La vida de un Abusador (Realismo)

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Escuché los gritos en el cuarto contiguo al mío, donde solían dormir mis padres. Más que gritos era un llanto estentóreo y la voz entrecortada de mi madre rogando el perdón de mi padre, cada veinte segundos aproximadamente se escucha un golpe seco, el llanto de mi madre permanece constante con pequeños intervalos de súplicas y gritos.

Cubrí mi cabeza con la sábana y mis oídos con las almohadas, no quería escucharlo, me sentía débil y me detestaba por no tratar de intervenir. También sentía algo muy extraño, sentía como que ya había vivido esto hace mucho tiempo.

El despertador sonó a todo volumen haciendo estremecer mi cuerpo, de repente estaba despierto y con un fuerte dolor de cabeza, me levanté y apagué ese ruidoso aparato. Me senté en la cama con mis manos sobre mi cabeza, realmente me dolía mucho. Traté de olvidar el haber soñado con lo que pasó ese día, ya habían pasado más de dos años, pero el recuerdo sigue dentro de mí, atormentandome día a día.

Me levanté de la cama y encerré todo el dolor y la tristeza en un pequeño cuarto oscuro dentro de mi cabeza, había aprendido esto hace ya bastante tiempo, simplemente pones la cara seria y finges que estás totalmente bien, no podía permitir que mis hermanos o mi padre me vieran con cara llorosa, esas cosas son para mujeres.

-¿Qué crees que tengo todo el día para estar esperando aquí?- Gritaba mi padre a la puerta del baño donde mi hermano se duchaba- Ya parece una mujer durando tanto.

Mi padre me vió por el rabillo del ojo y sin prestarme atención siguió golpeando la puerta del baño.

Fuí hacia la cocina y traté de prepararme un sandwich pero decidí que no quería comer, los golpes y gritos de mi padre para que le dieran el baño me ponía muy nervioso, me recordaba esa noche, y esas piernas largas que caían hacia el suelo.

Corrí hacia la primera gaveta del mueble de la cocina, saqué la botella de Vodka que mi padre guarda allí y me tomé un trago hasta el fondo directamente de la botella. Sentí como el alcohol rozaba las paredes de mi estómago, aunque me dolía sentía que mi cabeza estaba un poco más tranquila.

-Buena manera de empezar la mañana- dijo mi hermano mayor que me veía desde la cocina.

-Es lo único que me quita el dolor de cabeza- dije mientras guardaba la botella.

-Necesito la casa sola toda la tarde, Alejandra va a venir- dijo él seriamente.

-Yo salgo temprano del colegio- dije encolerizado.

-¿Y a mí que me interesa? Vaya a ver que hace pero si llega antes de las cinco le va a ir muy mal.

Él se fue sin decir nada más, es increíble lo egoísta que es mi familia, -mami no era egoísta- susurro una voz en lo profundo de mi mente.

Era un día normal en el colegio, la misma rutina azarosa que nos persigue día con día. Escuchar a los profesores fingiendo que entendemos sus largas y tediosas explicaciones, lo que realmente me asusta son las compañeras que sí les ponen atención, papi tiene razón, las mujeres son muy raras.

-Yo sé que usted si tiene plata- le decía uno de mis amigos a un "chiquito" del primer año- le prometo que yo se la devuelvo apenas lo vea.

-Aquí todos somos amigos- dije mientras me acercaba a él y ponía mi mano sobre su hombro, apretando con toda mi fuerza- los amigos se prestan plata y créame que usted quiere que lo tratemos como amigo.

Él se puso pálido y sacó un par de monedas de su pantalón, -eso es todo lo que tengo- dijo mientras daba la vuelta y corría hacia los pasillos

-Usted se pasó- dijo uno de mis amigos mientras el resto se burlaba de la cara de susto que había puesto el niño.

-Tienen que saber quien manda- contesté - alguien como él no puede venir a decirnos que no tiene plata cuando si la tiene.

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