Desconocido.

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Todas las mañanas establecía una rutina. Despertar, bañarme, lavarme los dientes, e irme sin desayunar. Así que este día no fue la excepción.

Comenzaba a disfrutar del día fuera de casa, del sol y del buen tiempo. Las flores adornaban los parques y era imposible no admirar tantos colores. Ese día me senté en una banca del parque con una pequeña compra que había hecho hacía meses y que no había tenido oportunidad de disfrutar. Era un libro viejo (respecto de su primera publicación), el niño con el pijama de rayas. Recuerdo que vi la película y después me enteré de que existía el libro. Ansiosa comencé a devorar deprisa cada párrafo. Debieron pasar horas pues cuando alcé la vista de aquellas páginas me di cuenta que me quedaban sólo quince para terminarlo, era un libro muy finito. Decidí no leer esas páginas hasta la hora de dormir en casa, donde podría escribir de él en mi blog como era usual. Guardé el libro en mi bolso y caminé hasta el local de mi trabajo, se sentía extraño no estar ahí. Tomar un día libre era poco usual en mí, pero debo admitir que lo necesitaba.

Vacilé un poco antes de entrar a un restaurante sola, pero tenía hambre de verdad. Así que pensé en ordenar algo para llevar. Estaba resuelta mi decisión: papás a la francesa, papás al horno y una hamburguesa de pollo (o eso decían). Esperaba ansiosa la orden (en especial por el sugerente olor a comida que inundaba aquel local), cuando noté que un joven no mayor a treinta se situaba junto a mí, aparentemente él también esperaba su orden para llevar- quizás a casa con alguna bonita chica- tenía pinta de galán y debo admitir que uno muy bueno, de esos que siempre se salen con la suya. Intuí por esa sonrisa que no se desvanecía, que el tipo estaba teniendo un buen día.

Me sorprendí mirándolo más de lo que me tomaba llevar acabo mi análisis, y para mi mala suerte, él también lo notó. Sin embargo, no lucía incomodo, como yo, y tampoco se alejó. Al contrario, caminó los pocos pasos que nos separaban y me tendió la mano acompañada de un caluroso <<hola>>. Por momentos actúe en modo piloto. Me limité aceptar su mano y devolver el saludo, él continuó presentándose: <<Mi nombre es Trevor, es algo terrible esta espera, ¿verdad?>>. Yo estaba cautivada debo admitir. Así que al notar su acertado comentario me relajé visiblemente y respondí: << Encantada, Trevor. Mi nombre es Frida, es un dolor de cabeza. En especial cuando tienes hambre>>. Trevor sonrió ante mi comentario y para mi sorpresa se quedó a charlar.

— ¿Frida? ¿cómo la famosa pintora mexicana?

— Así es.

¿Y tú pintas?

Reí por momentos, si este chico me conociera mejor entendería que mis talentos se reducen a limpiar mis estantes de libros y leer los mismos.

No, soy una chica que observa y admira. No una de las que crea.

Vaya, alguien muy interesante.

Vaya, alguien sarcástico.

Pero nunca empleó tal tono.

Es fascinante encontrar a alguien que no pretenda ser interesante y mucho menos para causar una buena impresión.

Pues gracias, señor Trevor. Aunque me atrevería a decir que no sé nada de usted.

Que mal educado soy En ese momento me sonrojé por darme cuenta que la maleducada fui yo al mirarle tan descarada, pero él pareció no notarlopues me gustan las motos y la velocidad. La historia es mi pasión y el arte un pasatiempo. Demasiado pretencioso ¿verdad?

Un poco, pero muy interesante.

Pasamos cinco minutos más hablando así, hasta que el mesero informó que nuestros pedidos estaban listos. Sin embrago ninguno quería irse, yo no quería soledad, y no tenía idea de que le aguardaba a él. Pero concebirlo solo en una noche, con aquel físico y aquellos gustos no me parecía propio de alguien así. Vacilamos un momento hasta que él habló.

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