Capítulo uno. 'Los sentimientos están sobrevalorados.'

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Me acerco a la ventana para observar las pequeñas gotas de agua que van quedando en ella. Está empezando a llover bastante fuerte.

Mi aliento empaña un trozo de ventana, así que la limpio suavemente con el puño del jersey y pego un sorbo a mi café.

"Mierda, está muy caliente."

Sonrío amargamente. Parece que fue ayer cuando él se reía de mí por quemarme siempre con el café.

Parece que fue ayer, y sin embargo algunos recuerdos parecen distantes. Muy distantes.

La radio llena el salón con su música.

"So she said 'what's the problem, baby?' What's the problem? I don't know, well, maybe I'm in love."

Río de nuevo amargamente, miro hacia el techo y suspiro.

-Canciones apropiadas en momentos apropiados.

Dejo caer mis sarcásticas palabras en el vacío salón y pego otro sorbo de café, no sin soplar antes.

La radio sigue sonando.

"Accidentally in love. We're accidentally in love. Accidentally, I'm in love."

Vale, ya he tenido suficiente. Cruzo la estancia y apago la radio bruscamente. Siempre me ha puesto nerviosa que algunas canciones sepan mejor que yo cómo me siento.

Necesitaba entretenerme con algo, cualquier cosa con tal de no pensar, y lo primero que me vino a la mente fue aquel trabajo de la universidad para la semana que viene.

Suspiro aun más fuerte, me acabo el café, cojo el portátil, mi bolso y salgo de casa en dirección a la biblioteca.

Para mi desgracia, me doy cuenta de que aún lo busco por las calles. De algún modo quiero asegurarme de no cruzarme con él, pero también espero verle entre la gente.

Por otra parte, sé que eso no va a ser así; en casi un año no nos hemos visto, ni hemos hablado, así que las posibilidades son remotas.

Por un momento me avergüenzo de mi misma. Yo, Dana, la chica que nunca ha creído en el amor, a la misma que le entran ganas de vomitar cada vez que alguien suelta alguna cursilada, me estoy ahogando en mis propios pensamientos por culpa de un hombre. Necesito otro café.

Justo cuando llego a mi destino, veo a alguien sentado en un banco del parque saludándome con entusiasmo.

Giro la cabeza, miro hacia otro lado y maldigo mi sentido de la oportunidad.

Podría haber salido corriendo y esconderme en cualquier parte, pero no tuve tiempo de reaccionar, ya que en menos de cinco segundos dicho sujeto estaba justo delante mío.

-¡Buenos días!- dijo él con alegría y una gran sonrisa en la cara.

-Buenos días- dije yo con la voz ronca y sin el más mínimo ápice de felicidad.

Intenté forzar una sonrisa, sin gran resultado.

A pesar de eso, él me robó un beso fugaz y volvió a mirarme sonriendo.

Yo bajé la cabeza, avergonzada, no me gustaban esas muestras de cariño en público.

-¿Dónde vas?- preguntó él.

-A terminar un trabajo para clase a la biblioteca.- contesté sin entusiasmo.

-¿Quieres que te acompañe?- volvió a sonreír.

-Tranquilo Pedro,- dije intentando no sonar muy molesta por tantas muestras de cariño- prefiero acabarlo sola.

-Bien, entonces te llamo luego.- intentó besarme de nuevo, pero fui más rápida y se encontró con mi mejilla.

Me dedicó una última sonrisa nerviosa y volvió al parque con su grupo de amigos.

 Entré en la biblioteca pensando en Pedro y en lo mal que me sentía por él. Llevamos tres meses saliendo, y aun no encuentro una buena razón. En verdad él me dijo que desde el primer día que me vio por la universidad se fijó en mí, y tras varios intentos fallidos de atraer mi atención o interés decidí darle una oportunidad.

¿Estoy con él por pena? Puede sonar cruel, pero la verdad es que sí, y lo tengo asumido, y puede que él tambien. Le aprecio mucho, pero él a mí me trata como a una princesa, y eso me incomoda muchísimo. Mientras yo evito todo tipo de romanticismo, él no hace más que agobiarme con detalles de este tipo, y creo que ya estoy llegando al límite.

De todos modos, decido dejar de pensar en ésto y concentrarme en acabar mi trabajo.

Labios como espadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora