaron. Cambiaron, ¿verdad? Al final me dije que te escribiera, que no habría problema porque ya sabes lo terriblemente espontánea que soy, pero pensé -incluso con el mensaje escrito- que ya no tenía ese derecho, que ya no podía escribirte a mitad de la noche solo para decirte que te amo, que ya no era la dueña de tus sueños para irrumpir en ellos, que no debía quitarte horas de descanso sólo por un antojo de mi corazón. De mi caprichoso corazón. Anoche quise escribirte, dibujarte una sonrisa en los labios, y quizás, sólo quizás alegrar tu día, pero entre el jurado, protagonizado por la razón, y el juez que resultó ser mi conciencia, me han negado tan atrevida petición. Para resistir mis impulsos y satisfacer mis caprichos: hurgué en mis recuerdos, nuestros recuerdos. Me paré de la cama y tú, si, tú estabas ahí. Estaban tus sonrisas regadas en todos lados, estaban tus caricias que aún tenía, estaba esa foto que guardé en mi teléfono. Encontré tus miradas, tus cosquillas en el suelo junto a mi, tus sueños en mi almohada, tus palabras rebotando en las paredes y tus besos aún persiguiendome en todos lados recordando que casi me quedo sin aire cuando te robé ese beso, el día que salimos, recordándole que los sueños se pueden hacer realidad. Me hubiera encantado decirte tantas palabras que no se deben decir en voz alta porque son tan reales que sólo se deben sentir. Encontré los secretos que nunca te conté, amontoné en in rincón tus abrazos en las noches y tus besos de Buenos días, tus melodías y tus risas, tus rabietas y caricias. Mi cuarto se plagó con palabras no dichas, pero entendidas. Con sentimientos no expresados, pero sentidos. Con abrazos, no al cuerpo, sino al alma. Y con un extraño sentimiento que vagamente se parecía a la felicidad y a la aceptación. Si, anoche quise escribirte, pero no dejaba de sonreír y de pensar lo ilógico que es que haya guardado tanto de ti y tú no estés aquí; así que con una sonrisa entre los labios y un desastre extravagante en mi cuarto me fui con la luna sospechosamente parecida a ti a la tierra donde todavía gozo de tus abrazos y te robo besos, a la tierra donde siempre seremos eternos.

Y tú, sabes quien eres, quiero decirte que estoy bien, sé que cada vez que te enseñaba algo como esto empeoraba un poquito más las cosas, pero está vez no quiero que sea así, quiero decirte con todo mi corazón que disfruto tanto esto, no es una especie de masoquismo, si no algo que de alguna forma me ha servido para "liberarme" para liberar esto que tengo dentro y quiero que sepas, que pase lo que pase, hablemos o no, aquí estaré; esa fue la promesa.

Mis Días Sin Ti❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora